Hace ya meses que la última cinta de Javier Fesser, Campeones, llegó a las pantallas, llenando los cines de discapacidad, acariciando los límites del humor y regalando al cine patrio 124 minutos poco comunes de comedia dramática, o drama cómico, según queramos entenderlo.
La película podría caer en lo ñoño, y sin embargo, es admirable como escapa de ello, y pese a eso, tiene la brutal ternura que solo encontramos en la vida misma.
La declaración de intenciones comienza pronto, cuando el protagonista, el entrenador de baloncesto Marco Montes no es la típica persona sensible a la discapacidad, y recala en este mundo por una orden judicial y no por su buen corazón. Partiendo de esto, todo puede pasar.
En cualquier caso, esto no va a ser una crítica de la cinta. No lo es desde que yo pagué mi entrada, y más bien la propuesta es analizar algunos aspectos significativos de la historia para, si es posible, desmontar algún tópico, quien sabe si a su vez, creamos tópicos nuevos…
Discapacidad Intelectual: Un concepto de toda la vida
El concepto parece simple, y por eso no lo es. Como reflejo de ello, con buen criterio, la película ilustra la ignorancia que puede existir al respecto, preguntando incluso si son la gente que va en silla de ruedas.
Re conceptualizando definiciones de todo pelaje, podemos definir simple y llanamente que este tipo de discapacidad supone alguna limitación cognitiva, la cual repercute en el desarrollo de la funcionalidad intelectual, teniendo consecuencias en la adquisición de determinadas habilidades, funciones o desarrollo de la vida diaria. Los diagnósticos al respecto de las patologías que pueden derivar en esta situación de discapacidad son de lo más variados, además de ser muy poco claros en muchos casos. Resulta difícil valorar cuándo la capacidad cognitiva es insuficiente, además de que generalmente, la adquisición de habilidades y autonomía son posibles mediante diversas estrategias, por lo que las limitaciones funcionales pueden ir variando e incluso, desapareciendo, al igual que en el desarrollo de cualquier persona.
Significativo es que en varios momentos de la cinta, se alude al término “subnormal”, con el consabido argumento de “De toda la vida han sido subnormales y no pasaba nada. ¡Si hasta tenían un día!”. Asumiendo lo demoledor que en España resulta la alusión a toda la vida, pese a no aclarar a la vida de quien nos estamos refiriendo concretamente, hay que matizar la segunda parte del axioma. De toda la vida, si ha pasado algo. La finalidad del ser humano en la Tierra debiera ser la evolución a todos los niveles y en sentido positivo, por lo que hay que revisar que sí pasaban cosas. La consideración sub-normal, por debajo de lo normal, aludía a un constructo idealizado de un ser humano que probablemente, estaría conectado con la “raza aria” y todo lo que puede llegar a implicar el tratamiento con respecto a todo lo que se aleja de ella.
Mala leche: Un Derecho Universal
Un tópico muy extendido con respecto a las personas con discapacidad intelectual es que son gente buena, cariñosa, incluso pegajosa.
Como todos los tópicos, se basan en la exageración de una realidad parcial. Claro que hay personas con discapacidad intelectual muy cariñosas, igual que hay personas sin discapacidad intelectual altamente cariñosas; y siguiendo esta regla de tres, hay gente con un trato corriente, y hay personas con mucha mala leche, independientemente de su “capacidad intelectual”. La película regala ejemplos de todo esto, teniendo que ser obligado destacar el magnífico personaje de Collantes, una chica alejada del tópico esponjoso y rosado que se ha construido sobre el colectivo.
Como última reflexión sobre este punto; si se vive en una situación en que la sociedad te excluye, no tanto a nivel administrativo como humano, tampoco es muy raro demostrar afecto a las personas que se comportan bien contigo, te prestan apoyo o incluso, te facilitan momentos de ocio y esparcimiento.
Aquí se habla: Sin filtros
Si no hay mucha experiencia en el trato con personas con discapacidad intelectual, los tabúes suelen jugar malas pasadas. Las creencias paternalistas que infantilizan constantemente a estas personas, hacen que se las considere desprovistas de criterios, opiniones, y que además, se considere que tienen desconocimiento sobre temas tan mundanos como las relaciones interpersonales, la ropa, el sexo o incluso, su propia situación de discapacidad.
