Etnocentrismo y relativismo cultural a través de Unorthodox

El etnocentrismo analiza otros entornos de acuerdo a los parámetros adquiridos en el propio. Conlleva el uso de una superioridad más o menos implícita y más o menos consciente desde la que se juzga una cultura ajena.

En contraposición al etnocentrismo, el relativismo cultural defiende que debemos desprendernos de toda superioridad moral (generalmente occidental) al juzgar otras culturas, y que éstas deben ser analizadas desde sus propios parámetros. Esto último, aunque ideal, resulta en la práctica más complejo de lo que podría parecer en un principio.

Afirman Javier Rambaud y José Antonio Marina en “Biografía de la Humanidad” que el homo sapiens, por muy disperso que estuviera en el pasado, organizado en tribus a lo largo y ancho del planeta, se ha enfrentado a los mismos problemas. Las soluciones planteadas, sin embargo, han sido distintas y, así, nació la riqueza de las culturas.

Por tanto, cada una de ellas surgió con una razón de ser y en un contexto específico.

Como ejemplo de una cultura distinta y distante, analizaremos la miniserie Unorthodox, llamada Poco Ortodoxa en el mercado latinoamericano.

Pasen y lean. Y decántense.

El origen de la comunidad que aparece en Unorthodox

Poco ortodoxa retrata las entrañas de los judíos ultraortodoxos que viven en pleno Nueva York. Está basada en la autobiografía de Deborah Feldman, quien abandonó la comunidad con 23 años.

La comunidad judía tradicional en la que se basa la serie se encuentra en el barrio Williamsburg, Brooklyn, Nueva York. “Son una comunidad jasídica originaria de la ciudad de Satmar, en Hungría. En su mayoría, son descendientes de supervivientes del holocausto que fundaron la comunidad en Nueva York después de la guerra. Esto los hace diferentes de otras comunidades jasídicas porque desarrollaron lo que son después de la Guerra, y no antes”, afirma Alexa, creadora y escritora de la serie de Netflix.

Su anhelo es conseguir compensar la pérdida de todos los asesinados durante el Holocausto a través de la procreación. “Está fundada por personas que luchan con el trauma más intenso que podamos imaginar. Para la primera generación, diría incluso para la segunda, este trauma fue una fuerza impulsora detrás de la estructura ideológica de la comunidad”, explica Deborah Feldman.

El estilo de vida ultraortodoxo en la serie

Yidis (o ídish) es su lengua materna, proveniente de las comunidades judías del este y el centro europeo. Usa los caracteres y el alfabeto hebreo y el léxico y la sintaxis del alemán.

Por eso, Esty (Shira Haas) y Dasia (Safinaz Sattar) mantienen una conversación en la que encuentran palabras similares.

El uso del internet, así como el acceso la ciencia y la educación está restringido entre los Satmar. Por eso Esty pide ayuda a Salim (Aziz Dyab) para buscar en internet cómo ganar dinero en Berlín, y Yanky (Amit Rahav) le pregunta al smartphone de Moishe (Jeff Wilbusch) dónde se encuentra su esposa. Ambos reflejan un desconocimiento de las tecnologías impropio para su edad y su país de origen, pero completamente extendido en su comunidad.

En 2012, se celebraba en Nueva York un evento judío sobre los riesgos de internet. “Estamos aquí para atender el llamado de los líderes espirituales de nuestra nación que han reconocido e identificado los peligros de Internet. Algo que amenaza nuestra existencia continua como pueblo de Dios”, decía el Rabino Skulener en un estadio con más de 40000 asistentes.

En cuanto a la educación, las familias envían a sus hij@s a colegios del barrio fundados por ellos mismos donde reciben enseñanzas no seculares.

Los libros en inglés y la visita a bibliotecas no están permitidos; los porcentajes de universitarios en la comunidad son muy bajos, al igual que el nivel de vida. De hecho, Esty no recibe formación académica a los 19 años. “Han diseñado una sociedad en la que eres incapaz de sobrevivir en el mundo exterior”, dice uno de los jóvenes que abandonaron Williamsburg entrevistados en el documental One of us.

Comunidad

Se caracterizan por llevar una vida que podría considerarse simple y tradicional, centrándose en la familia, la comunidad, las tradiciones judías y el distanciamiento con el exterior. El sábado (Shabat) es el día de oración y descanso en que las familias se reúnen y determinadas actividades no están permitidas.

Cualquier boda es una celebración tradicional por todo lo alto. “Es un espectáculo increíble, un momento de gran alegría para la familia, pero no necesariamente la expresan como lo harían otras comunidades”, afirma Anna, creadora y productora ejecutiva de la serie.

En días de celebración como estos, los hombres casados llevan grandes sombreros de visón que reciben el nombre de shtreimel (muchos de ellos se fabrican en España) y cuestan alrededor de 1000 euros.

Desde la cultura occidental, mucho más individualista, cuesta comprender la importancia de lo colectivo en estas comunidades. “La comunidad es tu familia”, afirma una consejera en One of us. “Si estás mala, alguien aparecerá y cuidará de tus hijos. Se te traerá comida […]. Nunca estás sola […] Todo eso, lo pierdes cuando te vas”.

Roles de género

Los matrimonios son concertados con 18 o 19 años entre quienes pertenecen a la misma comunidad. La mujer que no puede tener hijos es repudiada y la que sí, es responsable por aportar a la comunidad familias muy numerosas.

Centrados en poder garantizar una abundante descendencia, caen en la sobreprotección de las familias y el control de la sexualidad femenina y el cuerpo de las mujeres. Cuando Yanky piensa que será imposible tener hijos con Esty, la rechaza y pide el divorcio, algo que sólo los hombres deciden.

Las mujeres no tienen permiso para determinadas actividades en público como cantar, como explica la protagonista, y en general se dedican únicamente a las labores domésticas y a cuidar de la familia, marido incluido.

Los días de menstruación no sólo no deben mantener relaciones, sino que nadie debe tocar nada que ellas hayan tocado primero. Y, por supuesto, el disfrute femenino es más que un tabú. “Todas las comunidades religiosas extremistas parecen funcionar de la misma manera”, dice Feldman.

Todo esto ocurre en pleno barrio neoyorkino de Brooklyn. Refiriéndose a las culturas, Rambaud y José Antonio Marina afirman que “todos vivimos en la misma realidad, pero en distintos mundos”. Sin embargo, menos del 2% abandona ese mundo por vivir en el otro.

Tras haber visto la serie y ahondado un poco más en los detalles de la misma, habrá que identificar si el sabor de boca es dulce o amargo, o indiferente. ¿Debemos respetar todas las culturas sin condiciones o, por el contrario, señalar lo que implique violencia y control? ¿Estaríamos discriminando nosotr@s? ¿Estaríamos juzgando desde su punto de vista o desde el nuestro?

¿Dónde se encuentra la línea entre etnocentrismo y relativismo cultural? Y quizá algo más importante: ¿todos la situamos en el mismo sitio?

Bibliografía

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Marta Buces

Periodista. Máster en Relaciones Internacionales. Fui una andaluza en Dublin durante 4 años. Callo desde la ignorancia, hablo desde el feminismo. Firme defensora del contexto

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