Tras semanas observando cómo Madrid se erigía en el centro de todos los debates, por fin terminó una de las campañas electorales más tensas, agresivas y menos programáticas de los últimos tiempos. Un modelo de campaña en negativo que, con cada vez más frecuencia, domina nuestros tiempos. Todo ello, pese a tratarse de unas elecciones autonómicas y que además, debido a su carácter anticipado (recordemos, todo empezó en Murcia) pueden considerarse como unas “midterm” al estilo norteamericano y en las que el gobierno disfrutará de una legislatura de tan solo dos años.
Escrito por Pablo Martínez Freile.
La rotunda victoria de Díaz Ayuso superando holgadamente al bloque de los tres partidos que componen el espectro ideológico de izquierda, como mínimo, merecerá un análisis más detallado en el futuro y que con seguridad se estudiará desde el ámbito de la comunicación política y de las campañas electorales. No solo por el elevado voto que ha cosechado la líder del PP, sino también por las implicaciones en el resto de partidos: la histórica derrota electoral del PSOE, la retirada de Iglesias en la política institucional, el sorpasso de MM con Mónica García a la cabeza y la desaparición de Cs de la Asamblea madrileña.
La idea de proponer las elecciones madrileñas a modo de plebiscito sobre su gestión, o bien desde la perspectiva opuesta, sobre la gestión de la pandemia por parte de la coalición del gobierno nacional bajo eslóganes dicotómicos como “comunismo o libertad” que apelan al voto emocional, ha resultado ser un éxito. Y esto es solo una prueba más que verifica la tesis de la política del marketing y del espectáculo que lleva años popularizándose, basada más en los sentimientos y las pasiones que en los programas políticos.
Se plantea el presente análisis con el propósito de establecer en líneas generales cuáles son algunas de las consecuencias directas que tendrán a nivel nacional los resultados electorales para los partidos de derecha.
Partido Popular: Ayuso arrasa al bloque de izquierdas
El principal objetivo que buscaba la presidenta madrileña a través de la convocatoria electoral era el de ampliar su mayoría parlamentaria atendiendo a la que hoy ya no es solo presumible, descomposición de Ciudadanos, en su objetivo de maximizar su electorado provocando la implosión del partido naranja y que de manera clara ha conseguido. Ayuso ha sido quien en casi todo momento –salvo tras la irrupción de Iglesias y el debate de la SER- ha dominado los marcos de debate o “frames”, logrando así imponer su retórica sobre la “Libertad” y una reminiscencia de la vieja normalidad (no cerrar los bares) en clara ventaja sobre sus contrincantes. Un relato bien construido desde el inicio de la pandemia que nos lleva a pensar en que estas elecciones estaban en su mente y en la de su “spin doctor” Miguel Ángel Rodríguez desde hace tiempo.
Pese a la evidente repercusión a nivel nacional, en buena parte explicada por la sobreexposición mediática a la que hemos sido sometidos, conviene ser cautos y no extrapolar los resultados electorales a la esfera nacional del partido de forma simplista. Si bien es cierto que Ayuso ha fortalecido su liderazgo regional ampliando en 35 los escaños obtenidos en 2019 (peor resultado de la historia del PP madrileño) en un contexto multipartidista, cabe mencionar por lo menos tres razones que nos sirven para contextualizar los escenarios que enfrentará el PP a nivel nacional próximamente:
- El éxito del “madricentrismo” o eso que podemos denominar como nacionalismo madrileño puede no tener un equivalente plenamente aplicable al resto de CCAA en las cuales el PP tiene su marca propia como Galicia, o en aquellas en las que aún gobierna en sintonía con Cs como Andalucía o Castilla y León.
- El discurso agresivo que ha seguido Ayuso en esta campaña para disputarse su electorado potencial con Vox, entre el que era muy bien valorada, muy posiblemente no obtenga los mismo réditos electorales a nivel nacional donde Vox parece seguir creciendo.
- Aunque Casado puede respirar aliviado, ya que desde un primer momento respaldó la arriesgada épica electoralista de Ayuso y con ello la posibilidad de perder su bastión hegemónico, una derrota podría haber provocado una hecatombe interna. Su problema principal reside en las dudas que genera en su estrategia nacional. En los últimos meses ésta se ha resumido en vaivenes por competir con la ultraderecha al mismo tiempo que competía por el centro derecha. No sería de extrañar que ahora sea él quien tome nota del discurso ayusista.
En síntesis, la victoria de Ayuso debe entenderse en clave de su figura política y su condición de principal opositora a Sánchez por encima de su propio secretario general y no necesariamente ha de trasladarse a una confianza plena en Casado por parte del electorado de la derecha. No se debe olvidar que la victoria madrileña no se entendería sin los matices personalistas de la campaña, la creación de una marca propia del PP madrileño al estilo Aguirre y más importante todavía, sin las fugas de votantes no solo de su electorado potencial (Cs y Vox) sino como se presume, también desde ciertos sectores de la izquierda y la movilización de jóvenes y abstencionistas.
