Sin límites, pero limitados

Por Galo Abrain

¿Has pensado alguna vez como sería tu vida si tuvieras acceso a cada célula de tu cerebro? ¿Cómo si cada recóndito rincón de tu memoria se activase como un semáforo en luz verde constante, y diese paso a toda la información que has ido recopilando a lo largo de tu vida? Bradley Cooper logro hacerlo de la mano de Neil Burger en 2011 gracias a Limitless (Sin límites), un film de ciencia ficción en el que un desgraciado y desaguisado escritor, Eddie Morra (en el que curiosamente me veía reflejado) toma posesión de un raro y novedoso tipo de droga, que multiplica la sinapsis cerebral y te permite alcanzar el 100% de tu capacidad mental. Que buenas son las drogas. Sin pretender desvelar nada de la trepidante película (aunque ya lo haya dicho todo), cualquiera puede adivinar cuáles serán los objetivos del nuevo Eddie, que lejos de buscar resolver cuestiones de rango social, se centrara en él, en ganar pasta y conocer toda la gente posible para demostrar sus nuevas y mejoradas habilidades. Es curioso como el individualismo logra impregnar cada célula de nuestro imaginario social, haciendo de nosotros maquinas con el único objetivo de alimentarnos, dormirnos, cagar lo ingerido y volver a repetir el ciclo. Aunque eso sí aprovechando nuestras capacidades técnicas en su mayor eficiencia, hacerle fotos a la comida que ingerimos, dormirnos en colchones viscoelasticos que nos hagan soñar con ovejitas sin ni siquiera tener que contarlas  y cagar en váteres de lujo que nos suelten chorros de agua a presión y nos alivien el arduo trabajo de tener que limpiarnos el culo.

Todo es maravilloso en el mundo de la piruleta de LSD, en el que nuestras únicas preocupaciones deben ser ganar más dinero, para comprar mejor comida, mejores iPhone, para hacer mejores fotos, y mejores colchones para que a la hora de follar nuestras pelvis se levanten solas con el bote que provoca la goma viscoelastica. Y esas parecen ser los objetivos del superdesarrollado Eddie que en un momento de la trama descubre que debe hacer grandes cosas y esas magnificencias no podían ser otras que empaquetarse millones en su cuenta para que así la terca sociedad le vea como el gran hombre, el mago, el Dios que por supuesto todos los seres humanos ansiamos ser. Sin límites es, una clara demostración de las dinámicas plutocráticas en las que nos desenvolvemos, donde el supuesto hombre más listo del mundo no se preocupa por descubrir una cura contra el cáncer, el sida, la sífilis, desarrollar programas infalibles de ayuda social, estructuras educativas eficaces o incluso ejemplos de desarrollo cultural que nos permitan ver la realidad de otra manera, no , nuestro superdotado Eddie se dedica a alimentar los mercados especulativos, a tener una cartera de acciones del tamaño del empare estate y ser uno de esos magnates ultrafilantrópicos que salen en la revista Forbes (nótese la ironía).

Seguro que no te habías preguntado por estas cuestiones, y en el caso de haberlo hecho, seguro que habrás pensado como yo que en toda esa articulación, en ese moralismo del poder capitalista e individualista había algo que chirriaba. Nos están dando a entender que nuestros fines últimos han de ser la ascensión a los estratos de poder más alto por cualesquiera que sean los medios, que nuestros objetivos de vida deben estar enfocados al dinero, a conseguir más y a ser alguien gracias a él, en definitiva, a pensar que el que no tiene dinero es porque no se esfuerza lo suficiente y que únicamente haría falta una pastilla mágica para lograr los objetivos que la tele, los medios y los lobbies te están invitando, amenazándote a la vez con una navaja albaceteña por la espalda, a alcanzar.

Podemos afirmar que Bradley Cooper ha representado al objeto mágico perdido del capitalismo actual. Él que puede permitirse una pastilla transparente que te hace superior, en vez de tener que pillarle speed al camello de su barrio, puede aspirar a la gloria, la riqueza, el poder. Tal vez haríamos mejor en escuchar a Pepe Mujica, cuando nos invita a ser gentes livianas de equipaje, sin complejos, sin ansias que nos roben la libertad, que esta sociedad se empecina en hacernos pensar que se encuentra en el dinero, en el poder y no en nuestros pensamientos y nuestros ideales.

Sin límites, pero siempre limitados, siempre presos del consumismo, de la sociedad materialista, del poder. Pero también siempre ilimitados en nuestra imaginación, nuestros ideales y esperanzas, en nuestros sueños, hagamos que estos, no se conviertan simplemente, en dinero.

 

BIBLIOGRAFÍA

http://www.filmaffinity.com/es/film628669.html

http://www.webdianoia.com/glosario/display.php?action=view&id=179&from=action=search|by=I

http://www.elmundo.es/magazine/m17/textos/conocer1.html

La era del consumo” Luis Enrique Alonso (Editorial Siglo 21, 2005)