“Ellos se llaman hijos de las nubes, porque desde siempre persiguen la lluvia. También persiguen la justicia, más esquiva que el agua en el desierto.”
Estas palabras de Eduardo Galeano reflejan la historia de vida y resistencia de un pueblo frente a la dureza de los elementos, pero también de lucha contra la injusticia, el colonialismo y la opresión.
Porque nada ha podido frenar el ansia de libertad del pueblo saharaui. Ni lo fue la colonización española, que encontró la respuesta del Frente Polisario (Movimiento de liberación nacional liderado, entre otros, por El Uali, estudiante de la Universidad de Rabat) ni tampoco la ocupación militar marroquí. Hasta tal punto es así que en 1976 fundaron la República Árabe Saharaui Democrática, levantada y organizada por las valientes mujeres saharauis mientras los hombres combatían en la guerra. Un estado que sirve de ejemplo a los pueblos del mundo de como formar un país democrático desde la nada, con sólo la ardiente arena del desierto y la convicción de crear una sociedad en la que vivir con dignidad y en paz.
Pero no olvidemos que la historia de liberación de los saharauis es también la historia vergonzosa de muchos países occidentales. Lo es de España, cuyo estatus de metrópoli y potencia administradora del territorio sigue permaneciendo intacta, aunque no haya hecho nada por reclamarla desde su huida del territorio en 1975. Ese espacio sería ocupado por Marruecos tras la llamada Marcha Verde, cuando miles de ciudadanos marroquíes se instalarían en el territorio reclamándolo como suyo. Miles de civiles, pero no olvidemos a los militares, que a base de napalm y fósforo blanco obligaron a miles y miles de saharauis a refugiarse en la hamada argelina a cientos de kilómetros de sus casas, construyendo un muro de miles de kilómetros para impedirles regresar jamás.
Vergüenza también por aquellos países, como Francia o Estados Unidos, que con su apoyo económico y diplomático ayudaron a levantar esos muros, a separar familias y silenciar voces que exigen justicia y libertad. Todo ello ante una comunidad internacional inoperante, lastrada por esa realpolitik que nos empuja a pensar “¿Derechos Humanos? a mí no se me ha perdido nada ayudando a quien no tiene nada que aportarme”. Como siempre decimos en Cámara Cívica, la injusticia no admite neutralidad posible; Y si encima hablamos de la defensa de los Derechos Humanos esta afirmación debería ir por delante de todo lo demás.
Dicen que el tiempo parece congelarse cuando estás en el desierto. Pero, aunque las dunas o el siroco amenacen con borrar la huella de la historia, la lucha que mantiene el pueblo saharaui por recuperar su memoria y su dignidad siguen intactos, arropados por una juventud fuerte y combativa y por una sociedad civil que, desde España y otros muchos lugares, se organiza y reivindica el respeto a los Derechos Humanos y la autodeterminación de los pueblos.
Porque creemos en los Derechos Humanos y en un Sáhara Libre, sed bienvenidos y bienvenidas a Cámara Cívica.