Elecciones italianas 2018

El 4 de marzo Italia irá a las urnas en una situación política cuanto menos inestable y con una ley electoral, el “Rosatellum bis”, decididamente nebulosa. El nuevo sistema electoral es un híbrido entre proporcional y mayoritario: los escaños del mayoritario (37% del total) son asignados por un método uninominal puro (first pass the post); los restantes con el sistema proporcional entre partidos y coaliciones, sobre la base de breves listas bloqueadas de cuatro nombres, según las disposiciones del Tribunal Constitucional, que había declarado inconstitucional las largas listas del Porcellum.

El objetivo declarado de la reforma, en efecto, era hacer a los candidatos más reconocibles, reforzar la democracia directa y garantizar la gobernabilidad. Desde un análisis de la normativa, parece evidente que estos objetivos no se han alcanzado.

Los candidatos de las listas bloqueadas han sido nominados directamente por los partidos (a excepción del Movimiento 5 Estrellas), y serán elegidos según el orden fijado en la lista. Esto ha llevado a situaciones paradójicas, como la candidatura en Bolzano, en el norte de Italia, de la fiorentina Maria Elena Boschi, actual Subsecretaria de la Presidencia del Consejo [Presidencia del Gobierno, NdE]. Aprobada gracias a la alianza Renzi-Berlusconi al final de una legislatura borrascosa (tres leyes electorales, una reforma constitucional y la elección de dos Presidentes de la República), la ley electoral favorece además las grandes coaliciones (para las cuales la barrera electoral es del 10%, mientras que para los partidos es del 3%) y fue votada por todos los principales partidos, excepto el M5S, tradicionalmente contrario a alianzas con otras fuerzas políticas.

¿Cuál es la situación del centro-izquierda liderado por Matteo Renzi ante las próximas elecciones?

Cuando Renzi se convierte en secretario general del Partido Democrático y poco después en Primer Ministro, muchos lo vieron como aquel que habría sacado a Italia fuera de veinte años de berlusconismo. De todas formas, en pocos meses se ha vestido más bien con la ropa de Edward Smith, el capitán del Titanic que hundió la nave durante el viaje inaugural. El amplio recurso a la cuestión de confianza y una serie de medidas poco populares (por ejemplo, la ley llamada “salvar a la banca”, que fue utilizada para intentar evitar la quiebra del banco “Etruria” por medio de la puesta a cero del valor de los instrumentos financieros más arriesgados, acciones y obligaciones, que causò la pérdida total de los ahorros de muchas personas) han minado su mayoría, derruida hasta los cimientos.

Tras la ruptura con los aliados D’Alema y Bersani, Renzi ha identificado en el resucitado Berlusconi un posible aliado para detener los extremismos de Salvini (Liga Norte) y los populismos del Movimento 5 Stelle. Bersani compitió con Renzi a la hora de formar un gobierno del Partito Democratico en el 2013, D’Alema estaba en su lista, los dos representan la “vieja guardia” del PD; en las elecciones internas ganò Renzi que, cuando fue nombrado Primer Ministro, nombró a Bersani a la Cámara y dejó fuera del Gobierno a D’Alema, que siguiò apoyando el PD desde fuera del Parlamento. Estos hechos han quitado el pegamento político de la izquierda italiana de los ultimos 20 años, el “antiBerlusconismo”, y por esto no hay una coalición fuerte de izquierda, capaz de llegar al 40% de los votos, umbral que garantizaría la gobernabilidad.

El partido de referencia sigue siendo el Partito Democratico de Renzi, aliado con +Europa de Emma Bonino (tradicionalmente de extrema izquierda), del que se han separado “Liberi e Uguali” de Pietro Grasso (ex PD, Presidente del Senado desde 2013) y “Articolo 1 – Movimento Democratico e Progressista” de D’Alema y Bersani. Hay innumerables partidos menores también, como “Potere al Popolo”, “Partito Comunista” etc. todos con el objetivo de llegar al 3%.

La Derecha italiana, entre los moderados Forza Italia de Berlusconi y el neofascismo de Fratelli d’Italia

Diferente es la situación de la derecha. Hay una gran coalición hecha por “Fratelli d’Italia” (dirigida por Giorgia Meloni, representa la derecha extrema, y con el partido “Casa Pound”, los movimientos neofascistas), y, sobre todo, por “La Lega” y por “Forza Italia”. Matteo Salvini, líder de la Lega, encarna la “nueva cara” de la derecha, cabalgando el descontento popular y la abstención política, identificando en la Unión Europea y en los inmigrantes los enemigos contra quien luchar para defender la identidad nacional.

