Bentham en su cumpleaños: Planteamientos éticos y conjeturas

Jeremy Bentham

A menudo nos encontramos ante situaciones que nos dan a elegir entre algo malo que procura algo bueno, algo bueno que procura algo malo y conjunciones de ambas cosas. Por ejemplo: en medicina se practica el triaje, una forma de valorar al paciente para darle prioridad frente a otro, que hace que la aplicación de la ciencia sea más eficaz y eficiente. Lo malo: consiste en clasificar objetos que, la casualidad, son personas. Y aquí reside la pregunta clave del siguiente articulo: ¿Qué es más útil? O, dicho de otra forma, ¿Qué procura mejores resultados?

¿Quién es Jeremy Bentham?

Jeremy Bentham nació tal día como hoy, 15 de febrero, en 1748. Lo hizo en Londres, Reino Unido, en plena ilustración. Es decir, es 24 años más joven que Kant y prácticamente coetáneo de la enciclopedia de Diderot. Ergo, hablamos de una persona que nació y envejeció al mismo tiempo que la hegemonía de la razón. Al final de su vida, observó cómo surgía el romanticismo. En cuanto a España se refiere, se lleva sólo dos años con Goya, cuya evolución pictórica explica mucho mejor que nosotros este tiempo.

Esto es importante, dado que podríamos decir que su forma de ver la ética es muy diferente. Mientras que Kant dice –grosso modo– en Fundamentación de la metafísica de las costumbres que una acción es buena cuando ésta puede hacerse en cualquier momento, en cualquier lugar y seguir siendo buena, Bentham pone una coma y diría, –más grosso modo aún– que, bueno, depende…

¿Qué propone? El utilitarismo

El utilitarismo es una de esas corrientes que podemos calificar como “hedonistas”. O sea, lo bueno es aquello que aumenta la felicidad y disminuye el dolor. En caso de que sólo se pueda elegir una, aquello que disminuye el dolor es mejor que aquello que aumenta la felicidad. Y muchas veces –nos tememos– hay que elegir. Así, Bentham configura un método materialista llamado felicific calculus (calculo de la felicidad). Este método nos ayuda a observar qué acción es mejor, puesto que podremos ver qué acción proporciona más felicidad.

¿Podríamos estar hablando de uno de los grandes algoritmos de la Filosofía? Sin duda. Y es precisamente el uso de un cálculo el que separa a Bentham de Kant. Si para Kant hay acciones puras, para Bentham hay acciones mejores que otras o, mejor dicho, más útiles. “¿Y si todo el mundo hace lo mismo, qué?”, diría Kant. Este aparente jaque mate de Kant se responde desde el realismo, ¿Acaso tienes la seguridad de que todo el mundo va a ser bueno o malo?

Y por preguntas como estas estudiamos Ética, amigos y amigas. En cualquier caso, en Bentham lo importante es el fin (el telos, de ahí “ética teleológica”), mientras que para Kant lo importante es el “deber ser” (el deón, de ahí “ética deontológica”).

¿El fin de qué? Un ejemplo

La ciencia médica trata de sanar o evitar el dolor. Cuando el personal sanitario practica el triaje, evalúa quién va a sufrir más y quien menos para atender antes o después o, siendo esto mucho más doloroso: dado que tengo estos recursos y son limitados, ¿quién tiene más posibilidades de sobrevivir? De forma que el personal sanitario tiene el deber –esto también es un palabro– de no atender el dolor de una persona para que otra se salve.

¿Resultados para quién?

¿Y si es tu hermano el que tiene un 10% menos de posibilidades? Aquí es donde se plantea la gran cuestión: ¿para la comunidad, para el enfermo o para quién? Encuentro paradójico que, para curar personas, el personal sanitario tenga que ver objetos. Su objeto de trabajo, en realidad, son miembros de una comunidad que se divide en individuos cuyo desarrollo es fundamental para que la comunidad siga adelante.

Bentham, Ontología y Deontología

Tengo un profundísimo debate conmigo mismo. Por un lado, considero que mi ética es deontológica (“que parte de lo que es bueno para los hombres y entienden que lo correcto es lograr el mayor bien posible” (Cortina, 2019)), por otro, profundamente teleológica (“que considera necesario decidir en primer lugar qué normas son justas, de modo que las personas puedan decidir sus ideales de vida buena dentro del marco de la justicia” (Idem)).

Seguidamente, creo que lo personal es político. Esto tiene una repercusión en mi vida: trato de comportarme igual en solitario que con el resto de la sociedad. No siempre lo consigo, ni estoy de acuerdo conmigo. ¿Qué tendrá esto que ver? Pues resulta que muchas veces en política hay que hacer triaje. Sacrificar –si es que esta es la palabra– algo para conseguir algo más importante.

¿Qué es el máximo de lo más importante?

La felicidad de todos y cada uno de los seres que componemos la humanidad. ¿Cómo sucede eso? Hay muchas teorías, después de mucho pensarlo, yo creo que a través de la socialdemocracia. ¿Qué es lo que sucede? Que no todo el mundo tiene que estar de acuerdo conmigo, que de vez en cuando sale algún corrupto, que ese dato que tenías guardado no lo has dado bien y que, además, lo que sí que haces bien no lo has sabido comunicar.

