Así fue el Debate 13J

Imagina quien viene a cenar esta noche. Bueno, no a cenar, sino a debatir. Sí, es Mariano Rajoy, el Presidente del Gobierno en funciones. Tras su sonada ausencia del anterior debate “a cuatro” del 7 de diciembre donde fue sustituido por la Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría (lo cual suscitó alguna suspicacia), ayer se batió con el resto de líderes políticos. Como de costumbre, nosotros hicimos un seguimiento en redes sociales, del que os traemos un pequeño resumen.

Los invitados a debatir fueron de nuevo los candidatos principales de los cuatro partidos con mayor representación: Mariano Rajoy por el Partido Popular, Pablo Iglesias por Unidos Podemos, Pedro Sánchez por el Partido Socialista y Albert Rivera representando a Ciudadanos. La tónica general del debate fue cauta y equilibrada aunque no por ello hubo ausencia de momentos de tensión.

El evento comenzó con la explicación de las condiciones del debate por el trío de presenadores, Ana Blanco, Vicente Vallés y Pedro Piqueras, pertenecientes a los informativos de TVE, Antena 3 y Telecinco, respectivamente. Llama la atención lo exótico de la música de la Academia de la Televisión, bastante vintage si la comparamos con el austero pero moderno plató. Al contrario que en el debate del 7D organizado por A3Media en el que los candidatos debatían “a cuerpo”, ayer contaban con un atril en el que apoyarse.

Los bloques temáticos fueron Economía y Empleo (36 minutos), Políticas Sociales (36 minutos), Reformas Institucionales y Regeneración Democrática (36 minutos) y Política Exterior (10 minutos). En cualquier caso, todos aprovecharon para mostrar sus mensajes de apoyo al pueblo americano por la masacre en un local LGTB como disgresión.

Como suele ocurrir, cada candidato intentó que su relato fuera el que más calara en la audiencia. Mariano Rajoy sostenía que gobernar es difícil y destacaba sus logros económicos. Pablo Iglesias insistía en la necesidad de un pacto entre el PSOE y Unidos Podemos para sacar a Rajoy y las políticas conservadoras del Gobierno. Albert Rivera, por su parte, apostó por una tercera vía entre el continuismo y la eliminación de todo lo hecho. Finalmente, Pedro Sánchez repitió constantemente que no habría nuevas elecciones si Podemos hubiera apoyado su candidatura en lugar de la de Rajoy.

Mariano Rajoy

Estar en el Gobierno siempre es una posición difícil de defender, tienes más puntos débiles en los que te pueden atacar. El Presidente en funciones estuvo solvente y se defendió bien de los disparos de los demás. Pese a todo, la agresividad que era de esperar para erosionar la credibilidad de Rajoy no fue tanta.

Rajoy volvió a tomar argumentos de la campaña electoral anterior. No nos referimos a la del 20D, sino a la del 20N… de 2011: no haré recortes si llego al Gobierno, crearé millones de puestos de trabajo… Este relato, que fue la estrella de la campaña que llevó a Mariano a la Moncloa, se ha demostrado inconsistente -por decir algo, vistos los niveles de paro y pobreza- en estos cuatro años. De ahí que el propio presentador cuestionase ese argumento, lo que descolocó en cierta medida al Presidente. Como tantas otras veces, se recurrió de nuevo al relato de “los recortes son culpa del agujero que dejó Zapatero”.

En el bloque sobre corrupción el pontevedrés lo tenía difícil, pero aún así destacó las medidas de regeneración democrática de su Gobierno, como las políticas de transparencia o la responsabilidad penal de los partidos políticos. Sin embargo, esto no le protegió de las andanadas de los otros candidatos, que sacaron a relucir el Caso Bárcenas, la dimisión de su Ministro de Industria, la amnistía fiscal y mucho más. Ante el intento de levantarles las cartas, Rajoy pasó a la ofensiva: “usted dice que yo he cobrado dinero negro”. La jugada de venirse arriba ya le funcionó en el debate a dos con Pedro Sánchez cuando le acusó de corrupto. El célebre “hasta aquí hemos llegado, es usted Ruiz” sirvió para contrarrestar el zasca de su adversario. Con todo, llamar “inquisidor” a Albert Rivera por pedirle que rinda cuentas puede parecer poco ortodoxo.

En conclusión, pese a ciertas inconsistencias, Mariano Rajoy sacó a relucir su amplia experiencia debatiendo como diputado y defendió la plaza.

 

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez se centró en mantener su relato: no habría necesidad de repetir elecciones si Podemos le hubiera apoyado aliándose con el PP. Este argumento pretende resucitar el viejo temor de los socialistas a “la pinza” en los tiempos de Julio Anguita. Sin entrar en la eficacia del mensaje, la insistencia en repetir el mismo argumento una y otra vez no pasó desapercibida por la audiencia.

No es la primera vez que Pedro Sánchez peca de abusar de la misma herramienta.

