La jornada del ya internacionalmente famoso 1 de Octubre fue algo, por desgracia esperado, pero que no cabía en la cabeza de nadie con un poco de ética. Finalmente, tal y como predijo Julio Anguita hace unos años, los dos trenes chocaron, el independentista y el estatal, la intransigencia de ambos llevó al desastre, el pulso de los catalanes y los resultantes golpes del Estado han acabado siendo eco de todos los medios de comunicación. Portadas en todo el mundo evidenciando el desastre en el que un Gobierno incapaz acabó usando a las fuerzas de seguridad del Estado para callar la boca de miles de personas que sin miedo salieron a las calles a luchar por su derecho al voto, aun siendo ilegal.
Votar no debería ser ilegal. La democracia no es solo votar, eso lo comparto, pero es cierto que, si bien “rompería el pacto del 78” un referéndum en Cataluña, también lo hacen cosas así. Ya es preocupante tener manifestándose contra un Gobierno a un número de personas tan alto como para encima someterles de manera violenta.
Existe un problema en España: el Estado-nación ha fracasado, se impuso una única nación española cuando realmente existían varias culturas distintas entre sí que, podían convivir entre ellas, pero no tenía por qué prevalecer una sobre otra. Sin embargo, allá por el siglo XIX sí se impuso una cultura, la castellana. No vengo aquí a defender el independentismo catalán, no me malinterpreten, pero de lo que sí que estoy seguro es que, para defender a Cataluña como española, hay primero que entender su historia y por qué responden a cultura y tradiciones distintas, además del sentido de su reivindicación.
Repudio todo nacionalismo, el español, el catalán, el estadounidense… Sentirse orgulloso de nacer en un país, como casualidad que es, es una absurdez enorme. Y no solo eso, ser nacionalista, es decir, exaltar tu nación o tu país por encima de los demás, lleva consigo un pensamiento excluyente innegable, siendo tan simple como “si mi país es el mejor, es mejor que el tuyo”, algo que es xenófobo en cualquier aspecto. Además, salvo algunos casos desviantes de liberación como en Latinoamérica, el nacionalismo lleva de la mano intereses de élites políticas y económicas del territorio.
Sin embargo, lo que sí considero legítimo es reclamar un espacio a tu cultura dentro de un país como ha reclamado el movimiento catalanista históricamente (independientemente de los intereses que pudo tener y tiene la burguesía). Defiendo el derecho de esa minoría que tuvo más mordaza que nadie durante 40 años en una dictadura ultra derechista, y el derecho a decidir en las Españas de una cultura distinta a la mía.
La catalanofobia existe y duele. Duele al catalán que viene al resto de España y duele al murciano o extremeño que tienen un mínimo de sentido común. Por tener lengua propia y utilizarla no te está atacando, está siendo él mismo, tampoco está adoctrinando a su hijo, está educando a su hijo como mejor sabe.
Esta situación era evitable, se les pudo dejar decidir desde el principio, quizá, hoy ERC no existiría si se hubiera hecho o se habría reinventado como izquierda no nacionalista o sería tan marginal que el domingo habría sido un día normal. Pero no, la intransigencia del Gobierno del PP ha llevado a esto: a que se ignore a un territorio completo y se acabé hiriendo a más de 800 personas y a que encima, el resto de España saque banderitas españolas para “no romper la unidad”, algunas veces con un tufo franquista inaguantable. Pero no todo sale bien al PP, y lo triste de esto, es que, aunque le salga mal al PP, una vez más, quien pierde aquí son los ciudadanos.
La victoria independentista no es el 90% de los votos en un referéndum ilegal e ilegítimo como el del domingo, es la imagen en todo el mundo de policías pegando con porras a personas con papeletas. La victoria es simbólica, cada vez son más y lo preocupante es que al Gobierno le da igual, ya que la versión fue “hemos sido un ejemplo para el mundo” (efectivamente, de lo que no se debe ser). Lo que ocurre hoy, es que da vergüenza ser español por culpa de unos políticos que no están a la altura de un problema que ellos mismos cada vez han hecho más grande. Además de ridículo, decir que no hubo referéndum y que todo fue perfectamente, suena orwelliano, algo muy preocupante, no solo para el catalán, también para el resto de españoles que tienen a un presidente que miente deliberadamente y a un rey que no da la cara cuando hace falta.
¿La solución? Habría sido un referéndum garantista en el que votaran los que reivindican su cultura históricamente (los catalanes) y se trabajara por que saliera que no desde los partidos nacionales, pero, ahora… Ahora amigos míos, después de que los catalanes se sientan, no solo agredidos simbólicamente (por la cultura), sino que también físicamente, ahora, ni siquiera en ese referéndum se podría asegurar que saldría que no.
La acción desproporcionada de la policía ha supuesto la victoria simbólica de los partidos independentistas en el 1-O. Porras contra urnas, bolas de goma contra papeletas. Esas imágenes han dañado al Gobierno, pero también a España, por culpa de ellas, Cataluña, una de las culturas más abiertas y más progresistas del país, está más fuera que nunca.
Gracias Rajoy, gracias PP, por ser el mejor enemigo para el independentismo, exactamente el que ellos querían.