El beef de Residente también es política

O quizás es sobre todo política. Para algunos amantes del género, el salseo y la música, la nueva sesión del productor argentino Bizarrap con el rapero puertorriqueño es un ‘bluf’ porque, o bien musicalmente deja mucho que desear, o bien la lírica en alguna de sus partes es de risa o “es un viejo acabado del que nadie habla y necesita nueve minutos a costa de otro para ser alguien”. Esta última apreciación la defienden los seguidores de Balvin, evidentemente.

Bueno, no creo que sea nada de eso. En un mundo digital lleno de banalidades, lo superficial -lo poco pensado pero muy reaccionado- es opinar sobre este tema así. Dedicándole los diez minutos que te dura el hype y pasando al siguiente tema que sea tendencia en redes sociales.

Escrito por Mónica Contreras.

No voy a culpar a nadie de vivir las cosas como nos exigen los cánones hoy día: desde la simpleza que ofrece un sistema líquido e hiperdinámico. Tampoco voy a ponerme exigente. La música es personal y como bien dijo Alaska en una entrevista de la Ser, “no podemos meternos ni en las letras, ni en los libros, ni en las películas de nadie. Si no te gusta, no la consumas”; pero sí que es cierto que el impacto social que ha tenido este track merece un análisis a la altura de la sociedad que lo ha viralizado.

Podéis encontrar el contexto del beefeo entre Residente y J Balvin en cualquier hilo de twitter  pero en resumen, todo comienza cuando el colombiano pidió públicamente boicotear los Grammy Latinos de 2021 por “no respetar al género”, aunque un año antes -con 13 nominaciones- no tuvo queja alguna. A raíz de la polémica, la tiraera entre ambos artistas se fue sucediendo por redes sociales hasta llegar aquí. A un tema viral con cierto sentido profundo, como es costumbre en las composiciones del componente de Calle 13: Desde la educación musical que le llega a las nuevas generaciones, pasando por la crítica hacia una industria pendiente de hacer mucho dinero gracias al postureo, y la banalización de cuestiones como la salud mental, el racismo, el machismo o las revueltas callejeras en contra de la clase política latinoamericana.

Los nueve minutos de Residente en cabina nos describen muy bien la realidad de nuestros días. Una realidad que tras pasar por la pantalla de los móviles pierde la dignidad para convertirse en una máquina de hacer dinero para los de siempre a costa de los de siempre. Que usa las problemáticas de las generaciones que más consumen ese género musical (el urbano, el del afrotrap, el rap y el reggaeton) para banalizarlas y ensalzar a personajes construidos como “ejemplos a seguir” de las y los chavales de hoy. Personajes que viven en mansiones con garajes llenos de coches de fantasía y visten con ropa cara gracias a los views que la gente de a pie les proporciona.

A mí, esto último me chirría menos, porque es lo que pasa en cualquier trabajo del mundo occidental que se haya endiosado, como el deporte masculino. Pero puedo llegar a entender el peligro que supone, cuando a día de hoy, en las calles de cualquier barrio humilde de EEUU hay niños asesinando a otros por tal de robarles sus zapatillas de marca.

René es un tipo que desde que inició su carrera ha trabajado por y para la dignidad de su identidad personal. Consciente de la clase a la que pertenece, de las circunstancias entre las que ha crecido y el poder que la música puede darle a la gente para incluso, “tumbar a presidentes”, como bien menciona en la sesión de Biza. A lo largo de su amplia trayectoria nada se le puede achacar. Sus letras siempre han servido para crear conciencia social, lo que siempre ha sido el rap antes de centrarse en cocaína y prostitutas. Se ha construido su propio trono entre los más respetados del género, y es todo un referente social para América Latina. Y todo gracias a luchar por su independencia creativa y escribir desde las ideas en las que cree. Si esto no es ser un animal político, no sé qué o quién lo es.

Partiendo de esta base -que es mas bien un gran escalón-, me parece justo desgranar algunas de las críticas que se sueltan en este tema que alcanzó los 22M de visualizaciones de Youtube en 22 horas.

Empezando por la justificación que Residente le da al tema antes de empezar a tirar: ajustar un par de cuentas pendientes “antes de que llegue Milo”, su hijo. El compositor de 44 años, ya está pendiente del legado que va a dejar. De cómo trasmitir esa conciencia de clase (esa pertenencia a una comunidad cultural concreta), a un niño que, como tantos otros, está creciendo rodeado de todo el materialismo y la digitalización posible.

Vigila cuáles van a ser los referentes culturales de las nuevas generaciones y se siente intranquilo al ver cómo la industria y todo el que se vende a ella, están acabando con cualquier atisbo de crítica social. Cómo el marketing es a la música, lo que es a la política también: una manera de gestionar las ideas, las personas y los problemas como productos para ganar dinero, likes o liderazgos efímeros.

Durante el resto del tema, se viste de Don Quijote para desenmascarar al “caballero de los espejos” que en esta ocasión tiene el nombre de J Balvin, pero que podrían ser tantos otros. Y en estos minutos, aunque la tiraera sea el funeral de Balvin -como muchos lo han calificado-, es una crónica exquisita de cómo funciona la sociedad global en realidad.

No se hace nada por el prójimo pero se le menta para ganar likes. Se dan discursos sobre el papel de las mujeres cada 8M pero el resto de días nos pasean con cadenas como perros. Hablamos de ansiedad y depresión con frialdad tratando de dar lecciones de lucha al resto del mundo para que sepan cómo se sale de la tristeza. O como blancos, adoptamos la cultura afro sin interesarnos por saber de dónde viene o tan siquiera tener respeto por ella, y por todos y todas las que consiguieron hacerla mainstream mientras sufrían la violencia de un sistema hecho por nosotros, los que ahora llevamos cadenitas de oro en el cuello.

En definitiva, y por no convertir este artículo en otro beef, Residente nos enseña la superficialidad con la que se vive hoy día en la aldea global. Cómo es mas importante construir una imagen de cara al resto que construirte tú en tu circunstancia local. La necesidad constante de gustar a otros por encima de gustarte a ti mismo. Vivir en el turbocapitalismo, que produce y consume con tanta rapidez que no te deja tiempo ni para eructar el sabor de una simple tostada de mantequilla bajo el sol.

Me encantan las canciones que interpreta J Balvin. En general, me encanta consumir contenido vacío, simple, que me aleje de los tormentos de la complejidad de hoy día. Pero me encanta aun más que de vez en cuando, los grandes intelectuales (como Residente en lo suyo, o Daniel Innerarity) salgan a gritarnos que la complejidad no se soluciona ignorándola, sino mirándola de frente el suficiente tiempo como para que la incertidumbre que nos genera se convierta en pequeñas acciones de certeza. Y el temazo de René es una de esas pequeñas acciones.

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