La manipulación mediática no consiste en hacerte pensar de determinada manera sobre un tema, sino, simplemente, en hacerte pensar sobre un tema.
A estas alturas ni el más ingenuo de los ciudadanos podría defender que la realidad social es objetiva, que está dada y que, por tanto, no es producto de una construcción social más o menos sofisticada de la que se encargan las élites políticas y mediáticas. Sobre la premisa constructivista de la realidad social y de la opinión pública surge un tradicional debate al respecto de cómo se produce la manipulación cognitiva de los hechos. Hay quien defiende cándidamente que los medios de comunicación nos hacen pensar de una determinada forma sobre algo, siendo el mayor esfuerzo de cualquier equipo de redacción no tanto seleccionar qué noticia dar, sino cómo darla, es decir, qué contenido se asocia a la información, ya que la noticia, en su condición de asunto relevante y de interés, es externa a la cocina periodística. Esto sería parecido a afirmar que lo que les preocupa a los parlamentarios de un colegio no es definir qué asignaturas se dan, sino qué dar en las asignaturas. Nunca ha sido así aunque lo parezca. Las probabilidades de desarrollar cierto pensamiento al estudiar una asignatura son tan altas que el efecto de enfoque de la asignatura resulta insignificante estadísticamente.
Sin duda, es importante conformar una posición mayoritaria sobre una información, frecuentemente presentada como objetiva, pero los sesgos ideológicos del espectador hacen que rara vez se pueda reconducir un posicionamiento previo sobre un asunto, máxime cuando la gente consume el medio que mejor atiende a sus expectativas sobre el mundo o, en cierta forma, el medio que más le complacerá, confirmándole que, efectivamente, la vida es como pensaba. Por eso, la manipulación mediática tiene que ver, como bien explican los profesores McCombs y Shaw asumiendo los estudios de Cohen, con el establecimiento de la agenda del público (conjunto de asuntos que los medios determinarán que son relevantes y sobre los que pensarás a diario). ¿Por qué abrir el telediario con una noticia sobre datos macroeconómicos y no sobre accidentes laborales? ¿Por qué el titular del periódico esta mañana está dedicado a Cataluña y no a un informe sobre exclusión social? Estos pares de noticias no tienen una prelación entre sí determinada y objetiva; cada una de ellas favorece el marco interpretativo de un actor político, así que, digan lo que digan sobre datos macroeconómicos, aunque un pequeño porcentaje de los receptores tenga la capacidad de generar una opinión crítica sobre el tema, la mayoría trasladará la noticia a su interior pensando que los datos macroeconómicos son algo realmente importante. Si ese proceso de interiorización de la relevancia se traslada a una campaña electoral, cuando alguien hable sobre accidentes laborales captará menos la atención que aquel que lo haga sobre el Producto Interior Bruto, sin tener ambas cosas una naturaleza que las haga de por sí diferentes para la opinión pública.
Estamos ya en condiciones de adentrarnos en el mágico mundo de las escaletas, esos resúmenes sobre lo que debe acontecer en el programa con expresa referencia a los tiempos de duración de cada contenido y las duraciones acumuladas, su formato (conexión en directo, totales…), las indicaciones técnicas sobre cámara (tipo de plano) y las bonitas conexiones entre caretas de entrada, cortinillas y ráfagas con sintonías informativas épicas que hacen temblar tu corazón rememorando algún momento importante de la historia.
Veamos un ejemplo ahora de cómo se conjugan los conceptos de manipulación mediática, agenda setting y escaleta, que también son aplicables a la prensa escrita cambiando el concepto de escaleta por la situación espacial de la noticia.
Día 12 de enero de 1990 en algún país europeo, las agencias de noticias remiten por la mañana seis notas: veinte maestros de un colegio rural acuden a la capital para denunciar su cierre; un vecino de Shannon encuentra a una pareja muerta en el fondo de un barranco; el nivel de déficit se ha reducido en dos puntos desde que el Gobierno del Sr. Hacker tomó posesión; desciende el desempleo hasta niveles de 1970, aunque los salarios bajan con respecto al año pasado; Israel incrementa la tensión en Oriente Medio, y el FMI continúa reivindicando los ajustes económicos en los países de África como condición para seguir recibiendo los créditos blandos del Banco Mundial. Con el último sonido del fax se terminan de servir los cafés en dos redacciones de televisión. La primera de ellas es un medio público dentro de un gobierno conservador; la segunda es la principal televisión privada del país, más cercana a las líneas editoriales progresistas. Comienza el mambo.
Las noticias relacionadas con política internacional suelen agitar conciencias solidarias, ya que está bastante instalado en la conciencia ciudadana que el mundo es gobernado por unos pocos países que le extraen todo lo posible a otra gran mayoría de países. Darles un excesivo protagonismo puede poner en un aprieto al gobierno, que por lo general hará lo que diga el Ala oeste o el Kremlin, si se trata de un exótico destino imaginario. Israel, como un ritual permanente, se deja para el final, justo después de alguna riada y justo antes de una exposición de autor con nombre impronunciable. Tal vez el Banco Mundial ni siquiera entre, aunque se incluya en previsión. Se ve como una noticia lejana, ¿a quién le puede interesar eso? “Recuerden que vivimos de la audiencia”, gritan ambos jefes de informativos.
Ahora es momento de decidir qué va primero: el suceso del día, infalible para despertar al morboso ciudadano medio, o los buenos datos económicos del Gobierno. Está claro que los buenos datos del Gobierno iniciarán el telediario en la televisión pública, aunque, para no perder el gancho, se le dedicará más tiempo a la pareja presuntamente asesinada en Shannon, con conexión en directo incluida. “Y cambiamos radicalmente de tema para hablar ahora de empleo”, leen en el teleprónter los treintañeros presentadores de las dos cadenas. La pública, como era de esperar, dedica al menos tres cuartos de la noticia a la reducción de las tasas totales de demandantes de empleo, noticia que hilará con un “más noticias sobre buenos datos económicos y es que en los últimos años el Gobierno ha logrado reducir en dos puntos los niveles de déficit público”. Mientras, la privada progresista pondrá el acento sobre las condiciones del trabajo creado y, más que informar sobre los dos puntos porcentuales de reducción del déficit, dará paso a un vídeo sobre el Gobierno, “presentando nuevos datos macroeconómicos esta mañana ante los medios”.
Nadie miente, simplemente nadie cuenta lo que no le interesa. Vamos ajustados de tiempo; tienen que entrar los de deportes y el sumario se ha alargado demasiado por meter el total de Sr. Hacker anunciando los buenos datos de déficit, en el caso de la pública, y por las declaraciones del costumbrista lugareño contando cómo su vida dio un giro al mirar al fondo de ese barranco, en el caso de la privada. No queda tiempo para los maestros del colegio rural cerrado; tal vez en el informativo de la segunda cadena puedan reutilizarlo.
Recogiendo la mesa mientras termina el tiempo, la vida sigue sin mucho sentido. Las noticias, aparentemente, eran los hechos más importantes y casi no ha pasado nada importante que no me hayan contado. Porque las cosas importantes las cuentan. A su manera, pero las cuentan, dice un entusiasta sistémico antes de reengancharse a su trabajo a jornada partida. Manipulación completada exitosamente un día más: la agenda de los medios consiguió escribir en la mente de John los temas más importantes de ese 12 de enero y así muchos meses más. Llegaron las elecciones y John simplemente tuvo que pensar entre creación de empleo y salarios bajos, con un poco de seguridad ciudadana de por medio, convencido de que sabía muy bien lo que de verdad se jugaba su país en aquel ballot.