¿Hemos vivido un segundo 23-F?

“El teniente coronel Antonio Tejero se había levantado temprano el día 23 de febrero. Sería su día de gloria […] Se vistió con parsimonia […] Volvió a colocarse bien el tricornio, comprobó que en la cartuchera llevaba la pistola Astra con ocho balas y una en la recámara y suspiró hondamente […] Tenía la mirada fija en el infinito, los ojos muy abiertos y la seguridad de ser el único que podía salvar a España”.

Tras el famoso “¡Se sienten, coño!”, pronunciado por el Teniente coronel Tejero, el día de la toma del Congreso de los Diputados en el intento de golpe de Estado de 1981, el país entró en un clima de temor. ¿Qué podría suponer aquello para los intereses democráticos de la mayoría de la población?

Se trataba de una época complicada, con un recrudecimiento de la actividad terrorista de ETA, además de la fuerte crisis económica que atravesaba la sociedad con altas tasas de paro y pobreza. Además, la Transición Española vivía una situación de inestabilidad política debido a la tensión que provocaba en ciertos sectores vinculados al franquismo, la aprobación de los primeros Estatutos de Autonomía, la legalización del PCE o la crisis de la UCD.

El 23-F de 1981. Un golpe de moderación

El 23-F actuó en cierto modo como un golpe de moderación sobre las posturas más progresistas, izquierdistas y nacionalistas que tratasen de transformar la sociedad. La percepción ciudadana se envolvía con el temor de ver que esas posturas podrían enfadar a la vieja guardia del régimen franquista, todavía ocupando cargos importantes en las instituciones del Estado como el ejército. Se empoderaba de nuevo el discurso moderado que no provocase a ninguna de estas partes, garantizando la seguridad ciudadana contra los intentos de volver a un pasado ya instalado como arcaico en la memoria colectiva. En esa misma línea, la ciudadanía tomó consciencia de la importancia de la política y se volcó en las urnas a participar en 1982, con lo que han sido, hasta la fecha, las elecciones generales con mayor participación desde la muerte de Franco, con un 79,97% de votos emitidos. Se avaló el discurso modernizador, pero dentro de la moderación y contención del PSOE que rozó el 50% de apoyo.

Podríamos pensar entonces que el golpe del 23-F no buscaba retraernos al franquismo, sino más bien frenar el rumbo a las reivindicaciones populares que clamaban por una democracia de mayor calidad y que ponían en jaque la supervivencia de una jefatura del Estado no electa, la impunidad del franquismo o la centralización de las políticas públicas. En estos momentos se redefinió un nuevo sentido común basado en el consenso y la cesión de las partes. Las élites franquistas aceptaron una nueva idea de España, puesto que ésta en realidad no cambiaba su carácter estructural. La izquierda política prefirió consolidar las conquistas sociales conseguidas hasta la fecha antes de ponerlas en riesgo con nuevas demandas. A este resultado final se le añade el reforzamiento de la Monarquía tras la difusión y propagación de una imagen de heroísmo y compromiso con la democracia. La planificación de la comunicación política por parte de partidos políticos y medios de comunicación fue clave para que el relato cuajara en la opinión pública.

El nuevo régimen político nacido tras la Constitución de 1978, había conseguido finalmente consolidarse y prácticamente consiguió funcionar sin fisuras durante 30 años.

Una nueva Transición está en marcha. ¿También un nuevo 23-F?

Pero en 2008 estalla la crisis financiera y en los siguientes años se traslada al ámbito social. Por primera vez desde la Transición Política, las nuevas generaciones veían truncadas sus aspiraciones de ascensión social; iban a vivir peor que la generación de sus padres. Esta frustración desencadena en una crisis de legitimidad de la clase política dirigente – fundamentalmente entre las generaciones jóvenes – que se visualiza nítidamente en 2011, con las movilizaciones del 15M.

