Un relato sobre relatos: siete conclusiones desde la Ciencia Política sobre el final de Juego de Tronos

ESTE ARTÍCULO CONTIENE TONELADAS DE SPOILERS

Todo tiene su final y la historia de las grandes casas de Poniente no iba a ser menos. Juego de Tronos termina siendo la serie sobre la que más hemos reflexionado y debatido desde la Ciencia Política para sacar conclusiones sobre el poder. El universo de Canción de Hielo y Fuego ha sido referencia de Cámara Cívica durante años. El sexto capítulo de la octava temporada cierra la saga y permite extraer varias conclusiones relacionadas con el nuevo sistema político que queda en el continente.

El Rey-filósofo platónico

Tras tantas profecías, augurios, conjeturas y locas teorías, la corona pasa a residir en la cabeza de Bran Stark, el Cuervo de Tres Ojos o “Bran El Tullido”. La elocuencia de Tyrion Lannister sirve para convencer a los grandes señores de Poniente de que es la ¿persona? adecuada para reinar. Entre los motivos aducidos se encuentra el hecho de que en calidad de Cuervo de Tres Ojos tiene el poder de, virtualmente, saberlo todo. Bran se autodenomina “la memoria del mundo”. Su potencial omnisciencia le permite saber lo que funciona y lo que no funciona, sin caer en los errores del pasado.

Este gobernante que ha visto la luz nos recuerda inevitablemente al rey-filósofo de Platón, cuyo conocimiento de lo que es bueno, bello y justo lo apartará de cometer hechos malvados, desagradables e injustos. Al convertirse en el Cuervo de Tres Ojos, Bran ha abandonado las pasiones humanas y la ambición de poder, lo que le convierte en un buen gobernante.

Por si fuera poco, se sigue la máxima de “que los filósofos gobiernen, que los gobernantes sean capaces de filosofar”. Para ello Bran elige a Tyrion Lannister como Mano del Rey (Primer Ministro): a lo largo de la serie ha usado la retórica y la dialéctica para razonar sobre las opciones más seguras para cumplir sus objetivos.

Hay que decir que este giro platónico choca frontalmente con la lógica de la serie: George RR Martin ha señalado en numerosas ocasiones que ser una buena persona no te hace un buen gobernante. La muerte de Ned Stark es exactamente el paradigma de todo ello: tomando a Weber, un actor político no puede guiarse únicamente por la ética de las convicciones (por sus principios) o perderá la cabeza; por el contrario, debe ser capaz de obrar según la ética de la responsabilidad para moverse en el juego.

Cambio en la legitimidad del monarca

Si el nuevo rey es platónico, el modo de elección es aristotélico. El final de Juego de Tronos nos trae también una serie de cambios institucionales en el sistema político de los Siete Reinos. La polity de Poniente se sustentaba en un sistema feudal con un monarca sentado en el Trono de Hierro, descendiente del creador de la dinastía y unificador del reino, Aegon el Conquistador.

Al menos esto era así hasta que Robert Baratheon derrocó a Aerys II, descendiente de Aegon y padre de Daenerys. Los problemas sucesorios derivados de la falta de paternidad de los hijos de Cersei Lannister son los que, de facto, ocasionan la desintegración del reino. La lucha de Daenerys por recobrar el trono se debe, dejando de lado su programa político de “Rompedora de Cadenas”, a que es hija del rey depuesto.

Por tanto, ¿cuál es el fundamento del orden institucional de Poniente? La sangre. La importancia del linaje ocasiona que malos gobernantes se sienten en el trono por ser hijos de sus antecesores. La novedad introducida por el sistema político creado por Tyrion tras la muerte de Daenerys es que la persona que ostenta la corona no la tiene por derecho de sangre: los grandes señores de los Siete Reinos deben elegir a un monarca que les guíe.

Aunque hay precedentes en el mundo de Canción de Hielo y Fuego (el rey de las Islas de Hierro, la Guardia de la Noche…), los mecanismos electivos no abundan en Poniente. El guiño republicano de Samwell proponiendo que la plebe elija a su gobernante es muestra de ello. Al final de la saga, Poniente la sede del poder tiene una estructura similar a la monarquía electiva visigoda o, mejor aún, a la monarquía pactista de la Corona de Aragón: el rey tiene el carácter de primus inter pares entre el resto de señores que gobiernan los territorios. Este mecanismo es bastante más eficaz que el matrimonio para lograr lo que Tywin Lannister intentaba mercadeando con puestos en el Consjeo Privado del Rey: que los distintos territorios participen en la gestión del poder, favoreciendo la cohesión del reino.

En España todavía estamos debatiendo sobre la participación de los territorios en la formación de la voluntad general, ¿os suena?

Vuelta a la institucionalidad

Paradójicamente, los cambios institucionales introducidos han permitido una cierta continuidad del aparato del “Estado”. Tyrion asume de nuevo el papel de Mano del Rey, Lord Davos Seaworth es el Consejero Naval, Lord Bronn de Aguasnegras (Blackwater) es el Consejero de la Moneda (Tesorero Real), Samwell Tarly es el Gran Maestre (a pesar de que abandonó la ciudadela sin sacar ni un examen) y Ser Brienne de Tarth es la Lord Comandante de la Guardia Real. Como manda su cargo, Ser Brienne debe escribir la historia de los otros miembros de la Guardia Real, llenando páginas de un libro que no pertenece a nadie sino al reino.

De esta manera tan simbólica la serie nos cuenta que los cambios introducidos más o menos traumáticamente han servido para dar continuidad al orden institucional existente y de esta forma mantener la cohesión social. Hay quien puede hablar de gatopardismo (cambiar para que nada cambie)… pero en España podríamos decir que ha sido una Transición modélica.

