Hay un nuevo rey en el castillo. Mientras aún siguen los movimientos de despacho y la etapa de Iván Redondo al frente del Gabinete del presidente del Gobierno se va quedando en el recuerdo, la figura de Óscar López emerge. Toca dejar atrás los meses de confrontación mientras se abre un escenario completamente nuevo, impensable antes del verano, que pone ante los ojos de los españoles una situación cuanto menos optimista.
Y es que es su seña de identidad. Desde que comenzó en los 90 como asesor socialista en el Parlamento Europeo —al lado del actual jefe del Ejecutivo—, López ha hecho de la política en positivo su distintivo más puro. Ejerciendo como coordinador de la secretaría de Organización y Acción Electoral del PSOE en los primeros 2000, llegó al Congreso en 2004 de la mano de Zapatero, sumándose al equipo de campaña que arrebató la Moncloa al Partido Popular. Una campaña que llevó por lema “Merecemos una España mejor”, y cuyo leitmotiv, el cambio, utilizaría la nueva mano derecha del actual presidente durante muchos años.
En 2008, revalidado el triunfo del partido en lo nacional, en uno de los procesos electorales más ilusionantes que se recuerdan para los socialistas —“motivos para creer” como argumento fuerza, con la marca de la ceja y el apoyo de intelectuales y artistas—, López cambió de destino para emprender su mayor reto en solitario: la Junta de Castilla y León. Pese a caer derrotado en las autonómicas de 2011 contra los populares, su estrategia de comunicación siguió el camino que había marcado anteriormente: con el lema “puro cambio”, sus carteles llamaban a los castellanoleoneses a “despertar al Ejecutivo regional”, apelando a lo emocional con mensajes como “por Castilla y por León”.
Sin embargo, solo acababa de empezar. En ese mismo año, con el Gobierno en caída libre debido a los efectos de la crisis, Alfredo Pérez Rubalcaba le encargó coordinar la Conferencia Política que prepararía las armas del partido de cara a las urnas el 20N, sabiendo que afrontarían un escenario de derrota. Aun con el pesimismo reinante, aquella campaña resultó ser un cúmulo de emociones rescatadas e ilusiones aún por cumplir, que levantaría el ánimo de un gran número de votantes. De hecho, muchos expertos electorales han coincidido estos últimos años en que, sin esta estrategia, el batacazo del PSOE frente a Rajoy habría sido mayor. Para el recuerdo quedó uno de los grandes mítines del siglo XXI dentro de nuestras fronteras, reuniendo a Felipe González y a Alfonso Guerra en Dos Hermanas quince años después de su salida del Ejecutivo, para que este último dejase en el aire aquel “socialismo es que nadie tenga tanto como para poder poner de rodillas a nadie, y que nadie tenga tan poco como para verse obligado a ponerse de rodillas delante de nadie”.
Una vez consumado el relevo en Moncloa, Rubalcaba evaluó a su equipo, y tomó la decisión de nombrar a López como secretario de Organización, su nueva mano derecha, cargo que mantendría hasta la salida del exvicepresidente en 2014. No obstante, tampoco entonces dejaría de apostar por una línea estratégica muy marcada. Con la llegada de Pedro Sánchez, con quien mantenía una excelente relación, mucho tuvo que ver en las campañas de 2015 —cuando también se hizo cargo de la de Gabilondo en Madrid, quedándose a un suspiro de tomar la Puerta del Sol— y 2016, a las que los socialistas saldrían con “Un futuro para la mayoría” y “Un sí por el cambio”, respectivamente. Pura comunicación positiva, con mensajes de ilusión y de construcción de proyecto, tratando de recuperar al votante que se había quedado en casa en la anterior convocatoria.
Aquellas urnas no hicieron —aún— presidente a Sánchez, pero le dejaron extremadamente cerca. Y justo después, la hecatombe. Tras los “idus de octubre” —como apodaría Borrell a los sucesos que acabaron con el secretario general fuera del partido—, López sería apartado de la portavocía en el Senado por la comisión gestora que rigió al PSOE durante aquellos meses, al haber apostado por el bando del “no es no”. Con las primarias del siguiente año, su apoyo iría a Patxi López, esa tercera vía y punto medio entre el enfrentamiento brutal de Sánchez con Susana Díaz. Dirigió las estrategias del ex Lehendakari y planteó una serie de acciones que serían muy agradecidas por las bases —como acudir a las agrupaciones más pequeñas a sentarse con los afiliados y conversar de forma tranquila—. Si bien la batalla estaba en otro horizonte (y en otro registro), quedó patente una vez más su capacidad para convertir situaciones adversas en escenarios de trabajo positivos.
Algo que, de hecho, ya funciona en la Moncloa en las pocas semanas que lleva habitando las dependencias que antes regía Redondo con puño de hierro. Tras su nombramiento a principios de julio, el Gabinete ha iniciado una travesía opuesta, renovando los perfiles de un equipo que comparte su visión, contando con gente como la expresidenta de Patrimonio Nacional, Llanos Castellanos o la exjefa de Política de la Cadena SER, Sonia Sánchez.
Si la clave de la primera parte de la legislatura fueron los continuos enfrentamientos con la derecha para ampliar la base política y ganar apoyos dentro de la izquierda —algo que funcionó con creces, a la vista de los resultados—, el paso del presidente va ahora por otras vías. En los últimos días, la presidenta de la Comisión Europea, el presidente del Consejo Europeo y el presidente de los Estados Unidos han elogiado el liderazgo de Sánchez y las capacidades del Gobierno de España, gracias a las decisiones tomadas para enviar aviones de rescate para civiles afganos. Ni la oposición más dura ha podido oponerse con argumentos a esta medida, viendo tales avales. El acierto, del Gabinete.
Pero hay más. Mientras el conflicto en Oriente Medio copaba titulares, el líder del PSOE también acudía a visitar en Ávila a los vecinos que habían sufrido incendios durante el verano, perdiendo sus pertenencias y sus hogares. Una imagen perfecta. Ese tipo de estrategias son las que dibujan el perfil de López, que juega su papel desde la sombra, y las que van a marcar el paso del Ejecutivo hasta 2024. Además, funcionan. En muy poco tiempo, Sánchez ha pasado a renovar —y de qué manera— su repercusión internacional, así como a afianzar el apoyo de zonas rurales tradicionalmente conservadoras con acciones concretas ‘in situ’, mientras continúa ascendiendo en aprobación por la gestión de la pandemia cumpliendo los objetivos de vacunación. Poco a poco, y aunque haya quien no las quiera oír, van sonando trompetas de reelección. Y su equipo, con López a la cabeza, tiene toda la culpa.