En líneas generales su discurso trató de movilizar al viejo votante socialista y no tanto el erosionar las posiciones del contrario, con excepción de la de Mariano Rajoy, a la vista de que sus otros dos contrincantes podían ser potenciales socios. Las elecciones de 2011 supusieron la pérdida de más de cuatro millones de votantes socialistas, y la apatía se hace notar entre sus filas. Por eso, el apelar al compromiso del partido con la política social en el pasado -como la Ley de Igualdad o su defensa de la mujer- y rescatando sus valores e identidad “socialdemócrata” buscan que esos viejos votantes socialistas desencantados vuelvan a subirse al barco.

 

Pablo Iglesias

Pablo Iglesias mantuvo la posición de “mano tendida” a Pedro Sánchez durante todo el encuentro. El relato de que solo es posible salir del Gobierno de Rajoy y las políticas conservadoras mediante un pacto Unidos Podemos-PSOE fue el eje de toda su intervención desde el minuto 1. Esto fue aprovechado por PedroSánchez uno de los zascas de la noche: “le agradezco la mano tendida al señor Iglesias, pero primero debe soltar la del señor Rajoy”.

Se le vió en un tono más sosegado que de costumbre. En los últimos meses ha habido un cambio progresivo en su tono y sus discursos, que en el pasado fueron un ataque sin contemplaciones hacia sus rivales -Que denominaron como “el Pablo de la cal viva”- por un tono más comedido y sereno, con el fin de demostrar su salto a ser “Pablo el presidenciable”. Los cruces más tensos fueron con Albert Rivera, enemigos declarados ya en la campaña del 20D, cuyas posiciones se hicieron irreconciliables desde las negociaciones en las que se vetaron mutuamente.

Importante: pudo decir bien Price Water House Cooper, algo con lo que ironizó (“esta vez sí lo he dicho bien”) dado que fue motivo de mofa en el anterior debate a cuatro.

En general su mensaje quedó claro, se mantuvo tranquilo -aunque cansado, como a los demás candidatos- y dejó anclados muchos de los mensajes fundamentales de su discurso relativos a la lucha contra la corrupción, contra “los de arriba” y en defensa del pacto de izquierdas con el PSOE.

 

Albert Rivera

Por su parte, Albert Rivera mantuvo su discurso de partido del “sentido común”, y ofrecerse como motor de un cambio de corte moderado haciendo apostar por sus reformas a los partidos tradicionales si quieren su apoyo para formar gobierno. Sus principales puntos fuertes estuvieron a la hora de defender su modelo de contrato único al comienzo del debate y en lo relativo a la reforma fiscal que plantea su partido.

Se esperaba que la batalla dialéctica se focalizase contra Pablo Iglesias, el único de los candidatos con los que no negociará bajo ningún concepto pasadas las elecciones y por tanto enemigo a batir. No obstante, fue uno de los más beligerantes durante todo el debate, quizá sabedor de que la cuarta posición que le otorgan las encuestas pueden no ser suficientes para cumplir sus objetivos. Tuvo para repartir a todos los candidatos, siendo especialmente llamativos los ataques a Rajoy a cuenta de la corrupción y la gestión ineficaz de su gobierno y que le valió la etiqueta de “inquisidor” como ya comentamos. Fue llamativo que, a pesar de todos esos ataques, en ningún momento mencionó la dimisión de Rajoy como condición indispensable para negociar la presidencia del Gobierno, como sí que hizo en el pasado.

El otro momento bronco de la noche también estuvo protagonizado por Rivera, esta vez contra Pablo Iglesias, acerca de la deuda de Izquierda Unida con los bancos y a la acusación contra Podemos de haberse financiado con dinero del Gobierno de Venezuela.

https://twitter.com/quiquepeinado/status/742479909814214657

 

El debate generó más expectativas de lo que realmente pudimos ver sobre el plató. La necesidad de pactar para alcanzar el gobierno hizo de la cautela el componente principal del discurso de los candidatos, y la manera en que estaba planteado el debate no daba pie a que éste se volviese dinámico, con tres moderadores para cuatro candidatos y unos tiempos muy limitados para cada bloque.

Otro gran fallo a destacar es el escaso -o nulo- papel que jugó un tema como la violencia de género, dejado como una cuestión residual donde los moderadores “recomendaron” hablar del tema una vez que dos de los candidatos ya habían consumido todo el tiempo para ese bloque. Cometieron el mismo error que en el debate con las cuatro candidatas de hace unas semanas, donde dejaron esta cuestión para el final con los tiempos de ajuste más que consumidos. Un fallo garrafal que esperamos se solucione de cara a próximos debates.

En resumen, si decíamos AQUÍ que con un 36% de indecisos un debate puede cambiar el rumbo de unas elecciones… con la calidad del de ayer no parece que sea el caso.

 

¡Muchas gracias a quienes seguisteis el debate con nosotros y participásteis en el #DebateCívico!

https://twitter.com/chistesjuridico/status/742473112311238656