La construcción del miedo en el discurso político

¿Es el miedo un instigador de la desconfianza?

La construcción del miedo en la articulación de los mensajes políticos puede servir para dos cosas: identificar un enemigo común y reagrupar a los participantes de nuestro grupo.

Estos días atrás hemos presenciado por los medios de comunicación diversas manifestaciones en Madrid y varias provincias en España en contra del Gobierno de Pedro Sánchez, también como la geometría variable ha cobrado un inusual protagonismo, sobre todo para renovar por dos semanas más el Estado de alarma. Incluso como la oposición está cumpliendo un papel de gobierno en la sombra, si atendemos al modelo de parlamentarismo de Westminster, con el rol de antagonista más que de conciliador.

Este último, encabezado por Pablo Casado, encuentra en estos sucesos ingredientes suficientes para la elaboración del discurso del miedo en base al número de fallecidos por el Covid-19, a los problemas de abastecimiento de material sanitario, al colapso de los sistemas de salud pública de varias comunidades autónomas o a la confusión creada por la existencia de mensajes contradictorios entre sí por parte del gobierno de coalición. O también, calificar la mala gestión de la crisis debido al apoyo de “comunistas” y “etarras” hacia el gobierno. Enfatizando en los adjetivos de comunista y etarra para crear un entorno de aversión hacia quien ostenta el poder ejecutivo.

Además, la centralización de la gestión de la crisis sanitaria hace que el foco de ese déficit de gestión recaiga casi en exclusiva hacia el gobierno liderado por Sánchez.

Con estos factores era inevitable que ese discurso del miedo y de identificación del enemigo en algo que se puede percibir por los sentidos funcionara, como es el gobierno central y las organizaciones políticas que lo sostienen.

Como escribí anteriormente, para construir el miedo hace falta reagrupar a los participantes del grupo y reconocer un enemigo común. La oposición ha alentado el hecho de que el enemigo a debilitar en estos momentos es el gobierno y no el virus porque el primero es el responsable de la expansión del segundo.

Estas dos cosas ya las tenemos y da como resultado la polarización de la sociedad como extensión de aquella polarización política en la última campaña electoral para las elecciones generales.

Porque si nos retrotraemos a esa última campaña electoral, recordaremos como el discurso del miedo articulado por los partidos posicionados a la izquierda al posible protagonismo de VOX en la construcción del gobierno resultó tan exitoso como ahora pero al revés.

Y si volvemos a la pregunta que da comienzo a este artículo, el miedo sí puede ser un instigador de la desconfianza, no solo del enemigo común, sino también de otros grupos que forman parte de la sociedad.

Así, para evitar esto es necesario la mesura en el discurso, construir una imagen sólida del gobierno y, lo más importante, tener altura de miras en relación con la virulencia que pueda llegar a tener la confrontación de los grupos que se manifiesten.

Por lo tanto, el Covid-19 no solo está conllevando la pérdida de vidas humanas, sino también el desapego y la desconfianza que inciden en la desafección política, erosionando la percepción de utilidad de las instituciones políticas y las organizaciones que tienen un papel predominante en la sociedad.