La revolución que lideran las mujeres polacas

Desde 1993, el aborto es ilegal en Polonia. Las excepciones se reducen a tres casos muy específicos: embarazos resultado de crímenes como incesto o violación, riesgo para la vida de la madre y riesgo para la vida del feto o daños severos o irreversibles.

Aun así, en el año 2015, grupos ultracatólicos cuya intención era abolir esas excepciones, recogieron suficientes firmas como para que el parlamento se viera “obligado” a debatir unas mayores restricciones. La propuesta de ley, que incluía penas de prisión de hasta 5 años y reducía la legalidad a riesgo para la vida de la madre, se aprobaba para seguir trabajando en ella, mientras se rechazaba otra petición civil que exigía justo lo contrario.

El principio del fin

Ese mismo día, cientos de miles de mujeres mostraban su rechazo en las calles y en redes sociales vestidas de negro y con paraguas del mismo color. Las denominadas “protestas negras” culminaron dos semanas más tarde en una huelga en la que miles de mujeres no acudieron a trabajar. 

Sorprendentemente, al día siguiente varios parlamentarios se distanciaban de la aprobación y se empezaba a hablar de una “contrapropuesta” por parte del gobierno. Así se evitó la primera embestida a los ya muy limitados derechos reproductivos de la mitad de la población. Hubo algo así como final feliz, aunque no tan feliz y no tan final.

Como si de una pesadilla recurrente se tratara, el 22 de octubre de este 2020 el tema volvía a la portada de los periódicos con la peor de las noticias: el Tribunal Constitucional de Polonia decretaba que el aborto en casos en los que el feto presenta daños irreversibles o está en peligro de muerte es anticonstitucional.

Estos casos corresponden al 98% del total de interrupciones del embarazo practicadas en Polonia. Un país en el que para conseguir legalmente métodos anticonceptivos como la pastilla del día después hay que contar con receta médica. 

Las calles se llenan de mujeres

La máxima institución en cuanto a la ley se refiere había fallado a las mujeres con una mujer a la cabeza. Al no ser una decisión política, sino constitucional y la última palabra, es irreversible. 

Aún así, lo primero que hicieron las polacas ha sido llenar las calles y las redes sociales durante semanas. Cientos de miles de personas han participado (algunas encuestas hablan de 4 millones de personas uniéndose a las manifestaciones, un 13% de la población polaca). Además de un 73% de la población que las apoya.

Las mujeres han salido en grandes ciudades como Varsovia, pero también en pequeñas como Czestochowa y en pueblos de apenas unos miles de habitantes como Zakopane, en las montañas Tatry. Se han agolpado a las puertas de embajadades polacas en decenas de países. Instituciones y comercios han colgado carteles de apoyo en sus fachadas o escaparates; hay balcones y ventanas con insultos al partido político. El COVID ha causado estragos en el país, pero las mascarillas son negras y lucen un rayo rojo. 

Hay mucha rabia, pero también mucho poder. Y es que las manifestaciones han pasado de ser protestas de mujeres hartas en contra de una decisión primero parlamentaria y luego judicial, a manifestaciones de la juventud polaca de eslóganes vulgares dirigidos al gobierno.

La ley y la justicia son una

Julia Przyłębska fue recomendada por el PIS para entrar en el Tribunal en 2015, y sólo un año después, el Presidente Andrzej Duda, perteneciente al mismo partido, la elegía como presidenta del Tribunal. 

Ley y Justicia tiene como presidente de partido a Jarosław Kaczyński, que decidía en septiembre volver a la vida pública después de años entre bambalinas, para convertirse en viceprimer ministro. Representando al ala más conservadora y debiéndose a un patriotismo arraigado en tradiciones ultracatólicas que él considera la base de la Polonia ideal, presionaba al Tribunal Constitucional para el anuncio de un veredicto en plena pandemia.

Tras éste y ante las masivas protestas, Kaczyński respondía con un vídeo institucional en el que las acusaba de cometer un crimen y aseguraba que las manifestaciones pretendían destrozar Polonia “tal y como la conocemos” y terminar con la historia de la nación. Animaba a la población a “defender nuestras iglesias a cualquier precio”.

La muy cuestionable cobertura de la televisión pública mostraba titulares como “Los fascistas de la izquierda destruyendo Polonia”, “Polonia atacada”, “La oposición crea la anarquía” o “La nube del coronavirus sobrevuela las manifestantes”.

To be continued

La polémica y la incitación a la violencia ha estado servida por parte de miembros del partido. El ministro de Educación amenazaba a las universidades que hubieran apoyado las protestas con la retirada de fondos públicos. 

Sin embargo, la mujer del presidente polaco, Agata Kornhauser-Duda, reconocía “tener dudas sobre si las mujeres deberían ser obligadas a dar a luz a bebés con defectos de nacimiento”. Tras estas declaraciones, su marido se mantenía en un estado neutral con un “entiendo a las mujeres que están manifestándose. Si el feto no es viable, deberían poder decidir”, y añadía que podría llegarse a un acuerdo. La hija de ambos expresaba su total rechazo en redes sociales.

Pero el gobierno ha decidido no pronunciarse. El gobierno tenía hasta el 2 de noviembre para aplicar la resolución del Constitucional, pero Mateusz Morawiecki, primer ministro polaco, parece estar ocupado con otros asuntos (por ejemplo, oponiéndose al análisis de su estado de derecho por parte de la Unión Europea y vetando los presupuestos como respuesta). 

Las mujeres han vuelto a ganar, pero no saben por cuánto tiempo.

BIBLIOGRAFÍA

Prawo i Sprawiedliwość. “Oswiadczenie Prezesa PiS, Wicepremiera Jaroslawa Kaczynskiego”. Disponible aquí

BILL, Stanley. (5 de noviembre 2020) “NfP podcast: “Revolution against the church” – Poland’s abortion protests”. Notes from Poland. Disponible aquí

BABIS, Kasia. (6 de noviembre 2020) “Poland’s Feminists Are Fighting Back ». The NIB. Disponible aquí

WALKER, Shaun. (3 de noviembre 2020) “Poland delays abortion ban as nationwide protests continue”. The Guardian. Disponible aquí