Por suerte, Campeones es una constante bofetada en este sentido, incluso cuando el protagonista discute con su mujer la pertinencia de tener hijos, manifestando el miedo a que la criatura pudiera venir con alguna malformación, patología o enfermedad que derivara en discapacidad. El acierto del guión coloca ahí una emotiva escena que nos confronta con una realidad muy necesaria, y no hablo del miedo o no a la discapacidad de la descendencia, sino al hecho de asumir que las personas con discapacidad intelectual también tienen opiniones sobre esto, como pueden tenerlas sobre cualquier tema.
Trabajo con discapacidad intelectual: Tal vez la limitación es tuya
La cinta propicia un gran ejemplo del trabajo con personas con discapacidad intelectual y el reto profesional que puede suponer.
En este mundo que hemos creado, lleno de exigencias, competitividad académica y formativa, y paradigmas varios que nos hacen tener rapidez mental por encima de lo humano, no solemos plantearnos los fundamentos básicos de lo que ahora se denomina “calidad”.
Hay muchos y muchas profesionales que se encuentran en la tesitura del entrenador de Campeones al desarrollar, por elección o por azar, su labor con personas con discapacidad intelectual.
Generalmente, la tendencia es culpabilizar al grupo: no me van a entender, no me van a seguir, no van a saber hacer lo que mande, no van a poder…
En este punto, convendría cambiar el sujeto omitido de las formulaciones, y, a ser posible, llevarlo a la primera persona del singular. Tampoco vendría mal formular reflexiones interrogativas: ¿Yo voy a saber hacerme entender? ¿Voy a lograr que me sigan? ¿Sabré crear un equipo?
Sentar las bases de la dinámica de trabajo o ciertos códigos de conducta que el grupo debe asumir suele ser más ventajoso que partir de sobreentendidos, como hace Marco en la película. Es interesante mentalizarse de que un trabajo de calidad es eficaz con cualquier grupo humano. Además, siempre queda la posibilidad de cometer errores para aprender a corregirse, que también da buenos resultados.
Competición como elemento secundario: Tal vez hay que ganar otras cosas
El eje central de Campeones es la participación en una liga de baloncesto. Pero desde el primer momento se le aclara al entrenador, Marco Montes, que realmente, el equipo, jugar o ganar son cosas secundarias, que lo importante es echar el rato. Sin embargo, el equipo comienza a funcionar, a ganar, llegando a la final de la liga.
En una opinión muy personal, los discursos de “el deporte es lo de menos” no son lo ideal, pero es que deberíamos formular una deconstrucción más allá.
Los criterios capitalistas en que basamos actualmente la competición son muy nocivos, desde el momento en que se valora el éxito como un producto final. Los relatos de seres portentosos autoconstruidos nos gustan, pero sólo nos gustan si sus resultados en la competición son excepcionales. Nadie valora la entrega y sacrificio de un equipo o persona que no llega a lo más alto. No leemos en los diarios deportivos las grandes historias de futbolistas que se levantaban a las cinco de la mañana para trabajar, entrenaban e iban a la universidad si desarrollaron su carrera deportiva en divisiones regionales. Además, la competición se basa en competir contra el resto, sin valorar la más dura barrera, la de competir contra uno o una misma y tus circunstancias.
De hecho, aunque en la película se diga lo de “la competición es lo de menos”, se reflejan aspectos de esta resignificación de la competición de la que hablo. Ganar pero no humillar al equipo contrario como prioridad es un buen punto de partida.
Recompensar, premiar o destacar el esfuerzo no es negativo, de hecho, lo perjudicial sería no hacerlo y que cualquier esfuerzo cayera en un saco siempre roto.
Especial mención merece el personaje de Román, cuya historia no reventaremos por si hay gente que aún no ha gozado de la cinta. Sólo apuntar que el deporte de competición a altos niveles genera esquemas muy similares, aunque se nos lancen mensajes buenistas de que el deporte paraolímpico es otra cosa, una cosa que nos venden recubierta de azúcar glas.
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