Al fin llegó el momento. Tras casi dos agónicos años tras la activación del artículo 50 del Tratado de la Unión Europea y tras un largo día de reuniones con su gabinete, Theresa May presentó su borrador de acuerdo con el Brexit. Un acuerdo que, dicho sea de paso, no ha gustado demasiado a nadie en la política británica.
Las claves del acuerdo
La campaña del Brexit fue bronca, xenófoba y centrada en la inmigración y la “dictadura” de Bruselas. Paradójicamente, los problemas del Brexit llegaron por otros dos frentes: la frontera con Irlanda y los acuerdos comerciales que Reino Unido mantiene con la Unión Europea.
El borrador parece ser relativamente benévolo con la inmigración comunitaria. La libre circulación para trabajadores y sus familias permanecerá igual que ahora hasta diciembre de 2020, y quien permanezca cinco años en el país después de esa fecha recibirá un visado de residencia permanente. El borrador promete un proceso user friendly para los inmigrantes comunitarios. Esta promesa es especialmente importante, pues recordemos que el Reino Unido y su Foreign Office (especialmente después de lanzar la política de hostile environment) es un país muy estricto y aleatorio para los inmigrantes de países extracomunitarios e incluso para los ciudadanos británicos de las antiguas colonias, como se puede ver en el escándalo de Windrush.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea mantendrá su jurisdicción sobre Reino Unido hasta el fin del período de transición de diciembre de 2020. Después del periodo de transición Reino Unido someterá sus controversias al arbitraje internacional pero este podrá tendrá en cuenta la interpretación del Alto Tribunal europero en sus laudos. Toda un espaldarazo al ala dura de los brexiters que defendían una desconexión total con el continente.
El comercio, una de las principales preocupaciones de Reino Unido, también se mantendrá como está durante el período de transición, y se deja en manos de futuras negociaciones los flecos de dicha relación comercial. En caso de no acuerdo, la situación sería el continuismo: permanecer en una unión de consumidores, que no hubiese tarifas entre la UE y Reino Unido. Esto, sin embargo, también implicaría que Reino Unido no podría negociar tarifas a la baja con otros países de fuera de la Unión.
Respecto al transporte aéreo y marítimo, se espera mantener la continuidad incluso tras finalizar el período de transición de 2020. También se espera alcanzar un acuerdo sobre la energía que llega de Europa desde el Canal de la Mancha.
En materia de seguridad, Reino Unido quiere permanecer dentro de los mecanismos europeos de extradición y continuar usando las bases de datos de la Unión Europea. Si bien esto requerirá de un tratado específico, la voluntad de colaborar en materia de terrorismo y seguridad parece clara por parte del estado británico.
Educación y Ciencia es otro apartado donde Reino Unido no deja mucho a la imaginación. El personal de las universidades se atendrá a lo dispuesto en las nuevas normas sobre inmigración y los estudiantes europeos podrán continuar estudiando en Reino Unido aunque no se garantizan créditos ni becas después de 2020. Respecto a la ciencia, el Reino Unido prentende continuar colaborando en los programas europeos de ciencia e innovación, especialmente en los radioisótopos, vital en la investigación médica.
Irlanda del Norte, Escocia y Gales
Las sensibilidades respecto al Brexit son diferentes en las diferentes regiones de Reino Unido. El Brexit hacía peligrar los Acuerdos del Viernes Santo en Irlanda del Norte y los nacionalistas escoceses se sentían traicionados debido a que gran parte de la campaña de los unionistas durante el referendum de independencia de Escocia de 2014 se basó en la permanencia en la Unión Europea. En ambos territorios, además, el voto por el remain o permanencia fue abrumador, en comparación con Inglaterra y Gales.
Parece ser que el borrador contempla un estatus especial para Irlanda del Norte con un sistema de doble comprobación por parte de las autoridades británicas para los productos que entren salgan desde Irlanda del Norte a la Unión Europea. Se respetarán las normas europeas para productos de consumo e industriales y los productos que entren desde Irlanda del Norte al resto de Reino no tendrán nuevos controles. Este estatus, sin duda alguna, dará un peso mucho más importante a la región irlandesa de lo que tenía antes.
Según la BBC, los conservadores escoceses están a la espera de los avances y clarificaciones en las negociaciones, pero reina cierto recelo entre ellos. Escocia muy probablemente querrá un estatus similar al de Irlanda del Norte, cuando directamente resuenen los tambores de un segundo referendum de independencia que saque a la región más septentrional del país británico.
Respecto a Gales, Carwyn Jones, ministro de Gales, ha llamado a un segundo referéndum en caso de que Theresa May dimita y no haya elecciones, además de considerar que el acuerdo está lejos de ser perfecto.
Escenarios
El actual borrador deberá ser aprobado por el Parlamento a principios de diciembre. Esto no está garantizado debido a la rebelión torie entre partidarios de un Brexit duro y de uno blando, la división dentro del partido laborista y la posición que tomen partidos como el SNP. En caso de no ser aprobado, se abriría la caja de Pandora: Theresa May tendría 21 días para hacer otro acuerdo y encontrar los apoyos suficientes.
La no aprobación del acuerdo podría implicar consecuencias devastadores para la actual negociación: elecciones generales, que abrirían otro espectro totalmente diferente de opciones, una moción de censura inspirada desde las propias filas conservadoras e incluso el querido segundo referendum, querido por algunos actores políticos británicos. Esto, por supuesto, con una Unión Europea expectante y que podría no estar de acuerdo en prorrogar el artículo 50 del Tratado de la Unión.
Conclusiones
El borrador apuesta por un blind Brexit o Brexit a ciegas. Un acuerdo de mínimos con un enorme balón de oxígeno (hasta diciembre de 2020) que permita a May arreglar sus problemas domésticos y encarar unas negociaciones con ministros dispuestos a respaldarla y enfangarse en un proceso que tendrá un alto coste político. Es un Brexit ciego porque, efectivamente, habrá Brexit el 29 de marzo de 2019 pero no se concreta absolutamente nada de materias tan importantes como la energía, la educación o la seguridad. Reino Unido saldrá al mundo exterior sin ser capaz de medir su verdadero alcance e independencia, de la mano de una Unión Europea que teme dejar.