El viernes 13 el Gobierno de España anuncia la aplicación del estado de alarma. Desde entonces, no terminamos de acostumbrarnos a no poder pasear por las calles por las que antes paseábamos; no ver a nuestros seres queridos; y, en definitiva, no poder hacer nuestra vida normal. La democracia parecía invencible en Occidente.
La restricción de la libre circulación, el cierre de fronteras y el confinamiento de territorios y el estricto control de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en nuestro país parecían elementos propios de la ficción, de un relato distópico sacado de Black Mirror. Sin embargo, son las medidas que se han tenido que aplicar irremediablemente para contener la propagación del virus y aplanar así la ya conocida “curva” del COVID-19.
En este momento de gran incertidumbre, cabe preguntarse cómo será nuestra sociedad tras esta crisis.
Por un lado, se está produciendo un cuestionamiento del propio sistema político y se empiezan a intuir las amenazas que aparecerán en el futuro. Pero, por otro lado, también están apareciendo una serie de oportunidades no tomadas tan en consideración con el ritmo de vida anterior a la crisis, que también merecen la pena que sean puestas en valor.
- 1. Comunicación de crisis: la sociedad necesita un plan claro
- 2. Información veraz: epidemia de virus, pero también de bulos
- 3. Economía global: un virus originado en Wuhan puede hundir nuestra economía
- 4. Otra nueva crisis: ¿vía libre para la ultraderecha?
- 5. Neoliberalismo: el bienestar colectivo por delante de la libertad individual
1. Comunicación de crisis: la sociedad necesita un plan claro
Toda comunicación de crisis de los gobiernos debe tener en cuenta ciertos aspectos fundamentales:
- Mientras que las organizaciones piensan en los hechos, la opinión pública entiende de percepciones. Por ello, el punto de partida es gestionar las emociones colectivas. Para ello es imprescindible explicar un plan definido y visualizar el esfuerzo y la unidad de mensaje.
- La comunicación ha de ser constante, con información actualizada y veraz, enmarcada en un relato coherente. Los vacíos tienden a rellenarse con incertidumbre y miedo.
- Para transmitir más seguridad es necesaria la participación de portavoces con perfil técnico, que transmitan el mensaje de forma simplificada sin perder rigor.
En España, tras un largo periodo de inestabilidad política con cuatro elecciones generales en cuatro años, parecía que se empezaba a respirar algo de tranquilidad con el nuevo Gobierno de coalición progresista.
Pero la hoja de ruta marcada se ha roto y la llegada del coronavirus ha puesto en marcha los equipos de comunicación de crisis de los gobiernos.
Sobre la gestión de la crisis del Coronavirus
Puntos negativos: la falta de anticipación y el descontrol de algunas situaciones (la falta de recursos en los centros sanitarios, la masiva salida de transeúntes de Madrid a las costas o la vuelta al trabajo el lunes); algunos errores en la unidad de mensaje entre los diferentes territorios (el caso de las peluquerías, el cierre de la Comunidad de Madrid o el artículo 155 encubierto); y la respuesta inversa de cierta parte de la población a lo que debería ser la “distancia social” (auge del racismo, demonización del 8M, o el desabastecimiento y las peleas en los supermercados).
Puntos positivos: la participación de personal técnico en las portavocías (el caso de Fernando Simón o la participación de Sonia Zúñiga en entrevistas); la unidad de mensaje en todo el territorio y la apariencia de lealtad institucional; y la progresiva toma de concienciación de la ciudadanía (#yomequedoencasa).
2. Información veraz: epidemia de virus, pero también de bulos
El peligro de la desinformación en tiempos de posverdad, en plena crisis por una pandemia alimentada por la teoría de la conspiración, multiplicado por la capacidad de viralización en redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea, intensifica otra epidemia ya conocida: la proliferación de noticias falsas.
A pesar de los esfuerzos de organizaciones como Maldito Bulo a la hora de contrarrestar información falsa, cada vez se hace más evidente la necesidad de contar con una agencia pública para combatir la epidemia de bulos. La democracia solo es concebible si la ciudadanía participa en la misma teniendo información veraz.
Mientras tanto, el rol de los medios de comunicación es imprescindible en la transmisión de información rigurosa, amparada en fuentes oficiales. A diferencia de lo que estamos viendo en algunos casos, los medios deberían trasladar un mensaje de tranquilidad, así como dejar de lado las preguntas relacionadas con las peleas internas de los partidos, y procurar hacer la información lo más accesible posible para la opinión pública.
