Sorprendentemente, las encuestas erraron, hacían sonreír a Unidos Podemos, sin embargo todo cambió en el momento del escrutinio: frente a lo que decían las encuestas sobre la confluencia de Podemos con Izquierda Unida, Equo y demás formaciones territoriales (más de 90 escaños y sorpasso al PSOE), el resultado fue, por primera vez un empeoramiento de los resultados de Podemos (71 escaños). Entendemos que la candidatura empeora en resultados este 26-J desde el 20-D porque, a pesar de tener el mismo número de escaños, pierden hasta 1.090.924 votos.
Pero, ¿qué ha pasado? ¿Por qué es posible esto? Respondamos por partes: es importante primero dar una explicación al error tan grande generalizado de las distintas encuestas. Unos dicen que la causa es el voto oculto, pero ¿hasta qué punto el voto oculto puede ser tan determinante? El error de las encuestas fue tal que el mismo 26-J al cierre de los colegios, la encuesta de TVE daba a Unidos Podemos hasta 95 escaños y predecía una pérdida de diputados para el PP. Lo único coherente que puede explicar este grave error de los sondeos, no es más que la abstención, pues han llegado a dejar de votar esta convocatoria electoral hasta 1.189.364 personas con respecto al 20 de diciembre. Todas estas personas habrían de ser votantes de Unidos Podemos (Podemos e IU). Analizando sociológica y politológicamente la intención del voto parece clara la abstención como medio de exposición de una nueva desafección de la población por la clase política a causa de no tener gobierno desde hace seis meses y realizar elecciones otra vez con el coste que eso supone.
Pero igual no tiene tanta importancia lo que representan las encuestas como lo que pueden llegar a cambiar. Desde el inicio de la campaña se ha hablado por parte de los dirigentes de Unidos Podemos de una polarización, es decir, que en España han acabado habiendo solo dos opciones: ellos mismos y el Partido Popular. Parecía claro por el hecho de que lo que decían constantemente Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, entre otros era coherente con los sondeos. Normal, la sorpresa fue con el escrutinio. Iglesias y los demás componentes de la confluencia apelaban al pueblo presentándose como el voto útil contra el PP, intentando así acaparar el voto de la izquierda y convertirse en la hegemonía de esta, en concordancia con las tesis de Errejón, sacadas de la lectura de Gramsci, algo que pasaba por crear un nosotros (la gente) y un ellos (la casta y los corruptos).
Sin embargo esta estrategia no contemplaba que el resultado de las encuestas podía ayudar al PP. Esta misma forma de actuar de presentarse como voto útil, no era solo de Unidos Podemos, también era la del PP encabezado por Mariano Rajoy, pues el PP era la única alternativa a Podemos e IU. En esta guerra democrática el Partido Popular acudió a un viejo instrumento que la población española no ha olvidado desde el 1936: el miedo. El PP apeló al voto siendo la cara de la cruz de Venezuela, de ETA, de Irán, de Grecia, de China, del comunismo y del sinfín de acusaciones que se ha hecho a Podemos y a Izquierda Unida desde sus nacimientos y su unión. El miedo convierte al elector, mata sus ideas, y en España concretamente, donde la mecha del temor por el terrorismo de ETA, el franquismo y la guerra civil sigue encendida, tiene claros resultados, sí, exactamente, la victoria del Partido Popular con 137 escaños.
Desde otras perspectivas, el fracaso, o la caída de votos de Unidos Podemos respecto al 20-D, se critica la confluencia con Izquierda Unida, hablando de haber empeorado por ella, altamente relacionada con el Partido Comunista de España. La ciudadanía tiene miedo a regímenes como los de Venezuela, Cuba, Corea del Norte, o China, y eso el Partido Popular, el Partido Socialista y Ciudadanos lo saben. Por eso, tanto en los debates como en los mítines han repetido una y otra vez los nombres de estos países han llegado a ser tendencia. No obstante, lo más coherente sería pensar que la coalición, a pesar de perder votos por lo expuesto anteriormente, ha sido una de las formas de evitar el derrumbe de Podemos, que se iba a ver perjudicado por no formar gobierno con Pedro Sánchez en la anterior legislatura, lo que reactivaría el voto bipartidista, buscando estabilidad y un ejecutivo sea como sea.
La confluencia tan joven como apoyada por los jóvenes (mayoritariamente votada por los electores entre 18 y 34 años) fracasa y no consigue sorpasso ni al PSOE ni mucho menos al PP, dejando la puerta abierta a la autocrítica. Decía Juan Carlos Monedero: Sigue habiendo una España que intenta aferrarse al inmovilismo, es la que ha votado al PP apelada por el miedo. Además el politólogo habla de un regalo para el PP: el Brexit, que bien ha podido crear cierta incertidumbre que ha conseguido aceptar el refrán de más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Además, Monedero va más allá, habla de haber encarado mal la campaña electoral y de tener un discurso hueco. Frente al miedo que planteaba el PP, se necesitaba algo fuerte, algo consistente, y no ser lo que, según Monedero, en el debate a cuatro del 13-J, era Pablo Iglesias: un león enjaulado. Muy autocrítico, el cofundador de Podemos, habla de un discurso blando y vacío en el que faltaba una manera clara de alternativa al PP y no solo crear un nosotros-ellos, buscando el voto desenfadado. De hecho, comenta que las formaciones que han tenido un discurso más duro son las que mejor han salido respecto al 20-D.
Unidos Podemos vio insatisfechas sus expectativas, el temor ganó, la sonrisa perdió, lo que sí está claro es que las segundas elecciones han reforzado al Partido Popular, quien más ha sabido atraer al electorado con una imagen (realista o falsa) de seriedad y estabilidad.
El miedo no cambió de bando.
Bibliografía
- Errejón, I. y Mouffe, C. – Construir pueblo, Hegemonía y radicalización de la democracia.
- Gramsci, A. – ¿Qué es la cultura popular?
- Muller, K. – #Podemos
- Stella, G. A. y Rizzo, S. – La casta