El pensamiento de Karl Marx (1818-1883) nos dejó algunos de los conceptos políticos más importantes de nuestros días, impulsados todos ellos desde la crítica al Estado burgués.
- Su padre intelectual es Hegel
- El materialismo histórico o materialismo dialéctico.
- Hay un destino, un final.
- La lucha de clases es el motor de la historia.
- Los comités de correspondencia comunista y las relaciones con La Liga de los Justos.
- La plusvalía (crítica a Adam Smith).
- Eurocentrismo.
- Su enfrentamiento con los anarquistas.
- Dos libros no muy conocidos de Marx, pero imprescindibles.
- Alienación.
Su padre intelectual es Hegel
Efectivamente, los orígenes de Marx se sitúan en el entorno de la izquierda hegeliana, junto a los hermanos Bauer y Bakunin. Sin embargo, las voluntades de cambio en Alemania dirigidas por los pensamientos hegelianos son insuficientes para el joven Marx, por lo que decide emprender una revisión crítica de los postulados de su inspirador y, fruto de ello, nace La crítica de la filosofía del Derecho de Hegel (1843). Por hacer un breve resumen, aunque admira de Hegel su visión teleológica del desarrollo histórico, el uso de la dialéctica como método cognitivo, el principio de contradicción y la comprensión de la sociedad civil como campo de lucha, señala que el autor olvida analizar al Estado como un medio al servicio de los fines de las clases dominantes.
El materialismo histórico o materialismo dialéctico.
Desarrollado este termino inicialmente en el Manifiesto y con mayor profundidad en el prólogo de su libro Crítica de la Economía Política (1859), Marx entiende que la sociedad está formada por una infraestructura de tipo económico que determina el conjunto de relaciones que se dan entre los sujetos. El modelo productivo de cada época (comunismo primitivo, feudalismo, capitalismo…) funda un cuerpo filosófico, jurídico, político y artístico, es decir, una conciencia social que en última instancia sirve para su legitimación y mantenimiento. Los momentos históricos de crisis se producen, por tanto, cuando las relaciones creadas por la infraestructura (la superestructura ideológica) entran en contradicción y ya no son útil para el desarrollo de la fuerza de producción.
Hay un destino, un final.
Las etapas históricas tienen un sentido total pues nos acercan al momento de plenitud, de realización, que es la sociedad comunista. De la definición de sociedad comunista que da Marx podemos entender fácilmente que jamás ha existido tal estadio en nuestro mundo por lo que es conveniente afirmar que desconocemos los efectos del comunismo.
La sociedad comunista debe ser y es, para Marx, “transparente, sin clases ni Estado, y cada hombre tendrá según sus necesidades”.
La lucha de clases es el motor de la historia.
Teórico del conflicto. Si la historia se mueve hacia algún lugar, está claro que se mueve gracias a algo, y ese algo es el conflicto social en forma de lucha de clases. Esta visión de la sociedad permite dividir a los que en ella habitan entre opresores y oprimidos, categorías generales que son de aplicación para cualquier momento histórico. Los cambios en el reparto de fuerzas se producirán por una toma de conciencia de los oprimidos de su miserable situación. El conflicto en el mundo capitalista tiene algo de peculiar y es que , por primera vez, el enfrentamiento entre burgueses (opresores) y proletarios (oprimidos) es directo y abierto. A esto se añade que es la clase revolucionaria opresora, así define Marx a la burguesía, la que ha generado en su contradictorio modelo el sujeto revolucionario que habrá de ponerle fin.
Los comités de correspondencia comunista y las relaciones con La Liga de los Justos.
Hay una obsesión permanente en Marx: crear una teoría general de la revolución transaccional, unir a los proletarios del mundo. Para ello decide fundar junto a su inseparable Engels en Bruselas los “comités de correspondencia comunista” que pretendían unir a diferentes movimientos europeos a favor de los proletarios. Más tarde decidirán unirse a la Liga de los Justos, situada en Londres, y que contaba con una gran base de alemanes exiliados. De sus relaciones con la Liga saldrá el encargo de elaborar un manifiesto “del Partido Comunista” que verá la luz en 1848. El libro más popular y efectivo de Karl Marx.
