Los 12 Reinos: Una fábula sobre el buen gobernante (Parte I)

Los 12 Reinos: una fábula sobre el buen gobernante (I)

AVISO SPOILER: El siguiente artículo contiene spoilers del anime Los 12 Reinos.

De un tiempo a esta parte, un subgénero de la fantasía y la ciencia ficción parece haber monopolizado buena parte de la producción cultural japonesa: el isekai, que podríamos traducir como «mundo diferente». Su premisa de partida es simple: una persona normal, perteneciente a nuestro mundo cotidiano, es de alguna forma abducida a otro mundo, para seguir una vez allí sus vivencias en un entorno muchas veces radicalmente diferente al conocido. La idea no es nueva, se la puede rastrear hasta novelas ligeras, mangas y animes con bastante solera a sus espaldas, algunos de ellos realmente buenos.

Sin embargo, en años recientes, la cantidad de propuestas ficcionales de este particular subgénero ha sido tal que ya en muchos concursos literarios y de historietas ni siquiera se permite su participación con tal de fomentar variedad y creatividad. Y es que con la cantidad ha venido la banalización y el deterioro, y cada vez cuesta más encontrar un título de esta calaña no ya decente, sino simplemente digno.

Juni Kokuki, un isekai fuera de lo común

Mucho se está especulando sobre las razones psicosociales detrás de semejante auge: al igual que el cine expresionista alemán, fantástico y evasivo, de la época de entreguerras, tal vez sea síntoma de un problema social creciente en el país nipón. Sin embargo, no entra hoy en mi intención especular sobre este tema. Quiero tomar y analizar precisamente un título perteneciente a este subgénero, pero uno bastante diferente al que éste suele ofrecernos. Lo más usual en un isekai es que su protagonista o se dedique a resolver el misterio de cómo llegó a ese nuevo mundo y qué ha de hacer para regresar al suyo; o viva toda clase de aventuras en él; o se embarque en historias románticas con otros personajes que allí encuentra. O tal vez una mezcla de las tres. Nada de esto se verá aquí.

Jûni Kokuki, conocida en nuestro país como Los 12 Reinos, es una serie de anime de 45 capítulos, emitida originalmente entre el 2002 y el 2003 y producida por el Studio Pierrot. Se basa en la saga de novelas ligeras del mismo nombre escritas por Fuyumi Ono, autora especializada en el fantástico y el terror. En esta obra, Ono, sin abandonar el terreno de la fantasía, hace girar sin embargo el peso de la trama en torno a la problemática del gobierno justo, consiguiendo así que sus relatos superen la mera ficción evasiva en la que los isekai suelen convertirse, para alzarse como una meditación ficcionada acerca de cómo un buen gobernante llega a ser tal.

Debido a la gran extensión necesaria para explicar todo lo necesario sobre la serie y sus personajes para todos aquellos que no la conozcan de primera mano, me veo forzado a presentar este artículo en dos partes.

El mundo de Los 12 Reinos: la ley natural y el espíritu humano

Antes de meternos a mayores, conviene presentar y analizar el mundo en que va a desarrollarse la historia de Los 12 Reinos. En todo isekai, el nuevo mundo propuesto como telón para la acción de la trama es de una importancia capital, pues sus reglas y su idiosincrasia la dominarán en gran medida. Y en esta historia en concreto, eso es tanto más cierto que en otras compañeras de género, si cabe.

En un principio, este mundo alternativo está basado en la mitología china clásica. Es, por tanto, un mundo eminentemente rural con un nivel de tecnología medieval y con la inclusión de bestias mágicas y maravillosas. Hasta ahí, nada fuera de lo normal en un isekai de corte fantástico. Lo primero de él que llama la atención, sin embargo, se puede ver en el mapa adjuntado más arriba: su regularidad y sus formas perfectas, con cada país de igual extensión y fronteras claramente delimitadas. Todo esto apunta al rasgo principal que define el mundo de la serie, la existencia de una providencia sobrenatural que lo gobierna.

Y es que en el centro de los 12 reinos se alza la tierra llamada «del Mar Amarillo», un territorio sin rey ni dueño habitado por sacerdotes y sacerdotisas sirvientes de la divinidad creadora del mundo. Dicho demiurgo es una entidad benevolente que genera ese mundo de proporciones matemáticas perfectas para propiciar la felicidad humana. La encarnación de ese pacto entre la providencia divina y la humanidad es la figura del rey de cada reino.

Sin embargo, estos reyes no lo son por herencia. En el propio Mar Amarillo es donde nacen los kirin, criaturas sagradas que actúan como emisarios de la providencia. Hay uno por cada reino, y son los encargados de escoger al rey de dicho reino y servir como sus principales consejeros. A cada rey, y a aquellos que escojan como ministros y sirvientes, se les garantiza la inmortalidad, con lo que un mismo reinado puede durar indefinidamente… siempre y cuando el rey se ajuste a los deseos divinos.

El papel de los Kirin y la Tierra del Mar Amarillo

Esta «misión del Cielo» es, en resumidas cuentas, el deseo de que toda persona que habite determinado reino sometido al poder de su rey actual pueda llevar una vida plena y fructífera. En base a ello, los kirin, las voces de la providencia, siempre verterán consejos cargados de piedad y benevolencia en los oídos de sus reyes: son éstos, sin embargo, quienes en última instancia han de interpretar de qué forma concreta trasladar esa voluntad divina al facto político.

