Lo que el feminismo me enseñó

Se ha hecho viral estos días un vídeo de ese gran estadista y librepensador, David Pérez, alcalde de Alcorcón, hablando del feminismo y de las feministas. El susodicho se lamenta al parecer de la excesiva influencia de ese “feminismo rancio, radical, totalitario” creado por “mujeres frustradas, mujeres amargadas, mujeres rabiosas y mujeres fracasadas como personas”. Podría señalarle que está mezclando, como dice la politóloga feminista Elena Cayeiro, tanto una corriente teórica como un movimiento social. Podría hacer correr ríos de tinta sobre tan -por decir algo- inexacta aseveración. En lugar de eso, como el señor alcalde de Alcorcón David Pérez parece que cree que las doctrinas feministas solo benefician a esas mujeres amargadas, rabiosas y fracasadas, voy a mostrarle lo que un varón, blanco, urbano, cis, heterosexual del primer mundo puede aprender del feminismo. Lo sé en carne propia. Una amiga una vez me llamó “privilegio con patas”.

Lo personal es político

“¿En tu casa friega tu madre o tu padre?”, “mi madre”, “pues eso también es política”. Con este corto diálogo hemos empezado decenas de nuestras charlas cívicas. No nos cansamos de repetir que las luchas de la vida cotidiana, las construcciones sociales que nos parecen naturales también tienen causas, explicaciones y consecuencias políticas. Lo decimos abiertamente una y otra vez: el lema de Cámara Cívica, #TodoEsPolítica, lo desarrollamos a partir del axioma del feminismo radical “lo personal es político”. No por postureo, sino porque creemos en ello fervientemente.

Sí, el patriarcado existe

Aunque no lo veamos directamente porque no tiene rostro, está ahí. Fue el feminismo quien señaló la existencia de un sistema de relaciones de solidaridad masculinas que hace que los hombres vivamos mejor a costa de ellas. Esas relaciones de poder van desde lo más sutil a lo más terrible y han cristalizado históricamente en instituciones que han tenido a la mujer sometida: la mujer adúltera es lapidada, la mujer romana debe estar sometida al padre o al marido… matar a la mujer no es delito si salva el honor de la familia (uxoricidio honoris causa). Estos dispositivos normativos y sociales que ahora nos parecen bárbaros eran normales en su época. Lo cual nos lleva al punto siguiente.

La actitud de sospecha (o las Gafas Violetas)

Todo lo que se nos presenta como natural es construido. ¿A quién le interesa difundir que es natural que el hombre es el rey de la casa y las mujeres deben obedecer? Al hombre. Las feministas entendieron que lo que siempre se ha presentado como natural beneficia a quien está en la situación de poder. La ley que decía hace demasiado poco que las mujeres no podían abrir una cuenta en el banco sin permiso del marido solo beneficiaba al marido, no a la mujer. Como ésa, tantas otras instituciones familiares, legislativas, sociales o empresariales han sido cuestionadas, deconstruidas y han servido para formular alternativas más equitativas. Por si acaso, os recomiendo que tengáis unas gafas violetas en el bolsillo.

El patriarcado nos oprime a todas (sí, a los hombres también)

Sí, digámoslo, los hombres nos llevamos la mejor parte gracias al trabajo de nuestras madres, hermanas y compañeras. Pero también es cierto que el patriarcado defiende una masculinidad normativa que nos obliga a ser, o al menos parece, súper machos. Por poner un ejemplo personal, un amigo italiano me invitó a jugar al fútbol con unos amigos suyos. Yo, que soy tan deportista como un aguacate, decliné amablemente diciendo que no me gusta el fútbol. La respuesta fue: “¿¿Pero qué clase de HOMBRE eres que no le gusta el fútbol??” Como este ejemplo, miles: los niños no lloran, qué clase de hombre eres que no sabe arreglar el frigorífico… Como hablamos en La Tuerka el paradigma es Samwell Tarly: varón, blanco, noble… pero gordo, torpe y blandengue. Exactamente lo contrario que se exige de un “hombre hecho y derecho”.

Y con todo, insisto: nos llevamos la mejor parte. Ninguna de estas discriminaciones puede compensar que un elevado porcentaje de las mujeres se hayan sentido alguna vez acosadas. En una sociedad libre, no podemos permitir que la mitad de sus miembros viva con miedo a caminar por la calle.