La plusvalía (crítica a Adam Smith).
Este concepto es tan importante y central en la obra marxiana que, por supuesto, no podía dejar de estar presente aquí. Por plusvalía entendemos la ganancia generada como fruto del trabajo humano (factor humano) que se convierte en ganancia del capital por un proceso de arrebatamiento. De esta idea, ya presente en los economistas clásicos, se deriva, con un fácil proceso lógico, que los medios de producción deben dejar de estar en manos de los burgueses, pues esta brecha de propiedad es la que facilita la ganancia injusta, el diario despojo.
Eurocentrismo.
Es curioso, pero tanto en Marx como en Engels hay una defensa de la posición superior de Europa respecto a otros pueblos. Este postulado se justifica por la necesidad de que esos otros pueblos, para poder avanzar, deben pasar las fases históricas ya superadas por Europa. Por supuesto, la permisividad con el colonialismo no es en base al expansionismo económico del capital (como detectaría Lenin) sino por una especie de paternalismo salvador.
Su enfrentamiento con los anarquistas.
Dirigir la revolución o dejarla a la expresión espontánea de las masas, controlar las iniciativas con voluntad política o dejar a la libre organización social el proceso de liberación, son solo algunas de las tensiones mantenidas entre marxistas y anarquistas. La firme voluntad racional del marxismo, que enarboló la bandera del socialismo científico, identificó al movimiento libertario como una amenaza para el triunfo revolucionario, por lo que luchó decididamente para que no tuviera el control de los órganos de defensa de los proletarios, como la AIT, que se mudó en 1872 a Estados Unidos para librarla, precisamente, de las manos de los anarquistas. Este conflicto se reprodujo de forma más amplia a finales del Siglo XIX donde se evidenció la visión más humanista del anarquismo frente al férreo y eficiente control marxista.
Dos libros no muy conocidos de Marx, pero imprescindibles.
Leer a Marx no se limita a leer el Manifiesto o el Capital. En su producción bibliográfica destacan obras como El 18 brumario de Luis Bonaparte (1852) o La Crítica del programa de Gotha (1875). La primera, una interesante revisión sobre el golpe de Estado de 1851, se convierte en un clásico para todo apasionado de los sistemas políticos. Además, en sus primeras páginas nos regala esa frase ya mítica: “la historia sucede dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa”. En el caso de la segunda obra, lo que Marx intenta analizar el proyecto socialdemócrata alemán, con detección de alguno de los males que más tarde han perseguido al SPD y partidos hermanos (socialismo de Estado sobre la base de los postulados de Lasalle).
Alienación.
Si bien el término de alienación fue previamente tratado por Feuerbach, desde el punto de vista religioso, y también por Hegel, Marx lo entiende como un proceso de extrañamiento, por el que el individuo se aleja de sí a causa del mecánico proceso productivo.
La alienación supone, además, que el individuo pierde su propia conciencia, se convierte en un sujeto escindido, que desarrolla una acción contraria a su propio ser, sintiendo el producto como algo totalmente ajeno. Un producto lejano al sujeto productivo es la precondición del fetichismo de la mercancía, característica de una sociedad donde el ser humano pasa a ser mecanismo instrumental de las cosas y no sujeto individual pleno.
De Marx nos puede interesar, por último, su extensa descendencia intelectual. Destacaremos entre los hijos y nietos del pensador, más allá de Lenin y Mao Zedong, nombres como los de Rosa de Luxemburgo, Antonio Gramsci, Karl Kautsky, Louis Althusser, Walter Benjamin, Georg Lukács, José Carlos Mariátegui, Maximilien Rubel o Herbert Marcuse. Desde estas líneas invitamos a descubrir a Marx no solo por lo puramente marxiano sino a través de la larga lista de hijos, nietos y hasta bisnietos que el alemán ha ido sembrando por el mundo, participantes todos ellos de la comunidad marxista.