Democracia a palos

Spain, the shame of Europe

No quería opinar. Habréis notado mi silencio. Pero ya está bien. Como ciudadano, como demócrata, como español no puedo callar cuando mi gobierno usa la fuerza de manera desproporcionada contra la población civil. No seré cómplice por omisión de la vulneración de derechos civiles en mi país.

No quiero que Cataluña se independice. No veo garantías en este referéndum. No creo en el nacionalismo. En ninguno. Desconfío de quien con una mano agita una bandera y con la otra te manga la cartera.

Dicho esto: en democracia, ante todo dilema, hay que preguntarle a la gente. La salida a este conflicto, en mi opinión, debe ir en ese sentido: un referéndum pactado, una reforma constitucional o incluso un proceso constituyente. Hay alternativas. Pero hay que echar el freno, relajar la tensión y sentarse a hablar. Sin gritos ni palos.

La gestión del 1-O por parte del Gobierno español ha sido un desastre. Ni se han evitado votaciones ni se ha actuado con proporcionalidad. Cabezas abiertas, polarización social, descrédito unánime de la opinión pública internacional. Líderes políticos nada sospechosos de simpatía con el independentismo como el liberal europeo Guy Verhofstadt han condenado la represión policial. A todas luces, este Gobierno no ha gestionado bien este conflicto. No tiene credibilidad. Mariano Rajoy debe dimitir.

Yo creía en la reconciliación. Podrá sonar naif. Pero creo en la democracia para solucionar problemas colectivos. Pero visto lo de hoy, cualquier posibilidad de volver a convivir es imposible. La memoria colectiva jamás olvidará las imágenes de ancianas con el cráneo sangrando.

Los Derechos Humanos existen para que ni siquiera el Estado, quien hace las leyes, pueda saltarse principios fundamentales. Toda violación de derechos civiles, políticos y sociales debe ser contestada por quienes nos consideramos demócratas. Porque no lo dudéis: esto es un precedente. Si hoy se ha hecho en Cataluña, mañana puede ser bajo tu ventana.

Con este texto puede que decepcione a mucha gente. Lo lamento. Pero mi conciencia me exigía no callar ante el dolor de mis -todavía- compatriotas.

No me lo habría perdonado jamás.