Las mujeres han sido invisibilizadas y sometidas

La mujer salió de la costilla de Adán. O creada por Prometeo. O no puede votar porque para eso ya vota su marido. Como demostró Simone de Beauvoir en El Segundo Sexo, la identidad de la mujer siempre se ha construido en oposición al hombre. Nunca se le ha permitido apostar por la autonomía de lo femenino desde sus propios criterios, sino que venía dado por el proceso de socialización. El mismísimo Jean Jacques Rousseau, teórico de la democracia radical, justificaba la diferenciación de roles de género por el reparto del trabajo surgido del contrato social. En el Emilio, el ginebrino dotaba de autonomía moral al mismo Emilio como signo de su masculinidad, mientras que Sofía se guiaba por la lógica de la sujeción. Y una persona sometida no puede ser ciudadana. Como señala Carole Pateman en El Contrato Sexual, la esfera pública -donde están los hombres- puede ser democrática, pero la privada -donde están las mujeres- ahí prima la subordinación.

Las mujeres lo tienen peor en el trabajo

A igual trabajo, igual salario. ¿Parece fácil, verdad? Pues no. La realidad es que según los últimos estudios las mujeres cobran más de un 20% menos que los hombres. A nivel agregado, según el Foro Económico Mundial tardaríamos 118 años en cerrar la brecha salarial. Quizás habría que meter algo de prisa. Pero ahí no acaba todo. El famoso techo de cristal impide la presencia femenina en puestos directivos; la conciliación familiar parece inalcanzable; las horas extras no remuneradas se ceban con las mujeres… por no hablar del acoso sexual en el trabajo.

Detectar micromachismos (propios y ajenos)

Habernos socializado en un entorno patriarcal nos lleva a cometer pequeños actos machistas de baja intensidad. Tan baja que a menudo son imperceptibles. ¿Quién suele hablar primero en una charla de grupo? ¿Por qué controlas su Whatsapp? ¿Por qué te hace gracia ese chiste? ¿Por qué pensamos en “señora de la limpieza” y no en “señor de la limpieza”?

Nuestras compañeras Marta Buces, María Caballero, Cristina Guerra y Alicia Contreras te lo cuentan en este vídeo:

Los cánones de belleza son construidos

Esta verdad incómoda nos ha gritado desde siempre. La Historia del Arte nos muestra que las tres Gracias de Botticelli tienen poco que ver con las tres Gracias de Rubens y éstas menos aún con las de Antonio Canova. Y sin embargo alguien tuvo que dar un golpe en la mesa para decir que no es normal que cientos de miles de personas de todo el mundo se sientan acomplejadas porque no se parecen a modelos de pasarela.

 

Las Tres Gracias de Botticelli (Izquierda) Rubens (Centro) y Cánovas (Derecha)
Las Tres Gracias de Botticelli (Izquierda) Rubens (Centro) y Canova (Derecha)

Las luchas importan

Si hay un conjunto de derechos que han requerido de acción colectiva son los de las mujeres. A nadie se le ocurriría decir hoy que las mujeres no deberían votar, pero esa barrera existió. El sufragio femenino no hubiera sido posible sin la presión de las sufragistas, que sufrieron descrédito, cárceles y muerte. Tras este hito, aún queda mucho por conquistar en cuanto a derechos sociales, económicos, sexuales y reproductivos.

Un piropo a una desconocida no halaga, asusta

El tópico del albañil gritando a la chica que pasa junto al andamio no tiene gracia. Quien piropea puede pensar que tiene un tono jocoso o halagador, pero la realidad es que la persona que lo recibe se siente cosificada y amenazada. El famoso vídeo de una mujer joven caminando por Nueva York es bastante representativo. No debemos contribuir a que la mitad de la población tenga miedo de la otra mitad. Como me dijo la teórica feminista Rocío Medina, al que lanza un piropo solo cabe una pregunta que le obligue a cuestionarse su acto: “¿le dirías eso a tu hija?”

El sexo importa (la cama y el cuerpo también son campos de batalla)

Sí, si todo es política y lo personal es político, las relaciones íntimas tienen también su parte. Aunque hay antecedentes históricos y contemporáneos del estudio de la sexualidad a un nivel social (como anarquistas y malthusianos hablando del aborto, eutanasia y métodos anticonceptivos, esto lo contamos en nuestro podcast sobre la serie Utopía) han sido las teóricas feministas quienes más han tratado este tema. Para Engels la familia era una forma de explotación económica y las mujeres deberían ser trabajadoras asalariadas para ser independientes y libres. Tuvieron que ser pensadoras como Aleksandra Kollontai o Emma Goldman las que reivindicaran además el amor y la sexualidad libre al margen del matrimonio como forma de emancipación. Esto es más importante de lo que crees. Piénsalo: la labor de estas activistas, sería impensable una libertad sexual nivel Tinder.