Secesión en frío

Si no querías Starks, toma dos tazas. El episodio final de Juego de Tronos resuelve mágicamente el conflicto territorial de Poniente: el Norte tiene la misma extensión que el resto del continente (si bien con menor densidad de población), religiosa y étnicamente siguen vinculados a los Primeros Hombres en lugar de a los ándalos y tienen unas diferencias culturales, institucionales y jurídicas bastante grandes respecto al resto del continente.

Ello ha traído repetidos intentos secesionistas emulando a los Reyes del Invierno previos a Torrhen Stark, el Rey que se Arrodilló ante Aegon Targaryen: primero con Robb Stark y posteriormente con Jon Nieve. En el cambio de sistema político en Foso Dragón, todos los grandes señores acceden a la concertación territorial sobre una corona pactada… salvo Sansa Stark, señora de Invernalia y consciente de que su gente no volverá a confiar en reyes extranjeros. Sin mayor negociación, se acepta que el Norte deviene un reino independiente con Sansa Stark como Reina en el Norte.

De esta forma el territorio controlado desde Desembarco del Rey pasa a llamarse los Seis Reinos sin mayor drama. No se nos aclara demasiado si el Norte se convierte en un Estado libre asociado o simplemente un país vecino con quien habrá cordialidad. Tampoco parece que Yara Greyjoy, quien se postuló como reina de las Islas de Hierro intente el mismo movimiento. Ni si quiera que Dorne, que como reino asociado poseía amplias cotas de autonomía, levantó la voz.

Cabe esperar que con un Stark como rey de los Seis Reinos y otra Stark como reina del Norte el continente de Poniente pueda vivir en paz. Habrá que esperar algunos años para ver si algún nuevo monarca con tentaciones recentralizadoras intenta activar el artículo 155.

Un relato sobre relatos

“El poder reside donde los hombres creen que reside”

La frase de Varys es quizás una de las que mejor definen el carácter ambivalente del poder. En las primeras temporadas de Juego de Tronos se discute ampliamente sobre si el poder es duro (soldados, oro, recursos) o blando (relatos, historias, liderazgos). Quizás es Cersei Lannister quien ha encarnado desde el inicio el primer enfoque, haciéndose con soldados mercenarios, fuego valyrio, financiación del Banco de Hierro de Braavos y mucho más para mantener el poder. Daenerys por su parte comienza con su carisma, su capacidad de generar horizontes comunes y su “programa” político de eliminar la opresión. Gracias a estos ingredientes “blandos” del poder puede hacerse con un gran ejército, aliados y dragones. Pero no al revés.

Y sin embargo ambas fracasan. En Pozo Dragón Tyrion, haciendo uso de la mayéutica una vez más, se pregunta qué mantiene unido un reino: las historias. Los relatos. El storytelling dirían los asesores políticos modernos. Al final estamos hablando de lo mismo. La importancia que el mundo de Canción de Hielo y Fuego otorga a los mitos, las canciones, el teatro, los títulos nobiliarios e incluso a los cuentos de la Vieja Tata como pinceladas que construyen discursivamente la realidad en la que operan los distintos actores políticos y sociales cristaliza en la conclusión de Tyrion de que Bran debe ser el rey por tener la mejor historia.

Personalmente, puedo estar de acuerdo con el análisis pero no con el diagnóstico, toda vez que tenemos a personajes que han salido de las llamas, del frío, han montado dragones, han perdido y recobrado la vista, vencido a Caminantes Blancos, unido a naciones diferentes o, literalmente, resucitado de sus heridas. Pero bueno, dejémosle alguna licencia a los showrunners, que para algo cobran.

Los fanáticos se creen en posesión de la verdad

La octava temporada de Juego de Tronos ha venido a contarnos cómo se forja el fanatismo y la tiranía en aquellos que pensaban estar combatiendo el fanatismo y la tiranía. O eso pretende. El caso es que podemos ver cómo cuando obras para hacer el bien repetidamente, corres el riesgo de llegar a crear que haces el bien porque obras. Todos los fanáticos se creen en posesión de la verdad y esto no suele ser bueno para nadie. Como dice Rafael del Águila, las mayores atrocidades de la Historia se han cometido en el nombre del pueblo. El totalitarismo aparece cuando alguien está dispuesto a sacrificar inocentes por una idea, por pura y elevada que ésta sea. Por ello, en un momento repleto de reminiscencias romanas, el héroe asesina a su reina.

“Et tu, Jon?”
“Sic semper tyrannis”

Posteriormente al asesinato de Julio César, los gobernantes de la maltrecha República de Roma debatían sobre si había sido un magnicidio, castigado con la muerte, o un tiranicidio, acto legítimo de defensa del orden constitucional. Una escena parecida tiene lugar en Pozo Dragón, mientras deciden qué hacen con Jon Nieve. No pudiéndolo condenar a muerte pero tampoco dejarle libre, deciden enviarlo a la Guardia de la Noche, lo que nos lleva al siguiente y último punto.

El eterno retorno

El universo de Canción de Hielo y Fuego está cargado de referencias a la idea del eterno retorno. Guerras que generan guerras, venganzas que generan venganzas, sucesos circulares que se repiten en contextos y a personajes diferentes… Daenerys llegó para romper la rueda, pero quizás no se fijó más que en los engranajes. No es solamente el sistema político de las grandes casas de Poniente compitiendo por el poder el que hace que todo funcione. Son éstas las que giran motivadas por las ambiciones personales de diferentes actores socializados en un determinado contexto, manteniendo la rueda girando siempre.

Pensar esto genera un pensamiento un tanto siniestro: ¿significa ésto que todo por lo que hemos pasado… volverá a suceder?

«No hay un solo rey que no descienda de un esclavo, ni un esclavo que no haya tenido reyes en su familia».- Platón