Berlusconi, por su parte, pese a que lo expulsaron del Senado por ser condenado en sentencia firme por fraude fiscal, además de acusado de corrupción y falsedad, a pesar de la amnistía por falso testimonio y falsedad contable, así como de los juicios pendientes por corrupción de testigos e inducción a la falsedad, él sigue en su actividad política. Por lo establecido por la “Ley Severino”, en la espera de la decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, actualmente él no puede ser elegido como Primer Ministro, y no volverá a serlo antes de 2019.

Sin embargo, Forza Italia aún no tiene su candidato premier (Recientemente el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, ha aceptado a ser candidato) , y en el escudo electoral del partido hay escrito “Berlusconi Presidente” (circunstancia que deja pensar que en caso Forza Italia gane las elecciones, el Primer Ministro “de hecho” aunque si no “formal” seguirá siendo él). Berlusconi representa la derecha moderada y europeísta.

elecciones italia 2018: lega nord
El partido xenófobo Liga Norte, liderado por Matteo Salvini, será un aliado estratégico de Berlusconi para estos comicios.

El Movimento 5 Stelle de Beppe Grillo

Finalmente, el Movimiento 5 Estrellas: creado por parte del humorista Beppe Grillo con el objetivo de ser una alternativa a la política tradicional, con frecuencia es acusado por ser populista y por la falta de preparación de sus miembros y candidatos. Las decisiones sobre las cuestiones relativas al partido (bastante delicadas también, como la gestión de los flujos migratorios) están tomadas a través de la plataforma “Rousseau”, el las cuales los inscritos pueden expresar sus votos; en esta manera fueron designados el candidato premier Luigi Di Maio y las listas y los nombres para la Cámara y el Senado.

Sin embargo, este sistema revela profundas lagunas: baste decir que Di Maio ha obtenido 490 votos a las eleciones “parlamentarias” (las elecciones internas al partido que se utilizan para elegir de forma democrática los representantes de la Cámara y del Senado), contra los 1.691 de Carla Ruocco, activista muy conocida en las redes sociales por ser la “cara dura” del M5S. Por otra parte, están saliendo a la prensa muchos escándalos sobre el Movimiento, como lo de los candidatos pertenecientes a la Masonería.

Una negociación abocada al fracaso

A pesar de los inciuci (palabra que ha entrado en el lenguaje periodístico para indicar un compromiso tomado por facciones formalmente oponentes) y alianzas impopulares, se presenta la real posibilidad de que las elecciones se concluyan con un “nada de hecho”. Basándose en las previsiones más recientes, hoy en día el partido más votado sería el M5S, que llegaría al 30%. Al Movimiento se contrapone la coalición de derechas, liderada por Berlusconi, que en cualquier caso no parece que pueda sacar más de un 35%: además, aunque llegase al 40%, las posiciones de los tres partidos principales son tan lejanas que hacen difícil una estabilidad duradera. De hecho, el Rosatellum no establece obligaciones de mandato o de fidelidad hacia un programa común. Como vagón de cola el PD, con alrededor del 25%.

En este escenario aparecen alianzas imposibles entre M5S y otras fuerzas políticas, así como la formación de una gran coalición de izquierdas. Podría reeditarse un Renzi-Berlusconi bis, pero mucho dependerá de los efectivos resultados de las elecciones. El combate político no está acabado, y, con mucha probabilidad, un factor decisivo será la decisión que en la última semana tomará el “pueblo de los indecisos”.

A un par de días del voto, la realidad italiana deja claro el abismo en el que se ha hundido la filosofía política moderna. Los candidatos instrumentalizan cada noticia de sucesos gritando slogan, nacen incluso concursos como el “Gana Salvini”, en el que el tweet más compartido gana una llamada por teléfono del candidato de la Lega. Es evidente la entera lógica en la base de todo esto: el futuro no da votos. No hacen falta un programa, una ideología o un proyecto a largo plazo; hace falta ser coloreado, atractivo y pegadizo, ofreciendo respuestas fáciles y recurriendo a promesas irrealizables. El reciente caso de Luca Traini, que abrió fuego en contra de un grupo de migrantes para vengar el homicidio de una joven, es el símbolo del aire que se respira en Italia: miedo y una profunda desconfianza en un Estado y una clase política demasiado lejanas de los ciudadanos.

Por Marco Giunta.

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