Acudir a fiestas populares o eventos folclóricos.
El pueblo tiene pocas cosas, pero una de las cosas que con más cariño le pertenece son las tradiciones. Acciones repetidas a lo largo de la historia que refuerzan tu identidad y que te devuelven a tu yo más íntimo. Las tradiciones emocionan, unen y, sobre todo, nos permiten encontrarnos. Además, las tradiciones suelen hermanar, generando momentos estéticos muy atractivos, incluso cuando su orígenes resulta a veces cuestionable. A los políticos les encanta estar en esos sitios donde se respira como en ningún otro lo que la gente siente. “Un buen político está donde está la gente” es una frase tan útil como inteligente. Y, por cierto, no hay nada más alternativo en este mundo global que las tradiciones.
Hacerse fotos con niños o con gente joven
Ver a alguien que tiene “mano” con los niños siempre te da tranquilidad. Todos buscamos al padre o madre perfecto, nuestra sociedad evalúa en buena parte la personalidad en relación a tu destreza en este aspecto. Por otra parte, la juventud ha sido tradicionalmente en política un elemento de refuerzo y un ideal de exaltación. Nos gusta ver a gente rodeada de jóvenes, parece que eso convierte el momento en más distendido, feliz, cercano. La juventud es ilusión y fuerza por definición y quién no querría esos atributos cerca.
Ver un partido de fútbol, celebrar una victoria deportiva o rodearse de famosos
Cuando juega un equipo deportivo o compite un deportista lo hacen, en realidad, cientos, a veces miles, de personas. Incluso hay veces en las que todo un país sale a un campo de juego. Las victorias deportivas impactan en el ánimo colectivo y los políticos no pueden rechazar la oportunidad de ser partícipes de ese momento de felicidad común. El deporte es, de nuevo, una cosa muy del pueblo y como tal ningún cargo quiere dejar algo escapar que genera sentimientos tan intensos. “Un buen político se alegra de lo que se alegra la gente”.
“Los famosos” son otro interesante lugar común de la política. Las grandes caras de un país generan confianza y cercanía. Que tu actor o cantante preferido apueste por un político es muy probable que te haga generar simpatías determinadas hacia él. Los famosos no solo tienen un altavoz mediático y de influencia enorme, además son las personas que ponen rostro a lo que como conciencia colectiva somos y proyectamos ser. De esto saben mucho los americanos, donde los personajes conocidos no pierden al significarse, aunque las implicaciones de la significación allí son mucho menores que en Europa.
Visitar un centro de trabajo
Nuestras sociedades sacralizan el trabajo, están convencidas de que el trabajo dignifica y que un país funciona cuando hay muchas máquinas produciendo cosas con mucha gente empleada a su alrededor. Además, los centros de trabajo y especialmente los relacionados con cadenas de montaje o complejos procesos productivos transmiten la imagen de innovación y de futuro que tan bien viene para un proyecto político. Si la fábrica funciona parece que el país también lo hace y el político se mete en esa atmósfera de productividad con su traje correspondiente, incluso con casco si hiciera falta, para ver cómo el engranaje está en buena forma. Sucede además que el cargo público al visitar la empresa le da una tremenda publicidad, es como un reconocimiento público, y eso genera un vínculo de simpatía entre trabajadores, empresario y gobierno.
Inaugurar cosas
De nuevo, la sensación de progreso, de que el país está funcionando. Una inauguración es un momento comunicativo “en positivo”. Trabajo hecho, generalmente una nueva infraestructura de servicio comunitario y todo gracias a mi gobierno. Parece como si el político hubiera construido la carretera o el nuevo colegio. Es fácil después de haber inaugurado el centro de mayores de un pueblo que la gente te sienta como un político que hace buenas cosas y eso es lo que se quiere conseguir. Las fotos de inauguración, por cierto, se pueden convertir en una verdadera batalla campal de protagonismo si en la obra han intervenido varias administraciones o incluso si la oposición también quiere participar de ese momento.
En esto de las inauguraciones las grandes infraestructuras de transporte han sido la tradicional joya de la corona: AVE, carreteras o aeropuertos han atraído a políticos de todos los signos.