Si esas decisiones complacen a la divinidad, ésta se asegura la prosperidad del reino en base a cosechas abundantes y menos ataques de bestias salvajes, desastres naturales o plagas y enfermedades. Sin embargo, si algún rey se desvía del camino celestial, su reino decae y sufre, y aún peor: su kirin enferma y muere, lo que supone también a corto plazo la muerte del propio monarca. Si eso sucede, otro kirin nace en el Mar Amarillo para dicho reino, y habrá de buscar a un nuevo rey que ponga fin a la decadencia del mismo y le granjee de nuevo la protección divina. Huelga decir que, cuanto más se tarde en encontrar un nuevo rey, ese reino se hundirá cada vez más en la desgracia.

Dejando de lado la fuente metafísica e inefable que sostiene este particular statu quo en el mundo de Los 12 Reinos, la propuesta de la serie resulta interesante si la tomamos como una especie de estado de la naturaleza, una sociedad prepolítica que, por las propias necesidades gregarias del ser humano, necesita de un códice de leyes inicial con tal de regular y legislar la convivencia. Esa suerte de ley natural sería la figura divina del mundo del anime, y sus portavoces, los kirin, serían representaciones del espíritu moral humano que genera dicha ley natural. Al fin y al cabo, es del deseo tanto individual como colectivo de llevar una vida buena y digna que surgen los acuerdos sociales básicos sobre justicia, equidad, responsabilidad y cualesquiera otros pilares de convivencia.

El rey es, por tanto, el símbolo de cómo encara cada constructo social concreto la interpretación de estas bases, de esta ley natural y esta visión del ser humano, y las convierte en acción política concreta. No dista tanto a grandes rasgos, pues, la configuración de este mundo de fantasía del nuestro propio, y como veremos a continuación la serie se va a centrar en el ascenso al trono y la posterior toma de decisiones políticas de la muchacha que lo protagoniza.

Sinopsis de Los 12 Reinos

La serie está dividida en tres arcos argumentales principales, con los pintorescos nombres de «Sombra de luna, mar de sombras», «Mar de viento, orilla del laberinto» y «Mil millas de viento, cielo del amanecer», siendo los dos primeros una suerte de preparación para el tercero, el más largo y complejo, y sobre el que centraré mi análisis.

El primer arco nos presenta al personaje protagonista, Yôko Nakajima, una estudiante japonesa que es abordada por un misterioso hombre que resultará ser el mismísimo kirin del Reino de Kei, quien pese a su reluctancia la conduce al mundo de los 12 reinos. Este arco se encarga mayormente de poner en conocimiento del espectador la idiosincrasia de dicho mundo mientras también se va viendo la evolución de Yôko en el mismo: cómo, mientras lucha por su vida debido a las maquinaciones en su contra del rey del Reino de Ko, descubre que en realidad ése es su mundo natal y que llegó al nuestro siendo un bebé por circunstancias accidentales. Aún más, descubre que ha sido elegida por la providencia como la nueva reina del Reino de Kei, cargo que al final de este arco se decide a aceptar, principalmente por piedad hacia los habitantes de dicho reino y sus míseras circunstancias.

El segundo arco, el más corto de los tres, se situa momentos antes de la proclamación de Yôko como nueva soberana de Kei. Asistimos a cómo se le relatan los hechos relacionados con el Reino de Tai, cuyos rey y kirin llevan perdidos muchos años. Gracias a este relato conocemos de forma exacta cómo es la providencia que gobierna el mundo de los 12 reinos, además de cómo funciona su sistema de elección de reyes y toda la maquinaria política y administrativa que se construye en torno a sus figuras.

Por último, el tercer arco muestra a Yôko ya como monarca en funciones de su reino, a la espera de la ceremonia oficial de subida al trono, en la que debe dar un discurso ante toda la nación enunciando los fundamentos sobre los que desea basar su mandato. Mientras llega el día, trata de conocer a los diferentes ministros que la van a servir, así como el funcionamiento general de la corte y el palacio. Sin embargo, pronto se topa con dificultades: el estricto protocolo le impide llegar a conocer bien todo lo que le interesa, y comienza a intuir que entre sus consejeros se ocultan facciones que desean manipularla.

Agobiada por todo ello, simula una visita a un reino vecino para escapar del palacio y, con una identidad falsa, ocultarse entre su propio pueblo y aprender de primera mano la realidad del mismo. Es así como descubre una trama de corrupción y abuso de poder por parte de varios gobernadores territoriales, que aprovechan su ignorancia para tratar a sus súbditos de manera inhumana. Airada, se unirá a un grupo de ciudadanos rebeldes que tratan de derrocar a dichos gobernantes, para más tarde revelarse ante todos como la reina legítima y poner fin a la conspiración. Tras eso, la serie cierra con el ascenso definitivo de Yôko al trono y su primer edicto como monarca.

Es en este último arco donde Yôko conocerá, por sus contactos con la resistencia ciudadana, a otros dos personajes capitales, Suzu y Shôkei, dos mujeres de raíces muy distintas que trabarán amistad con nuestra protagonista y de quienes conoceremos toda su historia, lo que las convierte en coprotagonistas en este punto del argumento. Entre las tres acaba surgiendo un vínculo muy profundo, haciendo que todas ellas maduren y crezcan como seres humanos.

Es precisamente este crecimiento, y las implicaciones que tendrá en la Yôko gobernante, donde podemos encontrar el verdadero mensaje de la serie y su reflexión acerca de la génesis de un líder digno de tal nombre. Esto, sin embargo, queda para el siguiente artículo.