Cometí el error de tener el libro de Filigrana cogiendo polvo en la cesta de fruta donde tengo los libros que compro y no valoro leer a corto plazo. Lo compré una mañana durante las vacaciones de agosto de 2020, junto al Infinito en un Junco y Macarras Interseculares. Me gustó el título, ya seguía a Pastora Fligrana en redes y me encanta prácticamente todo lo que saca Akal. Creí que Pastora Filigrana hablaría sobre gitanos, y yo no tenía tiempo para leer sobre interseccionalidades cuando estoy enfrascada en escribir sobre género y clase. No cometáis mi error. Yo no estoy libre de prejuicio, tampoco me apetecía leer nada que me llamase blanca privilegiada, y por eso me resistí a leer a Filigrana hasta que me tocó abordar el tema para mis Hijas del Hormigón.
Pero no, no va de gitanos, al menos, no en el sentido en el que las personas payas nos hemos acercado siempre a las personas romaníes.
Pastora Filigrana desgrana todo aquello que desde la izquierda clamamos como alternativas al sistema capitalista, al machismo, al patriarcado, a la globalización y al neoliberalismo, para decirnos que el pueblo gitano lleva siglos siendo alternativa, pero que nuestro privilegio, nuestro racismo y nuestra gitanofobia, no nos ha dejado verlo, no nos ha dado la oportunidad de valorarlo. No en vano, Filigrana empieza su ensayo llamándonos a la acción: “deberíais ser vosotros quienes buscaran en las formas de cooperación y resistencia al modelo de producción y consumo de los gitanos la inspiración para salir de este sistema-mundo que se sustenta sobre la muerte de dos tercios de la humanidad”.
Chantaje renta-trabajo
Pastora Filigrana pertenece a ese grupo de personas que recordarán que cumplieron cuarenta en cuarentena. Nacida en 1981, esta activista feminista, miembro del SAT, ejerce la abogacía tras titularse en la Universidad de Sevilla, ciudad referenciada continuamente en los textos cita, y que le sirve de escenario para una de las gentrificaciones menos denunciadas desde la izquierda intelectual, la de la orilla del Guadalquivir, la de Triana.
Filigrana recupera el concepto del chantaje renta-trabajo del que ya habló en Calibán y la Bruja Silvia Federicci. También recupera otro concepto clásico, el de sistema-mundo de Immanuel Wallerstein, y lo lleva nada más y nada menos que al título, aún así, yo que no estoy libre de prejuicio, solo leí El Pueblo Gitano.
Nuestra reseñada insiste en que el trabajo, en primer lugar, no está garantizado para todas las personas, por lo que se propicia el desempleo estructural desde el propio sistema, lo que garantiza la presión a la baja de los salarios.
En segundo lugar, “la fuerza de trabajo de las personas no vale siempre igual: varía en función del género, del territorio que se habita o de la etnia a la que se pertenece, según el lugar que se ocupe en la jerarquía de la humanidad”. En consecuencia, “los trabajos con peor reconocimiento social y menor salario los realizan siempre las personas que no son de raza blanca, y, de entre estas, a medida que disminuye el prestigio y el salario, mayoritariamente mujeres no blancas.” Por lo que el chantaje iría más allá de la renta-trabajo en el sistema capitalista y patriarcal que pilota la globalización, el chantaje nos llevaría a todos y a todas a aspirar a ser “blanco, varón, occidental y burgués” para poder acceder a los recursos que garantizan una vida digna.
Ya en las primeras páginas, apuesta por desmontar La tiranía del mérito, y argumenta por qué un sistema tan absolutamente perjudicial es amparado por millones de personas, cuya mayoría, además, está, añado yo, en la mierda: “la creencia en la posibilidad de ascender en la escala social y aumentar la riqueza desde el esfuerzo personal mantiene la esperanza en las reglas del juego económico”. Apuntando que con esta creencia se anula la reivindicación de los cuidados y la interdependencia de los seres humanos. Y se propicia, gracias al acceso al consumo, que le ha otorgado al sujeto revolucionario que definió Marx la posibilidad de creerse acomodado a través de los bienes de consumo, tal y como resalta Iñaki Dominguez: “Somos lo que tenemos”. “¿Por qué es tan importante lo que tenemos? Porque refleja la posición que ocupamos en la estructura social” (2017: 79).
Gitanofobia
El segundo capítulo de su ensayo ya nos recuerda y mete el dedo en la llaga del privilegio blanco, el que tengo yo y el que tienen casi todos quienes leéis en esta web, no nos engañemos. No es voluntad nuestra, pero en el sistema que nos ha tocado vivir, quienes lo han diseñado han decidido que estemos un poquito mejor.
En las páginas que centran el libro, Filigrana pide que nos atrevamos a acercarnos, a aprehender, sobre las vivencias del pueblo gitano. A partir de los estereotipos y de los insultos, para observar, por ejemplo, cómo han sobrevivido y alimentado a sus familias a pesar de cargar a sus espaldas con el manido los gitanos no quieren trabajar.
Para denunciar la gitanofobia histórica, sociológica e institucional hace un exhaustivo recorrido por todas y cada una de las leyes que estigmatizan y segregan, que permitieron esclavizar por razón de etnia a una parte importantísima de la población española. Así como la cuestión de clase, recordando que “las familias gitanas que contaban con mejores recursos pudieron comprar los informes judiciales y eclesiásticos con menos trabas y recuperar antes la libertad”, por lo que también hablará de aporofobia como justificación a la explotación laboral.
La fragmentación y jerarquía de las identidades
Por último, quiero destacar su impecable trabajo destacando la exigencia que desde algunas posiciones feministas se articulan sobre la mujer gitana. Filigrana insiste en que patriarcado solo es uno, y que una mujer gitana no precisa escoger luchas ni priorizar para emanciparse, porque más allá de la etnia seguirá siendo mujer, y más allá del sexo seguirá siendo gitana. Mientras el sistema capitalista y patriarcal imponga un valor distinto al trabajo según la raza, la etnia, las capacidades físicas o el sexo, no hay batalla que se pueda ganar sin plantear una alternativa a la totalidad del sistema-mundo.
Pastora Filigrana esboza una interesante alternativa con la que merece todo el respeto terminar mi recomendación de lectura:
“Un frente común nacido de todas estas diferentes posiciones aportaría una respuesta multidimensional que oponer a cada una de las muchas formas de violencias opresivas que el sistema-mundo genera.
Sin embargo, no sería solo cuestión de sumar reivindicaciones y luchas, pues antes habría que afrontar un escollo importante, y es que estos intereses y reivindicaciones que pretendemos sumar pueden estar en profunda contradicción entre ellos mismos.”