¡Es la ideología, estúpido!

Nos permitimos la reedición de esta celebre frase: “¡Es la economía, estúpido!” de James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton en la exitosa campaña que en 1992 le impulsó desde su modesto sillón de gobernador de Arkansas hasta el Despacho Oval de la Casa Blanca, para reflejar la impactante invitación a la reflexión que nos hizo el psicólogo, Jorge Freudenthal, en el programa de Salvados dedicado al machismo.

El programa de Évole giró en torno al machismo como problema de nuestro tiempo pero lo verdaderamente novedoso del mismo, además de las necesarias reivindicaciones sobre políticas públicas efectivas en este campo que realizó al principio del mismo la jueza Francisca Verdejo, fue la aportación de un psicólogo vasco que se encarga de desarrollar un programa público junto a maltratadores en una especie de proceso “reeducador” .

Freudenthal echó por tierra la visión del maltratador como un enfermo mental, lo que supone una categorización social vaga que se niega a entrar en el fondo del asunto: la interiorización social de la desigualdad.  El machismo es, ante todo, el reflejo evidente de un sistema social basado en la posición dominante del hombre asentada en el nacionalcatolicismo que invita a la esposa a un silencio decoroso ante la sumisión. Nos sorprendió escuchar la palabra “patriarcado” en prime time, era algo nuevo y especialmente renovador.

Los maltratadores no son pobres locos, son hijos que se negaban a hacer la cama, hermanos que obligaban a sus hermanas a hacerles la comida, amigos que llamaban “maricón” a otros amigos. El maltratador es un padre que le prohibía a su hijo llorar, un  vecino que prejuzga tu color de camisa. El problema de un sistema de opresión consiste en una falta de revelación de la situación real de los oprimidos, esto nos pasa en nuestros días con el machismo como sistema social dominante de las relaciones públicas y privadas.

Los mil veces comentados “micromachismos” son el primer paso hacia la cosificación de la mujer. El hecho de materializar en tanto que cosa una realidad humana femenina nos permite desarrollar una idea de propiedad sobre ella. Y, por supuesto, el liberalismo sí que hizo su labor de instrucción en la defensa de la propiedad privada. De repente, surgen los celos, los miedos, los medidores de faldas y tacones, los tribunales inquisitoriales cada mañana…

El problema del machismo es, como bien apunta Freudenthal, una ideología social imperante. Es muy pertinente analizar desde la epistemología marxiana la concepción del machismo en nuestros días. La configuración de la falsa conciencia machista, con una base de corte naturalista sobre la superioridad de nacimiento, va generando una estructura de justificación a cada paso. La mujer se siente poco menos que llamada al servicio frente al hombre, como una vía de salvación. En esta capacidad de sosiego ante la dominación, la absorbida moral católica las convierte en sujetos sufridos que ven “más allá” una recompensa al padecer mundano.

Como ideología imperante, la solución pasa por deconstruir la mentalidad sociológica. En España, ese reto se llama, desmontar el Franquismo sociológico. Es cómodo rescindir a la escena privada de unos pocos perturbados la violencia de género. Así, alejado de la agenda pública, el problema no deja de pasar dentro de una casa, por muy fuertes que sean los gritos, total, “yo no me meto en cosas de pareja”. Sin embargo, aceptar que tenemos una enfermedad social que se visualiza en la violencia de género como una sintomatología dolorosa pero no exclusiva, conlleva hablar de soluciones políticas, de compromiso social y de educación.

No hay que aumentar la presencia policial por las noches para evitar violaciones, hay que eliminar de nuestra sociedad el perfil del violador, generado por nosotros. Si somos culpables somos responsables, también de esas muertes, demasiadas, que nos sacuden en la tranquilidad de cada medio día comiendo y que vamos normalizando como rutina social, una especie de sacrificios rituales en la terminología durkheimiana.

Lo privado es simple, lo público complejo. Y, en este caso, es la ideología, ¡estúpido!

 

BIBLIOGRAFÍA

COBO, R.: Fundamentos del patriarcado moderno. J.J.  Rousseau, Madrid, Cátedra, 1995
MILLET, K.: Política sexual, Madrid, Cátedra, 1996
HAMILTON, R.: La liberación de la mujer: Patriarcado y paternalismo, Barcelona, Península, 1980
MORADIELLOS, E. La España de Franco (1939-1975), Madrid, Síntesis, 2000.

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José Miguel Rojo

Murcia (1997). Estudiante de Ciencia Política y Gestión Pública en la UM. Formador de argumentación, oratoria y debate. Secretario del Club de Debate UM. Apasionado de la comunicación política, el comportamiento electoral, las metodologías de investigación y la teoría discursiva. Compagino mis estudios con la representación estudiantil y las labores de colaboración con diversos grupos políticos municipales. Pequeño núcleo irradiador que se mueve entre el Derecho Administrativo y el populismo, viendo mucho cine y estando muy enamorado de mi tierra.

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