El pasado 18 de mayo se dio a conocer el NYXBT, el primer índice de una bolsa mundial –la bolsa de NY- expresada en divisas digitales. Sí, como lo leen, divisas digitales. Monedas de mentira, informatizadas, intangibles, respaldadas con divisas reales, que son utilizadas para transacciones entre particulares.
Pero bien, el objeto de este artículo no es el Bitcoin (así se llama la moneda digital), sino otro tema que nos coge un poco más de cerca a todos por estar sobre la mesa en la tertulia política: las monedas sociales. Actualmente, se han dado a conocer en periodo electoral de la mano de Ada Colau, futura alcaldesa de Barcelona por Barcelona en Comú (BComú).
Es una medida que ha dado mucho que hablar por ser, cuanto menos, peculiar, y es que, según el propio programa electoral de dicho partido, será el propio Ayuntamiento el que promueva esta nueva divisa local, impulsándola a través de su utilización en el pago de subvenciones municipales, como parte del salario de los funcionarios, etc… O dicho de otro modo, el propio Ayuntamiento de Barcelona sería el Banco Central de la nueva divisa local (de nombre aún desconocido).
La principal justificación a favor de la implantación de esta nueva divisa local es que ya existen otras monedas alternativas en el mundo de similares características. Así, se nombra en el programa a la Bristol pound, la Sol-violette , la SoNantes y la WIR. Todas ellas han coadyuvado, como moneda complementaria a la divisa oficial del país, a fortalecer la economía y el comercio local, posibilitando unas mejores y más fluidas transacciones económicas entre los consumidores y empresarios de la zona.
No podemos poner en duda que la experiencia haya sido positiva por una razón muy sencilla: todas y cada una de las divisas antes mencionadas han sido emitidas por entes privados, con o sin ánimo de lucro, y aún perduran. Ésto nos lleva a una conclusión clara si aplicamos la propia lógica del sistema capitalista: si el producto –la divisa- no funciona, las empresas no obtienen beneficios, por lo que no les compensa seguir produciendo –en este caso controlando el correcto funcionamiento de la divisa alternativa y comerciando con ella- y, con el paso del tiempo, su uso desaparecería.
La intención de BComú -según puede deducirse del programa- es bien distinta. No pretende favorecer la creación por parte de la ciudadanía de nuevos medios de intercambio que faciliten el comercio local. Pretende que sea el propio Ayuntamiento el que cree esta moneda y el que la ponga en circulación. Ya no serán entes de naturaleza privada los que manejen el desenvolvimiento de esta nueva divisa, será un ente público el que actuará como Banco Central.
Y bueno, si a nivel privado ha funcionado, ¿cuál es el problema de que sea gestionado por un ente público? A mi modo de ver, los riesgos son los propios derivados de las actuaciones de los políticos, que muchas se ciegan veces sus ideales, y sus actos se vuelven del todo inoportunos, pifiando lo que en principio puede ser una buena iniciativa. Con toda probabilidad se desnaturalice su uso, como demuestro a continuación.
Parémonos a analizar la situación en la que se encuentra Barcelona. Según Sielocal (empresa dedicada a la emisión de informes económicos), Barcelona es el segundo Ayuntamiento más endeudado de toda España. Cuenta en su debe con más de 1.000.000.000€, ¡que no es poca cosa! Esta deuda, que casi con toda seguridad aumentaría debido al incremento gasto público que acometería la nueva alcaldesa, sería como una bola de nieve, que al final se hace gigante e incontrolable. Una divisa propia del Ayuntamiento le vendría genial para pagar salarios de funcionarios, microcréditos a empresas, subvenciones… los cuales llegado un momento determinado no podría pagar si no se contara con una divisa alternativa. Sí, esto es exactamente lo que pretende hacer Ada Colau con la nueva divisa.
Por lo tanto, una vez demostrado el riesgo que conlleva que un Ayuntamiento tan endeudado haga suyo un nuevo sistema monetario local parcialmente coactivo (en tanto ciertas transferencias municipales se realizarían en dicha divisa obligatoriamente), ¿qué consecuencias tendría para los ciudadanos? Aquellos funcionarios que cobraran en la nueva divisa, verían como su dinero vale cada vez menos, dado que la moneda estaría muy devaluada, y su cotización respecto al Euro iría aminorando poco a poco. Lo cual nos conduciría a una muy probable situación de inflación local que, dadas las características de Barcelona como metrópoli, posiblemente contagiaría al resto de la zona, llegando a afectar incluso a la economía de Cataluña.
A mi modo de ver, la nueva divisa (bien llevada a cabo) puede traer muy gratas consecuencias para la población. El riesgo viene en la mala gestión que pueda hacer el Ayuntamiento de ella, que, como he demostrado, es bastante alto. Esperemos que los nuevos gestores de esta moneda sean capaces de hacerla triunfar tanto, que pueda crearse un índice en la Bolsa de Barcelona con su nombre, y no se quede únicamente para jugar al Monopoly con ellas.