AVISO SPOILER: El siguiente artículo contiene spoilers de Black Panther.
Las películas de superhéroes ya no son lo que eran. De existir un mensaje implícito, donde lo principal eran las persecuciones, los superpoderes y los grandes dilemas morales, han pasado a tener un mensaje explícito, para tratar temas candentes como el feminismo o la discriminación racial y étnica. Ya se vio en Wonder Woman y Black Panther, de Marvel, sigue la estela de poner sobre la mesa problemas, en este caso no ya de la comunidad negra en Estados Unidos si no de todo el continente africano.
Para ello viajaremos a Wakanda, un país ficticio que se presenta como pobre y despoblado ante la comunidad internacional pero que, gracias al vibranium, poseen una riqueza y calidad de vida comparable a la de cualquier país desarrollado, con una potencia militar e influencia internacional que rivalizaría con los propios Estados Unidos. Con una monarquía absoluta y una cultura totalmente africana, los wakandianos son felices y viven bien, aislados y manteniendo su treta ante el mundo entero.
1. Oda a África
La película sin duda alguna es un homenaje a África y a sus gentes. Si bien el continente africano es enormemente diverso (y con numerosas luces y sombras), Marvel ha querido dar una visión optimista y colorida de África, o al menos de Wakanda. Los protagonistas dirán varias líneas en isiXhosa, un idioma de Sudáfrica, vestirán túnicas típicas y varios atuendos ceremoniales de diversas partes del continente, así como usarán máscaras ceremoniales en varias escenas de la película. Quizás un nativo o alguien experto en antropología encuentre fallos y simplificaciones sobre estos usos y costumres, pero para el ojo occidental parece una verosímil y cuidada puesta en escena.
Además, Black Panther ha querido poner de relieve el rol de la mujer africana en la sociedad. Militares, científicas o espías son parte fundamental de la sociedad del país secreto, por no hablar de la Reina Madre de Wakanda, toda una mujer de estado con mucha altura de miras.
Los espectaculares paisajes, la música étnica y los ropajes coloridos no impiden que también se muestre la cara amarga de África, ya en las primeras escenas, con militares corruptos, mujeres secuestradas (¿una alusión a las niñas secuestradas por Boko Haram en Nigeria?) e incluso niños soldado. La situación del resto de la población negra en el mundo también se trata, siendo los guettos de Oakland parte importante de la trama.
2. Más reaccionaria de lo que parece.
Sin embargo, la película tiene matices conservadores que nos recuerdan al The Dark Knight Rises de Christopher Nolan, con su Bane anarquista y loco de remate que solo quiere ver el mundo arder.
En primer lugar, y a falta de un manual de Derecho constitucional wakandiano, el estado secreto africano parece ser una monarquía absoluta que se hereda por derecho de sangre o por combate. Sustentado sobre cuatro tribus con diferentes roles (los comerciantes, los militares, etc), el estado wakandiano conoce la prosperidad pero no el sufragio universal o los check and balances. Tampoco la aconfesionalidad, dado que el sacerdote supremo es de la familia real y oficia la coronación dentro de una ceremonia religiosa y mística.
No obstante, el giro realmente conservador se da en la segunda mitad de la película. La sociedad wakandiana (o al menos sus élites) parecen tener un serio debate interno: seguir ocultos o abrirse al mundo y ayudar a sus hermanos negros de otros países. Es un debate sobre panafricanismo que realmente se dio en la comunidad negra estadounidense al calor de los movimientos de descolonización, y que nos recuerda las diversas doctrinas de emancipación en los 60 y 70, desde Martin Luther King a Malcom X, Nación Islam o los Panteras Negras. La élite wakandiana prefiere seguir encerrada en sí misma, salvo una facción-tribu, la del ejército. Es aquí cuando entra en acción Killmonguer, el villano, un chico criado en un guetto negro de Oakland, ex-fuerza especial estadounidense curtido en muchas batallas, y parte de la familia real, que reta a T´Chala, el Black Panther, de una de las dos formas con las que se puede adquirir el poder en Wakanda: mediante combate ritual.
T´Chala pierde el combate, y Killmonguer llega al trono, apoyado por una tribu wakandiana, la que controla el ejército. Poco sabemos del programa político del nuevo rey, salvo que no parece muy contento con que haya más monarquía (por eso ordena destruir una flor opiácea que da poderes a los nuevos reyes de Wakanda, siendo uno de sus símbolos) y que quiere distribuir armas entre los perros de guerra de todo el mundo para que la población negra se levante en armas contra los blancos. A priori, Killmonguer parece más que un rey un caudillo dispuesto a revolucionar Wakanda y el mundo entero.
Ante esto, la antigua familia real decide apoyarse en otra facción del ejército, los Dora Milaje, la guardia real de Wakanda, y otra tribu wakandiana para destronar al nuevo rey loco del trono, todo esto con el apoyo de un agente de la CIA, Everett Ross.
Tras una breve guerra civil con una única batalla, T´Chala es devuelto al trono y la moderación y los viejos usos vuelven a Wakanda. Killmonguer muere de forma honrosa, asistido por T´Chala, quizás como recurso de los guionistas para no demonizar todo el mensaje de emancipación radical de la comunidad negra.
Finalmente, Wakanda empieza a cooperar dentro del orden internacional y a abrirse un poco al mundo, además de ayudar al resto de hermanos negros que no son wakandianos. La forma de hacerlo es muy evocadora del mensaje final de la película: una inversión millonaria por parte de Wakanda en ayuda social en el guetto de Oakland donde Killmonguer nació y alimentó su odio contra el blanco, con el fin de ayudar a la población negra de Estados Unidos a salir de la marginalidad.
La película parece dejar claro el mensaje: son las reformas dentro del sistema lo que realmente ayuda a progresar a la humanidad. Un mensaje que no es negativo a priori (¿quién querría un conflicto armado entre negros y blancos como desea el villano de esta película?) pero que nos recuerda que el orden mundial y las pautas de actuación las debe seguir marcando Occidente, siendo cualquier otro orden o sistema sensiblemente peor, cuando no directamente una locura. En definitiva, la película es un colorido tapiz africano quizás menos revolucionario de lo que parece.