El problema de la representación y la identidad andaluza en la estrategia de VOX para el 19J

El 13 de febrero de 2022, VOX logró en Castilla y León un hito en su ascenso electoral al obligar a Fernández Mañueco a introducir a la formación de Abascal en el Gobierno autonómico. Es lógico que para los siguientes comicios el objetivo fuera, como mínimo, igualar la situación.

Escrito por Jesús García.

Para este propósito, apostaron por uno de los baluartes del partido a nivel nacional: Macarena Olona. Aunque, efectivamente, VOX ha logrado aumentar su representación en el parlamento andaluz, no han conseguido ni el ascenso que se proponían —comenzaron hablando de veinticinco escaños, luego de veinte— ni ser determinantes en la investidura.

Sus catorce escaños no han sido suficiente para presionar a Moreno Bonilla, quien se ha posicionado con cincuenta y ocho escaños y una potente mayoría absoluta.

¿Qué ha ocurrido para este frenazo en el ascenso de VOX? Sin duda, son muchos los factores que condicionan un resultado electoral, y los analistas políticos tienen mucho que decir al respecto, pero hay un factor que nos ha resultado especialmente llamativo. Macarena Olona se enfrentaba en los comicios a cuatro candidatos de Andalucía1, una región con la que no se le conocía ningún vínculo a la representante de VOX hasta que se planteó su candidatura para las elecciones andaluzas.

Desde ese momento, comenzó un acercamiento a las tradiciones y la cultura andaluza que algunos podrían calificar de «forzado». No es fácil mimetizarse e incluso hacerse pasar por andaluz. Los rasgos que caracterizan a esta cultura a menudo suelen ser entendidos como superficiales —la «gracia», el flamenco reducido a estilo musical sin otras connotaciones, las «chirigotas» como modo de divertirse una semana…— pero no pocos estudiosos han entrado de la profundidad y el arraigo de las peculiaridades culturales de esta tierra.

Ortega Muñoz (2001: 79) dijo lo siguiente al respecto: «Es en el nivel profundo de su personalidad donde Andalucía —los andaluces—, es otra, constitutivamente diferente de los demás grupos étnicos y políticos que pueblan la Península Ibérica».

En la misma página, el autor nos dice que debemos huir de las interpretaciones «que limitan la esencia de un pueblo a aspectos puramente culturales como son su idioma, geografía, economía o folklore», y aquí seguramente venga el problema en este asunto para la candidata de VOX.

La feria de Sevilla y el traje de flamenca

En el número 16 del Boletín del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Sevilla, en marzo de 1985 se hace alusión a unas palabras de Santiago Montoto de la siguiente forma:

[…] «cualquier cosa se puede fabricar, menos la alegría de un pueblo». Y la Feria de Sevilla «es la expresión de su alegría, ejercida durante todo el año». Porque «el sevillano piensa en su Feria, sin prisa, pero sin pausa» […] «El sevillano es el centro, el nervio y la esencia de Feria, por lo que con el sevillano ha de contarse como elemento primordial e indispensable de ese espectáculo cuya fama rebasó tantas fronteras». […] Como ya escribiera A. Rodríguez León […] «porque la Feria de Sevilla no es una farsa multicolor, una combinación de lonas, luces y pértigas, sino UNA CONVIVENCIA DE ALMAS QUE HECHIZAN CON SU AFECTO». (Carretero Moragas, 1985: 59).

Reducir a estas líneas el sentimiento que provoca esta expresión popular en el pueblo sevillano es atrevido, y puede que hasta irrespetuoso, por lo mucho que habría que decir del Real. Pero a buen seguro que los colegas sevillanos sabrán perdonarme y, dado el escaso espacio con el que contamos, valoren esas líneas como muestra de lo que este acontecimiento despierta en la población sevillana y en parte de la del resto de Andalucía.