En 2012 se celebra la Diada en Catalunya, la más concurrida hasta la fecha, en gran parte por el descontento que produjo el recorte del Estatut d’Autonomia en Madrid, a pesar de haber sido aprobado en el Parlamento Catalán. El lema de la manifestación “Catalunya, nou estat d’Europa”, ponía en jaque a otro de los pilares del Régimen del 78: El Estado de las Autonomías.

En 2014 se celebran las Elecciones Europeas, con la entrada de Podemos en el Parlamento Europeo gracias a 1.253.837 papeletas, mientras que el segundo pilar del Régimen del 78, el bipartidismo, se quedaba por primera vez por debajo del 50% de los votos. Un año en el que además el procés català avanzaba con firmeza tras la celebración de la Consulta de la que participaron 2.305.290 catalanes y en la que el 80,76% votó SÍ a la independencia de Catalunya. Un 2014 en el que, por si fuese poco, se produjo la abdicación de Juan Carlos I, el tercero y último pilar del Régimen del 78 – la monarquía. Una abdicación que tuvo lugar tras sus últimas polémicas y la pérdida de confianza entre amplios sectores de la población.

Llegamos a 2015, donde la crisis que vengo explicando no hace más que acrecentarse. Las elecciones del 27 de septiembre en Catalunya, presentadas como “plebiscitarias”, dan la mayoría parlamentaria a los independentistas. Además se celebran a finales de año las Elecciones Generales y que dan como resultado un Congreso de los Diputados muy fragmentado, con la formación de un espacio político nuevo, alterador del orden existente y formado por 71 diputados, que un año más tarde adquiere el nombre de Unidos Podemos.

El 1 de octubre de 2017 se celebra el referéndum de autodeterminación en Catalunya con mayoría de SIES a la independencia y con la proyección internacional del conflicto tras las escenas de violencia policial vividas en los colegios electorales. 26 días después, el President de la Generalitat, Carles Puigdemont, declara la independencia de Catalunya unilateralmente.

Los paralelismos con la época de la Transición y el golpe del 23-F son visibles. Un Régimen político amenazado en sus pilares fundacionales como son el sistema de partidos, el Estado Autonómico o la Jefatura del Estado. La crisis del primero de los pilares ha dado como resultado a nuevas fuerzas políticas que reivindican mayores derechos sociales y una redistribución de la riqueza más justa. El segundo y el tercer pilar se ven ahora amenazados tras el Procés i la proclamación de una República independiente.

Además, la retroalimentación de nacionalismos (catalán VS español) ha llevado de la mano la reaparición de una extrema derecha sin complejos que parecía haber estado silenciada durante más de 30 años. Algunas de sus exigencias se han cumplido como son la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española y la encarcelación de políticos catalanes. Pero el independentismo y las fuerzas favorables al referéndum pactado, pese al incremento de la presión, siguen sin renunciar a sus postulados iniciales.

Por tanto, ¿podemos decir que este ha sido nuestro segundo 23-F, pero aplicado a Catalunya? ¿Cabe margen de maniobra para incrementar el temor después de la encarcelación de políticos y activistas y propiciar una renuncia de las aspiraciones independentistas? ¿Hay margen de maniobra para seguir aumentando la presión tras la aprobación de decretos en Madrid para facilitar la fuga de capitales en Catalunya? ¿O tras la consolidación de un poderoso bloque de partidos (PP, PSOE y C’s) junto a la Monarquía moviendo a millones de ciudadanos en una misma dirección de pensamiento sobre el asunto?

La diferencia fundamental con respecto a 1981 es que el temor a volver a un régimen dictatorial dentro de la UE es difícilmente imaginable y facilita, en última instancia, una mayor resistencia en el discurso de las fuerzas independentistas, nacionalistas y progresistas. La ideología del consenso fraguada tras el 23-F tiene ahora una gran brecha por la que se le cuelan discrepancias importantes. Y los márgenes de lo que se consideraba el discurso moderado de la Transición, ya hace tiempo que se han roto. Ahora los tenemos en constante ampliación.

Alexis Lara Climent

Sociólogo de La Comarca Científica