Como aspecto positivo, merece la pena destacar la humanización que se está produciendo en la tecnología, y en las redes sociales, en particular. En lugar de hacer un uso frívolo y superficial de las mismas, se están empleando para lo que siempre tuvieron que ser: una herramienta que nos permita tener vínculos más estrechos cuando estamos en la distancia. La colaboración masiva de la amplía mayoría de la ciudadanía y el papel que están jugando personajes públicos como prescriptores, están siendo fundamentales en la construcción de la acción común para la superación de la crisis.
3. Economía global: un virus originado en Wuhan puede hundir nuestra economía
Aún no es posible calcular el impacto que tendrá la crisis del COVID-19 en la economía, pero ya están todas las alarmas encendidas ante la hecatombe que se aproxima. Se está tapando la hemorragia con medidas en el corto plazo, pero cada vez se va intuyendo que se aproxima una crisis con una virulencia similar a la de 2008, a la espera del plan que se decida aprobar en la Unión Europea.
La paralización de la economía en un país como España, tan dependiente del sector terciario, pone de nuevo en agenda un viejo debate sobre el bajo valor añadido y la fragilidad de ciertos sectores que conforman nuestro modelo productivo.
Por poner un ejemplo: el caso del turismo como uno de los principales motores de nuestra economía. Se trata de un sector estratégico fundamental en el país, ya que su aportación en la economía nacional es equivalente al 11,7% del PIB y representa el 12,8% del empleo total del país. En una comunidad autónoma como la andaluza estos datos aumentan: 13% del PIB andaluz y más del 13% de la población ocupada de la Comunidad. Sin embargo, el peso de estos porcentajes no se corresponde ni con calidad del empleo, ni con el respeto al medioambiente, ni con el respeto derecho al lugar. Tampoco con la capacidad de resistir la embestida que se aproxima.
Pero no es solo el turismo, sino la industria agroalimentaria y pesquera, las pymes y los autónomos, o el elevado porcentaje de trabajadores temporales de nuestro país. Para todos ellos, hará falta un plan.
4. Otra nueva crisis: ¿vía libre para la ultraderecha?
La gestión de esta crisis puede propiciar un aumento de la simpatía de los representantes públicos en el gobierno, como consecuencia del efecto estudiado en la ciencia política como el cierre de filas. Pero también puede promover la aparición de otro nuevo momento populista con el protagonismo en otro actor político.
La crisis del COVID-19 llega un momento en el que aún no había llegado la recuperación de la anterior depresión económica de 2008 en muchos de los hogares españoles. Con este caldo de cultivo, ciertos postulados de la ultraderecha, aún percibida como fuerza política outsider y sin responsabilidades de gobierno, pueden alcanzar su momento populista.
El cierre de fronteras y la criminalización del inmigrante o la irresponsabilidad de la celebración de las manifestaciones del 8M para atacar falazmente al movimiento en su conjunto, todo ello enmarcado en un mensaje patriótico que apele a valores como la autoridad, pertenencia y libertad negativa, podría resultar una opción atractiva para sectores de la población que puedan verse castigados. En definitiva, la puesta en escena del marco del padre estricto descrita por Lakoff.
5. Neoliberalismo: el bienestar colectivo por delante de la libertad individual
Tal y como describía Manuel Romero en Twitter “hace falta una epidemia vírica para darnos cuenta que hay algo más importante que la libertad individual: el bienestar colectivo”.
La sociedad está tomando conciencia y la defensa de lo común por encima de lo individual está teniendo su máximo exponente en el aplauso diario a la sanidad pública. Un punto de encuentro que va más allá del reconocimiento a la labor de los y las profesionales de la sanidad pública, en el que se proyecta la esperanza de la salida de esta crisis. Podría ser entendido, de alguna manera, como lo que en la teoría populista se conoce como un significante vacío.
Construir una posición hegemónica a partir de esta oportunidad es la mejor forma de desarticular un posible ascenso de la ultraderecha, que buscará nutrirse de las contradicciones que genere la crisis venidera.
En conclusión, la situación originada por la pandemia del coronavirus está provocando nuevos debates y anticipando otros que pueden que se den en el futuro. En algún momento está crisis acabará y recuperaremos la normalidad, aunque quizás con la mentalidad cambiada.
Mientras tanto, las instituciones públicas deben aprovechar este momento para anticiparse a las amenazas que están por venir. El aplazamiento del pago de las hipotecas, el control de la sanidad privada o la prohibición de cortar la luz, el agua y el gas en los hogares, son buenos puntos de partida.
Nosotras y nosotros podemos aprovechar para reestructurar nuestra escala de prioridades y poner en valor algunas cuestiones como: el peso de los cuidados y la corresponsabilidad; la incorporación del teletrabajo; o la necesidad de consumir productos que no necesitamos para ser felices. En definitiva, repensar si el ritmo anterior nos permitía verdaderamente poner la vida en el centro.