Hay otras orientaciones sexuales perfectamente válidas

Mientras que algunas personas hablan de peras y manzanas y de la imposibilidad cuasi ontológica de hacer una macedonia, abrir debates entorno a las preferencias sexuales de cada individuo y su visibilización ha normalizado algo que -admitámoslo- ha existido siempre. En España se abrió hace más de una década el debate sobre el matrimonio homosexual y algunos sectores insistían en que eso sería una tragedia social y sistémica, una guerra interna que devastaría a nuestra sociedad… Porque estaba inducida por el mismísimo Satanás. Bueno, pues parece que simplemente admitiendo la posibilidad a nivel legislativo NO HA PASADO NADA. Nada aparte de que muchas personas pueden vivir su vida como les da la gana. Y ser felices. ¿Quién no querría hacer una ley que hiciera a tanta gente feliz? Con todo, no podemos olvidar los repuntes de homofobia que existen en España, a pesar de que somos el país con mayor tolerancia hacia la comunidad LGTB del mundo. Podría decirse que es un motivo… de orgullo.

El trabajo doméstico también es trabajo (aunque no haya remuneración)

Si levantarse a primera hora, limpiar toda la casa, poner la lavadora, ir a la compra, cargar la compra, tender la colada, hacer la comida, recoger la colada, limpiar los platos, cuidar a los niños y mil cosas más todos los días sin descanso no es un trabajo, que venga Dios y lo vea. Las labores de cuidados de la casa, de los menores, enfermos y de los mayores se ha asignado tradicionalmente a las mujeres, que quedaban relegadas al ámbito doméstico mientras el hombre se ocupaba de la esfera pública, de los negocios y de la política. Que no haya una remuneración (en el caso de las amas de casa, las personas que trabajan en el servicio doméstico remunerado es otro caso) no significa que esa actividad no sea productiva ni que ese trabajo no tenga un valor. La economía de los cuidados le ha puesto nombre y ha puesto sobre la mesa la importancia de esta actividad, haciendo visible que sin el trabajo invisible de las mujeres todo el sistema se cae.

Los estereotipos importan

En el cine, en la cultura, en las series, en la publicidad, en los videojuegos… Hasta en los juguetes que les damos a nuestros niños y niñas hay un importante efecto performativo: solo hay que ver cómo se siguen regalando coches y robots a niños y cocinitas y muñecas a niñas. Los primeros escogen titulaciones universitarias vinculadas a la tecnología y las segundas a los cuidados.

El porno

Sí, dentro de los debates acerca de la sexualidad y la crítica de la cultura destaca la cuestión de la pornografía. Había que abrir ese melón. ¿Hasta qué punto son importantes los vídeos sexuales en la vida sexual de la gente? ¿Sólo se atienden las fantasías de los hombres heterosexuales? ¿Cómo se trata a las y los profesionales del sector? Bajo la creencia de que el cine para adultos educa los deseos del espectador aparecen nuevas propuestas como el post-porno o el porno feminista, con pioneras como Erika Lust (quien por cierto es politóloga).

La violencia de género

sea dentro de una pareja estable o no, sea en el ámbito doméstico o no, lo característico de este tipo de violencia es que se nutre de los desequilibrios de poder entre mujeres y hombres que hemos venido señalando. Según Naciones Unidas puede ser cualquier sufrimiento físico, sexual, psicológico, incluyendo amenazas, coacciones o privación de libertad, tanto en la vida pública como en la privada. Los datos están sobre la mesa: un 15% de mujeres mayores de 16 años ha sentido miedo o una agresión en su vida. Y ya se puede poner Toni Cantó como quiera, porque según datos de la Fiscalía General del Estado, de 130.000 denuncias por violencia de género solo dos (sí, 2) fueron falsas. Un 0.0015%.

Con esto cierro el pequeño arsenal teórico, analítico y discursivo que los diversos feminismos me han aportado. Me dejo en el tintero muchísimas otras ideas y reflexiones sobre cómo este enfoque nos ha cambiado la vida a muchas personas. Espero que compartáis y aportéis las vuestras. Porque cuando aparezcan siniestros personajes menospreciando la importancia histórica del feminismo podremos responder.

El mundo es injusto, pero no lograremos cambiarlo si no nos tomamos las injusticias como algo personal. Y, como sabemos, lo personal es político.

 

PD: Sé que me dejo muchas cosas en el tintero (lenguaje sexista, poscolonialidad, raza, diversidad de género…) pero por cuestiones de espacio he tenido que resumir mucho. Pero bueno, así tenemos para más debate en el futuro.