En relación a este tema llegó uno de los momentos de repercusión de Macarena Olona en este asunto: Ante la intención de hacer cumplir la jornada laboral de ocho horas en este evento, hubo quejas por parte de algunos empresarios que aseguraban que en la Feria se trabajaba doce horas. La diputada de VOX salió en defensa de estas protestas, dirigiéndose a la ministra Yolanda Díaz:

[…] La misma educación que usted tendría que tener para hablar de la Feria de Abril; educación y respeto debido, el que se merece una tradición que tiene casi doscientos años de antigüedad […] ¿Usted quién se ha creído que es para extender un falso bulo sobre explotación laboral en las ferias andaluzas? ¿Pero usted quién se ha creído que es para insultar de esta manera a Andalucía? […] la feria no es de derechas ni de izquierdas, es de España. (Congreso de los Diputados – Canal Parlamento, 2022: 00h46m10s).

Esta defensa por parte de una tradición tan intrínseca de una ciudad concreta pudo despertar recelos —queda ahí la idea de un estudio sociológico que puede resultar interesante—, pero no se detuvo ahí la estrategia de Olona llegando a anunciar que si la Feria de Abril se suspendía iría al Congreso «vestida de flamenca».

El periódico Sevilla Actualidad habló en estos términos, explicando que Macarena Olona «ha vuelto a usar el traje de flamenca, símbolo de la cultura andaluza, para hacer reivindicaciones políticas. Tras «disfrazarse» de flamenca hace apenas un mes, ahora asegura que irá vestida de flamenca al Congreso» (sevillaactualidad, 2022). La portavoz de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez, abiertamente habló de «apropiación cultural» con fines electoralistas (La Razón, 2022).

«España, España, España…» en Andalucía

El centralismo de VOX no es un problema tan grande para este partido en regiones que no sientan una identidad cultural diferenciada de la «española». En estos casos, esa visión centralista se convierte en un aspecto puramente administrativo que puede solventarse con más facilidad que en lugares como Cataluña, País Vasco, Galicia… o Andalucía.

Mario Ortega dejó un artículo en La voz del sur en el que hablaba del poder de la identidad andaluza (La voz del sur, 2020). No se expresa en términos nacionalistas, pero existe.

El primer debate electoral tampoco jugó una buena pasada a la imagen «andalucificada» de Macarena Olona. En su primera intervención pudimos ver a la candidata de VOX presentándose de la siguiente forma: «Soy Macarena Olona, nacida en Alicante y orgullosa de mis raíces. Soy española» (RTVE Noticias, 00h06m37s).

En varias ocasiones, mientras el resto de candidatos hablaban de hogares y familias andaluzas, Olona hablaba de hogares españoles; el candidato de Ciudadanos, Juan Marín, le recriminó esto, diciendo que el subconsciente le había jugado una mala pasada al decir reiteradamente «los hogares españoles» —argumentando Marín que se trataba de hablar de Andalucía—, a lo que la representante de VOX se reafirmó diciendo «los hogares españoles, los hogares españoles, es evidente» (RTVE Noticias, 2022: 00h24m50s).

Como hemos dicho, Andalucía no muestra una actitud nacionalista en términos electorales, pero sí es cierto que a lo largo de los años ha podido generarse un sentimiento de autodefensa por parte de Andalucía respecto a otras zonas de España a causa de muestras de desprecio hacia esta región. Un artículo de El País en 1999 nos hablaba de una tendencia a castigar o «corregir» el andaluz. El extracto en cuestión es el siguiente:

En Málaga, sorprendido porque todos los alumnos de una reputada escuela de hostelería hablaban fino, le pregunté al director por la causa de la masiva presencia de castellanos y me respondió que la gran mayoría eran andaluces, pero que se esforzaban por «hablar bien»; en Cádiz, una locutora de radio pública me contó que cuando empezó a trabajar, hace unos 10 años, la obligaron a desprenderse de su seseo a base de practicar con un lápiz debajo de la lengua; por último, en Sevilla una juez de prosodia vallisoletana me confesó que había perdido su habla natal estudiando las oposiciones porque su preparador la convenció de que «quedaba mucho mejor» explicar el juicio de menor cuantía en castellano que en andaluz. (Ruiz Robledo, 1999).