Vox: Supera el reto de competir contra su homóloga
El resultado discreto de Vox se explica fundamentalmente por el hecho de enfrentarse a Ayuso. En una campaña en la que empezaron pasando desapercibidos, han acabado yendo de menos a más. Han ido recuperando fuerza y especialmente presencia mediática. En primer lugar, gracias a la omnipresencia de su líder apareciendo como jefe de campaña en mítines como el de Vallecas y a través de la estrategia de provocación y confrontación directa reflejada en los debates de Telemadrid, la SER o en la colocación de los carteles del metro, que han terminado por mantener a su votante más identitario; aquel movido por su rechazo a Iglesias y Sánchez.
Podría resultar paradójico pero en relación a sus aspiraciones en el ámbito nacional, Vox puede verse beneficiado indirectamente de la arrolladora victoria del PP. Ni antes ni ahora ha tenido incentivos para entrar a formar parte del gobierno de Ayuso y menos como una fuerza tan minoritaria. A menudo, la política nos dice que el desgaste experimentado por los partidos minoritarios en las coaliciones de gobierno es ampliamente mayor al que sufren los socios mayoritarios. Esto unido a su discurso radical populista con matices antiestablishment o antipolíticos podría generarle problemas en su carrera por convertirse en el partido hegemónico en la derecha española. No tiene demasiado poder de negociación dada la correlación de fuerzas puesto que el PP suma más que la izquierda y podría gobernar en minoría, así que seguramente facilitará el gobierno de Ayuso con su abstención y sin entrar a formar parte del mismo.
En cualquier caso, en el territorio nacional las lógicas personalistas que imperaban en estos comicios se invierten entre los dos partidos principales de la derecha. En el caso madrileño, los votantes de Vox valoraban de forma más positiva a Ayuso que a la propia Monasterio y en el caso nacional no ocurre del mismo modo y de hecho, parte de los votantes del PP de Madrid podrían redirigirse a Abascal en vez de a Casado.
Ciudadanos: El preludio de una muerte anunciada
La debacle de un partido que hace solo dos años cosechó 26 escaños en la CAM. Aquí se podría volver a hacer una referencia a lo ocurrido en Murcia hace menos de dos meses, sin embargo los problemas no se limitan únicamente al terreno electoral sino que también afectan al ámbito interno y vienen de lejos. El hecho de que el PP haya logrado fagocitar Cs en la Asamblea de Madrid acelerará el proceso de descomposición que lleva gestándose desde las últimas elecciones generales y que se ha visto acrecentado en 2021 por los resultados obtenidos en Cataluña, el trasfuguismo y la salida de sus mandos intermedios y territoriales hacia la agrupación popular.
Por otro lado, se ha confirmado, al contrario que en Cataluña, que el votante madrileño de Cs estaba más a la derecha en el espectro ideológico. El CIS, al margen de los evidentes errores en intención de voto, quizás también infravaloró los índices de transferencias de Cs hacia el PP (en torno al 50 %) y que sí se podían apreciar en las valoraciones de los mismos a los respectivos candidatos, Bal y Ayuso.
En resumen, la situación en Madrid ha dejado un escenario de reconfiguración en la derecha española que afecta a lo nacional principalmente por el derrumbe de Cs, y concretamente es esa reconfiguración lo que permitirá al PSOE un margen para recomponerse –el peor resultado de su historia en la CAM-. De momento, no sabemos si la transmisión de votantes de Cs al PP se trasladará a otras geografías del territorio español ni en qué medida el final del idilio de estos dos partidos se puede contagiar y Juanma Moreno se decide a convocar también elecciones anticipadas en Andalucía de aquí a unos meses e intentar así, absorber el electorado de su socio de gobierno.
Tendremos que esperar unos días para comprobar qué estrategia adopta Casado para la directiva nacional en términos de discurso. Sí resulta más lógico pensar en que aunque hayan pasado las elecciones madrileñas seguiremos viviendo bajo el paraguas de la polarización y de la campaña permanente y la presión de los populares sobre Sánchez puede verse agudizada. Por otro lado, también parece claro que no cabrá un cordón sanitario a Vox como pedían los partidos de izquierdas, ya que atendiendo a la descomposición de Cs, la única forma de gobierno posible para el PP pasa por su apoyo. No obstante, esa estrategia tiene grandes limitaciones de cara a formar un gobierno con mayoría absoluta en el horizonte de unas elecciones generales en 2023, puesto que los partidos regionalistas, que son los que hoy en día por su peso electoral sostienen la coalición, impedirían a toda costa un gobierno en el que participe Vox.