Llegados a este punto tengo varias opciones: 1. Dar un golpe de Estado e implantar la primera dictadura socialdemócrata. Tan contradictorio como irrisorio, apenas un absurdo. 2. Tratar de convencer a cuanta más gente mejor de que tengo razón. 3. Comunicarlo de otra forma. 4. Recurrir a la fontanería. Decíamos hace poco que para acabar con Maquiavelo, había que usar a Maquiavelo.

Ese máximo… ¿Es posible? Una aplicación directa del pensamiento de Bentham

Quizás sea posible establecer una política pública que haga que todo el mundo tienda a la felicidad. Lo que veo más complicado es que todo el Planeta Tierra coincida conmigo en que ese puede hacerse a través de la socialdemocracia. Es más, descubriéndome aún más, creo que el neoliberalismo nos tiene tan ganada la partida hegemónica que podemos conformarnos con resistir. Es decir: creo que la principal misión de la izquierda es que no gobierne la derecha.

Todo lo demás supone partir de un terreno en el que creo que no estamos: que podemos hacer de este un mundo absolutamente justo, es decir, un mundo cuyas instituciones provean de felicidad a la humanidad. Evidentemente, hay quien está mucho peor, pero el hecho de que alguien esté mucho peor no significa que por aquí no se esté regular.

Ergo…

Así, la izquierda debería hacer casi todo lo posible para que no gobierne la derecha, pues todo tiene un límite. Dado que la ética es práctica, entiendo la moral como una ley no escrita que nos exige una ética para comportarnos. Así, me parece inmoral la traición, la mentira… Un largo etcétera asumible por cualquiera y, por lo tanto, (disclaimer: viene un chiste) tan vulgar como sencillo de desechar a la más mínima ocasión.

Chistes aparte, me parece absolutamente lamentable que, por un quítame allá esa coma, sea tan complicado llegar a acuerdos que, si no se llevan a cabo, tienen como conclusión que al final gobierna la derecha, lo cual, a mi entender, nos alejaría del objetivo: la felicidad.

Dicho lo cual, creo que Adela Cortina explica mucho mejor que yo en esta maravillosa conferencia donde están los límites del utilitarismo. (Sobra decir que en esta casa –un modo educado de decir que hablo de mí– somos muy de Adela Cortina).

Toda una serie de preguntas:

¿Vale todo para conseguir que todo el mundo sea feliz? No, por eso “nos damos” constituciones.

¿Es posible que todo el mundo sea feliz? No, pero debemos trabajar para que haya cuanta más gente feliz, mejor.

¿Es válido sacrificar la felicidad de alguien para que el resto de la humanidad sea feliz? En parte, sí, por eso el Estado –cuando es solvente– tiene el monopolio de la violencia. Precisamente de esto quería yo hablarles:

El panóptico

Bentham escribió una notable obra sobre penitenciaría: Panóptico. Inventó un sistema mediante el cual una cárcel podría estar dominada por solo una persona. Tarde o temprano, todos los reclusos se comportarían bien, pues se sentirían vigilados. Esto tuvo una gran repercusión en la literatura del Siglo XX, personalmente, destaco a Foucault.

Una reflexión que reconozco que me aflige es esta: ¿Hacemos el bien porque queremos hacer el bien o porque sabemos que nos miran? Y hay otra cosa que me fascina todavía más: ¿Hemos dejado de hacer cosas absolutamente placenteras por miedo a se vistos por todo el planeta?

El panóptico de Bentham y las redes sociales

Las redes sociales nos han afectado y mucho y, hoy en día, “desaparecer” es más complicado que nunca. Cualquier persona en cualquier situación puede descubrirte tomando una cerveza en cualquier sitio a pesar de que le dijiste a otro amigo que estabas malo porque el plan con él no te apetecía. ¿Has dejado de poner un tweet por miedo a que lo lean en un futuro trabajo? O mejor, ¿le tienes miedo al hecho de que alguien vea tus tweets de 2011?

Por mi parte, soy una persona muy reflexiva y muy tendente a fijarme sólo en lo negativo. Me da miedo que la persona que está escribiendo este artículo dentro de 10 años sea considerada imbécil. La persona que yo era hace 10 años lo era, no les quepa duda.

Dice mi profesora de Filosofía en la Edad Moderna, Laura Herreros, que de una buena clase de filosofía se sale con más preguntas que respuestas. Bien, les planteo la mía: ¿Es tan grande este panóptico de las redes sociales que no sólo tenemos miedo al presente, sino al futuro y al pasado? ¿No se parece esto a una premisa de Black Mirror? ¿Qué les parece discernir estas cuestiones en el próximo CerveCívica?

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por Fernando Camacho.

Estudiante de Estudios Ingleses e Historia del Arte. Leo más que escribo y reflexiono mucho sobre ética y estética. "Con Montmartre y con la Macarena comulgo" (M. Machado), me gusta la contemplación y el Betis. ¡Sobre todo el Betis!