Una pequeña muestra que, creemos, es paradigmática de una actitud constante respecto a Andalucía en un ámbito, el lingüístico —podemos hablar de la caricaturización de su cultura popular, el menosprecio social…—. Esto, podemos decir, genera una actitud que, si bien no se plasma como rechazo al conjunto de España, sí puede provocar cierto recelo y cierta actitud «a la defensiva» respecto a su identidad y a la relación de la misma con el resto del país.

El politólogo Pablo Simón expresó su opinión respecto a la identidad andaluza de la siguiente manera: «[…] lo andaluz sí que se relaciona mucho con el concepto de “no queremos ser menos que nadie”, y eso cualquiera de Andalucía lo entiende, porque su llegada a la autonomía está totalmente ligada a esa idea» (RTVE play, 2022: 29:37).

Olona ofrece una imagen de andalucismo puramente folklórica y alejada de las raíces de la tierra, que se combina con una sensación de poner continuamente a España en primer plano en sus discursos y en su campaña —recordemos también la frase en la que afirmaba que la feria es española, despojando a Andalucía del patrimonio de una de sus señas de identidad para adjudicársela en España, como se ha hecho con el flamenco y otros aspectos de su cultura popular—.

¿Una estrategia problemática?

Esa peculiaridad de la identidad andaluza, sumada a una candidata alicantina que se esfuerza por mimetizarse con Andalucía solo en aspectos folklóricos, mostrando quizás una interpretación que es vista por muchos como demasiado artificial, proveniente de un partido centralista que apuesta por la eliminación de las autonomías —pensemos que la lucha autonomista en Andalucía fue de una magnitud considerable y costó grandes esfuerzos, con el afán de ser equiparada a las autonomías históricas por el artículo 151 de la Constitución—, no parece haber jugado una buena pasada a la estrategia de Macarena Olona.

Un artículo de Emilio Cabrera, que analiza esta situación en La voz del sur, comienza así «Llegar a Andalucía y autodenominarte como “Macarena de Graná” sin venir a cuento y sin haber estado más que de vacaciones en esta tierra no suena bien ni para un sketch de televisión», para continuar más adelante: «Olona en ningún momento logró quitarse la etiqueta de que no era andaluza. No por no haber nacido aquí, sino porque cada una de sus actuaciones eran como si no hubiera nacido aquí y viniera de turismo» (Emilio Cabrera, 2022).

El tema de la representatividad es problemático dentro de la filosofía política; se puede optar por una imagen de representante semejante o próximo a los representados, que parece ser la idea dominante en buena parte de la política española actual. Dentro de esta línea, hay quienes entienden esta cercanía con una satisfacción de las demandas de los representados, y quienes la entienden «en función del parecido de los elegidos con quienes los eligieron, buscando que sea suficientemente expresiva de la realidad social y se configure como su muestra fiel» (Vargas-Machuca, 2008: 147-152).

Macarena Olona parece haber intentado cumplir la primera vertiente con sus promesas de atender a las demandas de los andaluces —nada nuevo en una campaña electoral— y la segunda con esta estrategia de ser «más andaluza que nadie», lo cual no parece haber conseguido.

Aspectos sociológicos, antropológicos e incluso psicológicos tendrían cabida en un estudio profundo sobre el impacto de esta campaña de imagen para convertir a una alicantina centralista antiautonomista en defensora de Andalucía, con todas las connotaciones que tiene esta tierra.

Como dice el artículo arriba mencionado, bastaba con «no meter la pata» para que VOX lograse un mayor ascenso. Es cierto que esta región fue la primera en la que el partido de Abascal obtuvo representación autonómica, pero parece que ese apoyo no era tan incondicional como para pretender que Andalucía cambiara el verde de su bandera por el verde centralista de VOX.

Bibliografía:

1 Moreno Bonilla nació en Barcelona, pero a los tres meses de vida se trasladó a Andalucía, pues sus padres eran de este lugar.

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